La vida de Maria Botchkareva, creadora de los batallones femeninos rusos durante la I Guerra Mundial, estuvo presidida por la violencia de principio a fin, hasta su muerte en 1920. Según relata en sus memorias ‘El batallón de mujeres de la muerte’, sus dos matrimonios fueron de una gran brutalidad, hasta el punto de empujarla al intento de suicidio en varias ocasiones. Esta es una de ellas:
“Una mañana, hallándome yo sobre el puente del buque, distinguí en el muelle una cara conocida, que no era otra que la de mi marido. Se me heló la sangre en las venas y comencé a temblar pensando en lo que iba a ocurrir. Si volvía a caer en sus manos, mi vida iba a ser una continua tortura. Era inútil intentar huir; en tierra hubiera tenido un recurso aún, pero allí toda huida se hacía imposible.
Veo, pues, avanzar a mi enemigo; se detiene, dice unas cuantas palabras al celador, que le responde con un signo afirmativo. Entonces él apresura la marcha; su gesto me aterra; ¡me va a coger en la trampa! Pero no; ¡un momento aún!; ¡ha triunfado demasiado pronto!
Corro por el puente, me subo en la barandilla del barco y me precipito en el agua profunda del Obi. Me angustia la idea de la muerte que llega…; pero… ¡qué importa!… Siento frío; ¡el agua está helada!… Me voy hundiendo cada vez más, pero soy dichosa, gozo de un triunfo; he sabido evitar aquel lazo del destino y me hallo ya en los brazos de la muerte…
Vuelvo a mi ser, y me encuentro no en el cielo, sino en el hospital. Me habían visto arrojarme al río y me extrajeron de él sin conocimiento… Volvía a la vida…
Las autoridades me interrogaron sobre los motivos de mi intento de suicidio y entablaron una información verbal; les hablé de mi marido…, de su brutalidad…, de la imposibilidad absoluta de la vida común con él…”