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La otra cara del sueño americano, vista por Maria Leitner

En 1925, Maria Leitner tiene 33 años, y a bordo del Thuringia parte rumbo a Nueva York. Durante cuatro años recorrerá EE. UU. de norte a sur, así como la costa Oeste: una pequeña ciudad en Pensilvania, Tennessee, Charleston en Carolina del sur, Atlanta en Georgia, Tampa en Florida, Washington son solo algunas de las etapas de su periplo. En los mismos años, otros reporteros recorrían el «nuevo mundo». Alfred Kerr, por ejemplo, en su Yankee-Land (1925) hace un desmedido elogio de las metrópolis americanas; Ergon Erwin Kisch desembarca también en Nueva York en 1929, y pone rumbo a Los Ángeles —donde se encuentra con Upton Sinclair y Charlie Chaplin—, después prosigue a San Francisco, Chicago y Detroit. Fruto de sus viajes será una serie de reportajes reunidos en El paraíso americano, que denuncian el capitalismo y el imperialismo. También Alfons Goldschmidt en 1929, Arthur Holitscher en 1930 y Ernst Toller en el mismo año realizan sus aportes al tema. Frente a ellos, una reportera, ¡una mujer!, viaja por el mundo sola (no hay indicios que permitan suponer que fuera acompañada, y su hermano había muerto en 1925). Lo que le interesa ver en el «país de las oportunidades», en la «tierra prometida» es cómo viven / malviven los asalariados, cómo viven en realidad los empleados, los obreros; para a continuación transmitir nuevos puntos de vista sobre cómo funciona la sociedad estadounidense, y desvelar la otra cara del «sueño americano». El foco de atención de sus reportajes está centrado en las mujeres trabajadoras. Pero también escribe para ellas, para las mujeres alemanas de la República de Weimar, que ven al otro lado del océano la esperanza de una vida mejor, a ellas pretende ofrecer una imagen realista de los EE. UU. La reportera Leitner enviaba a Alemania lo que hoy se denomina reportajes encubiertos, que eran publicados en revistas de amplia tirada.

Maria Leitner
Maria Leitner

Durante años practicó en América el periodismo de investigación, varias décadas antes que el controvertido Günther Wallraff, «el periodista indeseable»; para ello desempeñó al-rededor de 80 empleos (camarera, pinche de cocina, obrera en diferentes fábricas, sirvienta, cocinera, fregona, dependienta, etc.); camuflada entre los más desfavorecidos de la sociedad americana fue testigo del diario racismo frente a la población de color y los latinos, del machismo hacia las mujeres y del menosprecio frente a todos aquellos que no se ajustaran a la ética laboral del puritanismo.
La camaleónica Leitner observa fregona en mano, decora y rellena chocolatinas, clasifica hojas en una tabacalera, se encarga de dar la cena a los hijos de un mafioso contrabandista de alcohol, vigila que nadie se lleve nada en el departamento de confección de unos grandes almacenes; examina el Way of Life de la sociedad americana en Palm Beach, en los clubes de jazz, en una fiesta de pijamas a bordo de un yate, en un club de golf o en un automat, cuya descripción nos evoca al cuadro de Edward Hopper del mismo nombre, y fechado en 1927.

Leitner, en Surinam.

Será la periodista y ensayista Barbara Ehrenreich quien décadas más tarde continúe la labor investigativa de Leitner en los EE. UU. Su Por cuatro duros. Cómo (no) apañárselas en Estados Unidos (2002) es un reportaje undercover sobre sus experiencias como «Global Woman» en el mundo laboral.
Leitner no fechaba las etapas de sus viajes, las informaciones biográficas apuntan a que éstos se realizaron entre 1925 y 1928. Los artículos que regularmente iban siendo publica-dos en la prensa alemana fueron recopilados en el libro titulado Una mujer viaja por el mundo (1932); en él, los reportajes aparecen ordenados según criterios geográficos. La reportera después de cruzar los EE. UU. salta a Centroamérica y Sudamérica, a Venezuela y las islas del Caribe. Y aquí radica la otra gran novedad en su periplo viajero, pues se adentra en zonas y parajes

Habitaci´ón compartida.

herméticamente cerrados, en las no-go areas a las que no se permitía la entrada a ningún periodista: la colonia penal en la Isla del Diablo frente a la Guayana Fran-cesa. Los más terribles y más peligrosos «sujetos» eran deportados por la administración francesa a esta isla. Allí estuvo recluido injustamente durante cinco años Alfred Dreyfus, acusado de delito de alta traición. Era el islote más vigilado, el símbolo del horror. Leitner no menciona el affaire Dreyfus aunque esta serie de crónicas sí se centra en temas de gran complejidad como el crimen, el castigo, los derechos humanos, el poder o la dominación, para a la vez cuestionar el sistema legal imperante. La reportera viaja de isla en isla, de prisión en prisión, comenzando por el Camp de Transportation; hoy, el campo descrito por ella sigue existiendo pero como atracción turística en Saint Laurent-du-Maroni. Para no pocos viajeros y periodistas modernos las prisiones eran un «hot topic»; también Egon Erwin Kisch, por ejemplo, manifestó una cierta obsesión por los reportajes sobre y desde las prisiones en El paraíso americano (1929).

Fregona.

En las tierras centroamericanas y caribeñas, Leitner alude a la historia postcolonial y a la presencia neocolonial. En Venezuela, Haití, Curazao o los campos de diamantes en la Guayana Británica describe cómo las potencias coloniales, los consorcios internacionales, las autoridades e instituciones explotan a la población autóctona y se apropian de los recursos naturales. No se ha podido comprobar, pero parece probable que algunos de estos reportajes fuesen encargo de organizaciones como la Liga Contra el Imperialismo y la Opresión Colonial o la Ayuda Obrera Internacional.
En 1958, la biznieta de Theodor Storm, Ingrid Bachér, realizaría un viaje por Sudamérica, y los reportajes producto del mismo los reúne en Viaje caribeño, una obra que recuerda la singladura de Maria Leitner por las islas centroamericanas.

Desde la terraza de un rascacielos.

Una mujer viaja por el mundo fue pronto traducido a varios idiomas. En la URSS constituyó la base para un manual de aprendizaje de la lengua alemana que se publica-ría a partir de 1936, siendo considerables las múltiples tiradas e reimpresiones que de él se hicieron (25 000 ejemplares en 1936 y 50 000 en 1940).
Una suerte muy distinta tuvo la autora en el «bloque occidental», donde fue olvidada al igual que su obra. Solo en la antigua República Democrática Alemana algunos de sus libros se editaron como ejemplo de «literatura proletaria». Ha sido a partir de 2013 cuando se ha iniciado el rescate literario de esta escritora y reportera, prototipo de la nueva escritora que Erika Mann definía así: «La mujer que hace reportajes, en artículos, obras de teatro o novelas, no se entrega, no escribe con las tripas, escribe sin desnudar el alma; es una escritora que informa en lugar de confesarse.»

Olga García, prologuista y traductora de ‘Una mujer viaja por el mundo’
Restaurante Automat,
Créditos de las imágenes.
Las ilustraciones son Karl Holtz y aparecieron en la revista mensual Uhu:
- Fregona - Uhu 1924/25. Fascículo 12, septiembre, p.11
- Desde la terraza del rascacielos - Uhu 1924/25. Fascículo 12, septiembre, p.13
- Restaurante. Automat - Uhu, Vol. 2 1925/26. Fascículo 3, diciembre, p. 60
- Autómata - Uhu, Vol. 2 1925/26. Fascículo 3, diciembre. p. 63
- Habitación compartida - Uhu, Vol. 4 1927/28. Fascículo 11, agosto, p. 61
La foto de Maria Leitner, de fotógrafo desconocido y acompañada de un hombre no identificado, 
fue hecha en la Guayana neerlandesa (hoy Surinam).
Automat.

‘Los benditos’, de Pablo Díez, novedad de octubre

Los benditos_3d

Don Rodrigo, ilustre caballero castellano, es designado como Adelantado para dirigir una gran explotación de oro en la América conquistada por los españoles. Su ayudante, un joven acomodadizo y aficionado a los placeres mundanos, relata sus acciones a la par que arroja su devastador dictamen sobre el insigne personaje y sobre la brutalidad, indolencia, fanatismo religioso y degradación que campan a sus anchas en ese territorio remoto. ‘Los benditos’, de Pablo Díez, es el retrato psicológico de una figura trágica y la constatación de que toda civilización se aúpa a hombros de la barbarie.

Los benditosPablo Díez 1

 

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