El 17 de octubre estará a la venta ‘Manual para embaucadores (o para aquellos que pretendan serlo), del padre del Movimiento Dadá Walter Serner. Esta es una obra de capital importancia para entender la vanguardia del primer cuarto del siglo XX, una obra polémica, dentro y fuera del Movimiento, que guarda, casi un siglo después toda su frescura. Divertida, provocadora, de gran belleza, el libro son realmente dos: el Manifiesta Dadá propiamente dicho y el Manual de Embaucadores en el que Serner expresa en 591 aforismos una visión del arte y la sociedad cargada de ironía y lucidez y que aún se sostiene.
El libro ha sido traducido por Luisa Gutiérrez Ruiz y tiene un prólogo del profesor de la Universidad de Castilla La Mancha Juan Albarrán. De nuevo el diseño ha corrido a cargo de Carmen Quijano (Alvarez Careaga AC2) y cuenta con el añadido de la reproducción de imágenes de publicaciones en las que Serner intervino y que proceden de la colección privada de José María Lafuente.
Este libro contiene muchos libros dentro, pero sobre todo la historia de un personaje tan atractivo como huidizo. La mitología dadá ha proporcionado curiosos personajes desde Arthur Cravan hasta Marcel Duchamp, pasando por Haussmann, Picabia, Arp, etc. Todos ellos compartían la idea (o más bien la necesidad) de hacer saltar el mundo por los aires, y para ello consideraron que la mejor manera era haciendo explotar las convenciones sociales, las ideas, el arte. Es decir, todo aquello que el mundo burgués había hecho suyo. Es de ese contexto del que surge este Manual para embaucadores que Serner escribió en dos oleadas. Primero en forma de manifiesto dadá, escrito allá por 1917.
Este texto (Última relajación–Manifiesto Dadá), que leería en público a sus compañeros dadaístas, provocaría un gran revuelo, hasta tal punto que un sujeto que por allí pululaba llamado Tristan Tzara se lo robaría para convertirlo en el primer manifiesto dadá. El texto se publicaría ya en 1919. Tristan Tzara tuvo suerte: hoy día ninguna historia del arte sabe quién es Walter Serner, y la ratería de Tzara no es más que una anécdota melancólica (que se puede leer, por lo demás, en cualquiera de los libros sobre Serner).
El segundo momento de este libro tuvo lugar en 1927. Diez años después, su cinismo e ironía se han agudizado y han madurado. En 1927 apareció en Berlín la segunda parte con el título de Manual para embaucadores (o para aquellos que pretendan serlo), compuesto por 591 reglas de comportamiento para delincuentes y estafadores. Y —basta leer unos pocos preceptos para entenderlo así— para el resto de hombres.
El Manual, sin duda la obra más desvergonzada de la entreguerra alemana, se divide en trece capítulos (algunos de ellos: “Conocimiento humano”, “Mujeres”, “Viajes y hoteles”, “Trucos”, “Hombres”, “Vestimenta y buenos modales”, etc.), en los que podremos aprender cómo engañar a todo el mundo (y al mundo) y obtener de él algunos favores discretos. Por ello, Peter Sloterdijk en su Crítica de la razón cínica afirma: “Serner, el más reflexivo de los dadaístas, calculó cómo el odio dadá contra la cultura se orienta en un sentido propio hacia el interior.” Y el profesor y crítico Juan Albarrán, autor del prólogo, señala: “La recuperación bibliográfica de los trabajos de Serner parece absolutamente pertinente para una necesaria reestructuración de los relatos de la vanguardia histórica, mucho menos homogéneos y coherentes de lo que en ocasiones se ha hecho ver. Su fuerza pasada parece proyectarse hacia un futuro en el que reverbera con un sentido renovado. Los contextos de producción y recepción nunca serán los mismos, pero la contestación implícita en el trabajo de Serner se mantiene intacta en un mundo que muta a gran velocidad. Y, teniendo en cuenta que “el mundo desea ser engañado”, el manual para llegar a ser un embaucador debería convertirse en el libro de cabecera de todo aquél que desee seguir viviendo en él”.
Serner.dossier
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