
Uno de los libros más interesantes que hemos publicado es ‘Subversivo’, de Begoña Cacho y Rafael Manrique, una guía, tal cual, para pensar diferente, saliéndose del raíl del pensamiento dominante. ‘Subversivo’ está construido sobre la base de mapas cognitivos y contiene muchos ejemplos ilustrativos. Uno de ellos es cómo de un mapa falseado se crea una realidad que antes no existía. Aquí puedes leer el fragmento.
No, los mapas no son el territorio, pero pueden serlo, pueden crearlo. En una de las conferencias TED, John Green relata una historia interesante. Habla de un mapa, realizado en 1937, del estado de Nueva York, que incluye una pequeña ciudad llamada Agloe, cerca de las montañas de Catskill. Es un lugar famoso entre los cartógrafos porque es una «ciudad de papel» o, mejor dicho, una trampa para proteger el copyright. A menudo, estos introducen algún dato falso solo conocido por ellos que les permita saber si los demás copian su trabajo. Así, si en algún mapa apareciera la ciudad de Agloe, sabrían que había sido copiado. De hecho, Agloe es un acrónimo a partir de los apellidos de los autores. Décadas después, la compañía Rand McNally publicó uno en el que figuraba esta ciudad. Los autores que habían incluido esa trampa pensaron en hundirla por plagio. Pero la compañía respondió que ese lugar existía y que estaba donde figuraba en el mapa. ¿Qué había pasado? La gente viajaba con el mapa y esperaba encontrar el pueblo en ese cruce de carreteras perdidas. Pero no había nada. Un día, a alguien se le ocurrió abrir un bar o almacén allí, con ese nombre. A eso se fueron añadiendo más y más edificios y servicios y… ¡Agloe nació! La consecuencia es clara y deslumbrante: ¡hacer mapas de la realidad crea realidad! Es cierto que el mundo los configura, pero también lo es que estos acaban por configurar al mundo. Nuestra comprensión acerca de nosotros mismos, pero también de la realidad geopolítica, e incluso de los derechos humanos, sería distinta si estuvieran colocados al revés, con el norte al sur, o si Europa tuviera el tamaño y posición que le corresponde. El mundo cambia por nuestros mapas, y, si esto es verdad de la mismísima realidad física y material, también lo es de nuestra mente. Las cartas de navegación que hemos construido de ideas y proyectos, en definitiva, de nuestra existencia, nos construyen. No nos dicen dónde iremos, sino dónde podríamos ir. Es raro que vayamos a un lugar que no esté dibujado en nuestro mapa mental. Hacerlos es una actividad muy poderosa.