
«Una casa no es un hogar», manifiesta una enorme sinceridad al respecto de cómo es el mundo de las mujeres que se dedican a la prostitución. La autora no quiso tener sobre su conciencia el hecho de haber introducido en este ambiente sórdido a ninguna chica, por lo que siempre aceptaba para su local aquellas que tenían experiencia previa. Ese cúmulo de observaciones y una gran inquietud cultural llevaron a Adler a reflexionar sobre cómo la prostituta «es un personaje que ha fascinado tanto a los hombres con más nobles mentes, los gigantes de las letras, como al escritorzuelo y al pornógrafo». Con todo, la madame ve en el reflejo literario de las prostitutas mucho sensacionalismo o distorsiones de todo tipo. «En este tipo de escritos –dice–, la prostitución aparece en dos modelos estándar»: la descarada libertina de mirada lasciva o la víctima inocente seducida por un canalla para lucrarse.
Toni Montesinos. La Razón.





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