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‘Del gen al género’, en el Colegio de Médicos de Cantabria

El marte,  29 de marzo, Rafael Manrique presentará su ensayo ‘Del gen al género’ en el Colegio de Médicos de Cantabria. Será a las siete de la tarde.

‘Del gen al género’, en Torrelavega

El viernes 25 de marzo, Rafael Manrique presentará su ensayo en la librería Dlibros, de Torrelavega. Será a las siete y media de la tarde.

Del gen al género

‘Del gen al género’, en Santander

El próximo 24 de marzo presentaremos el ensayo de Rafael Manrique ‘Del gen al género’ en la librería La Vorágine de Santander. El acto tendrá lugar a partir de las siete y media de la tarde y requiere inscripción previa en la siguiente dirección: https://lavoragine.net/agenda/

‘Del gen al género’, de Rafael Manrique: un extracto

Desde este lunes tenemos ya a la venta ‘Del gen al género’, el ensayo en el que el psiquiatra Rafael Manrique pretende definir concepto y establecer unos parámetros de discusión para un debate hoy candente en torno a la identidad de género, la sexualidad y el deseo.

Aquí dejamos un extracto, que es parte de la introducción con que arranca el libro:

Un pequeño bimotor aterriza de urgencia en una pequeña y remota isla de la Polinesia en los años de la Segunda Guerra Mundial. Los nativos se acercan al aparato y, cuando consiguen entenderse con el piloto, le preguntan dos cosas acerca del avión: ¿es macho o hembra?, ¿qué come? Sexualidad y alimentación son para ellos la clave de la realidad. Y para nosotros, en buena medida, también. El dilema macho o hembra se formula, ya avanzando el siglo XXI, de forma igualmente importante. Probablemente la respuesta se ha hecho más compleja, pero la pregunta sigue siendo la misma. Sexo, género y deseo son ahora importantes conceptos para todos los seres humanos.

¿Es macho o hembra? 

Este libro pretende ayudar a contestar la pregunta con información y razonamientos que nos sean útiles tanto a nosotros como a los isleños. Ampliaremos su pregunta y su posición al respecto. ¿Es macho o hembra?, ¿cómo se siente con ello?, ¿quién le gusta a usted para el gozo erótico y el apareamiento?, ¿este avión le pone? 

Tal vez los nativos no sepan que por estos temas las mujeres han sufrido una terrible violencia y opresión a lo largo de la historia en todos y cada uno de los lugares de la tierra. ¿Se asombrarán al saberlo?

¿Es macho o hembra? 

Desde el punto de vista actual, en el mundo antiguo la diferenciación era relativamente fácil. En el moderno y el postmoderno, ya no lo es. Lo identitario ha desplazado a lo diferencial. Lo primero es experiencial; lo segundo, analítico. No se trata de posiciones científicas o experimentales ni es un descubrimiento, sino un modo de pensar que en los últimos años se ha hecho oscilante y ha perdido precisión. Machos, hembras… ¿es una diferencia radical?, ¿nos divide en dos grupos esenciales a los seres humanos?, ¿y a los aviones? 

¿Es macho o hembra? 

Insistirán los polinesios al ver que no ofrecemos una respuesta contundente. Y no sé qué pensarán cuando les digamos que, en plena lógica postmodernista, identitaria y democrática, la pregunta hay que planteársela al aeroplano. Pronto sabrán que es frecuente pensar hoy que la verdad es histórica y subjetiva. Que nadie puede hablar por nadie. ¿Qué dirá el chamán?

¿Es macho o hembra? 

Tal vez ellos se sorprendan, y también muchos de nosotros, al saber que el término sexualidad no aparece hasta el siglo XVIII, que es cuando las disciplinas médicas se convirtieron en el discurso legítimo sobre el sexo. Michel Foucault describió de forma brillante, en su Historia de la sexualidad, que fue en ese siglo cuando la sexualidad se toma como base para la elaboración normativa, como elemento de autoconocimiento y como tecnología de poder. Sexualidad, claro está, ya existía antes, pero no un discurso acerca de ella capaz de crear posiciones ideológicas y verdades sobre la esencia de los seres humanos. Esta explicación puede dar la sensación de ser fría y algo siniestra, pero la aparición de la sexualidad como ciencia fue muy importante y positiva, ya que implicó una ruptura con el discurso religioso y moral anterior. Se pasó al territorio de las ciencias naturales y de la biomedicina. Eso solucionó problemas, irracionalidades y tiranías. Fue un avance, pero también creó nuevos problemas. 

¿Es macho o hembra? 

Las definiciones de sexo, sexualidad, elección de objeto, experiencia personal y género vivido han explotado en muchas direcciones y variantes. Algunas obedecen a una mirada más compleja y crítica sobre esas variables humanas. Otras son productos mentales semejantes a la ínsula de Barataria. Se han creado conceptos novedosos que tienen mucho interés y, al tiempo, se han alimentado insensateces. Nosotros, y los isleños del Pacífico, hemos de distinguir entre el grano y la paja. Ambos valiosos, pero para cosas diferentes.

¿Es macho o hembra? 

Alrededor del sexo, del deseo y del género se ponen en juego conceptos importantes para nuestra existencia. Es necesario ser precisos, cautos e intensos. Eso incluye no solo esas tres realidades, sino otras como este texto o el cuidado del avión. Ya Hannah Arendt alertaba del peligro de utilizar categorías de pensamiento que ya no resuenan en el contexto político e histórico corriente. Estos temas han cambiado tanto, desde que se formularon hasta la actualidad, que está resultando difícil establecer categorías y criterios. A veces parece que estamos hablando de cosas que ya no existen. O lo contrario, de cosas que aún no existen. En ambos casos, resuena a algo parecido a aquel suplicio de Tántalo condenado a tener sed, pero que cuando se acercaba al agua esta se retiraba. Nuestras dudas también parecen alejarse en el horizonte a medida que nos acercamos a ellas. Obligan, como señala Linda M. G. Zerilli, a estar en constante alerta. Muy exigente, desde luego, pero de esa manera el pensamiento feminista ha ido ampliando el contenido de lo pensable. Abrió nuevos significados a la experiencia de las mujeres y, por consiguiente, a la de los hombres. Pero los movimientos radicales y exitosos que permitió pueden producir, si no se está atento, teorías meramente especulativas. 

¿Es macho o hembra? 

Plantea Linda M.G. Zerilli que, en la actualidad, hay que elegir entre Simone de Beauvoir o Arendt, entre libertad e identidad. Preferiré ante los nativos optar por la igualdad y la libertad. El feminismo y la izquierda serán más radicales y transformadores si se centran en ellas y se desprenden de los debates epistemológicos que, a veces, recuerdan a aquellas discusiones que hace muchos siglos entretenían a los bizantinos. Ese feminismo, vinculado a la izquierda, estaría basado en la facultad de imaginar y pensar modos nuevos de vida y acción antes que sumergirse en una política de precisiones conceptuales. Zerilli afirma, de nuevo siguiendo a Arendt, que surgiría como un ejercicio de libertad colectivo e históricamente situado. El feminismo centrado en la libertad no se interesa en saber si existen o no las mujeres, sino en transformar, en construir otro mundo, en comenzar de nuevo para ellas y para ellos. 

Personas tan amantes de historias y mitos como los nativos del Pacífico disfrutarán con esta polémica.

¿Es macho o hembra? 

No es extraño que los isleños se pregunten si algo es macho o hembra. No es tarea fácil realizar esa distinción. 

¿Hasta qué punto poseemos un medio objetivo de hacer una proposición empírica? Y no es esta una reflexión meramente teórica, sino una realidad. Por ejemplo, al Comité Olímpico Internacional ese tema le ha venido complicando la vida desde 1968 a la hora de tomar decisiones a ese respecto. Hay personas que tienen aspecto de mujeres y se ven a sí mismas como mujeres, pero tienen cromosomas del sexo masculino. Otras tienen cromosomas femeninos, pero, debido a defectos en la producción hormonal, tienen músculos y genitales masculinos. Otras que tienen dos cromosomas X, pero también un Y. Y así casi ad infinitum. Por ello, numerosas feministas afirman que no existe un criterio definitivo para establecer la diferencia sexual. Y sí que existe, pero no siempre se puede aplicar con precisión. En nuestros encuentros cotidianos hacemos ese juicio fácilmente. El día y la noche no se afectan en su naturaleza por la obvia existencia de atardeceres y amaneceres, cuyo límite es siempre indefinible. Las tribulaciones del Comité Olímpico indican que podemos incluir en una clase a aquellos miembros que no satisfagan las descripciones prototípicas. Significa que cualquier conjunto particular de criterios es elástico y estará sujeto a dudas. Esto no socava la idea básica de que hay algo llamado diferencia sexual que se apoya en datos objetivos y juicios sociales. No hay proposiciones universales ni conclusiones unívocas. Por ejemplo, una actuación de drag queen puede llevar a que una persona se formule preguntas existenciales sobre la identidad de género, otra confirme lo que ya pensaba y una tercera consuma el espectáculo de forma procaz. Todos los caminos son posibles. A ver qué piensan los isleños. 

‘Del gen al género’, un ensayo de Rafael Manrique sobre el sexo, el deseo y la identidad en el siglo XXI

A la venta el 7 de marzo

Género e identidad sexual configuran las bases de este ensayo que toma posición a favor de un feminismo y de una izquierda de la igualdad.

A partir del 7 de marzo tendremos a la venta ‘Del gen al género. Sexo, deseo e identidad en el siglo XXI’, del psiquiatra y ensayista Rafael Manrique.

La relación entre sexo, deseo y género es una de las polémicas más importantes y, a menudo, cargadas de ideología y emocionalidad del siglo XXI. Con frecuencia, esas tres realidades se dan como sinónimos o, lo contrario, como opuestas unas a otras. Es necesario establecer definiciones y precisiones o el avance será imposible.

La biología, la motivación y la experiencia se refieren a dimensiones del ser humano que se van a entender en el marco de un debate entre la igualdad y la identidad. Una parte importante de la izquierda y del feminismo ha venido insistiendo en los últimos años, para bien y para mal, en la identidad, dejando de lado el tema de la igualdad y la justicia.

Este libro realiza un recorrido que va desde las realidades biológicas y genéticas humanas hasta la experiencia de género. Biología y experiencia, conceptualmente bien distintas y ambas importantes.

A continuación, el libro se adentra en explicaciones antropológicas y sociales para acabar analizando los movimientos LGTBIA+ como formas de una experiencia real sin pretender ser cualidad superior o inferior a ninguna otra. Lo queer es un movimiento que se vive, según sostienen sus creadoras, como crítico con la totalidad de las posiciones actuales, incluidas las LGTBIA+. 

El libro argumenta su posición a favor del feminismo y de la izquierda de la igualdad, frente al de la identidad. Es un trabajo personal, pero al tiempo incorpora una gran parte de las aportaciones a este tema del pensamiento y la acción de las personas relevantes en estos campos. Cuando en España y en todo Occidente se están debatiendo políticas y leyes sobre la homosexualidad, la transexualidad o la intersexualidad, este trabajo se ofrece como una visión básica para seguir definiendo con precisión conceptos y acciones.

Rafael Manrique

Rafael Manrique Solana es psiquiatra y doctor por la Universidad de Cantabria. Trabaja en práctica privada en Santander. Sus áreas de trabajo son la psicoterapia y las relaciones amorosas, temas sobre los que ha publicado diversos libros. Las áreas de interés no profesionales son el cine y los viajes, sobre los que asimismo ha publicado varios trabajos. Publicó con esta editorial la novela ‘El Gran Vacío Amarillo’, junto a Silvia Andrés Serna y el ensayo ‘Subversivo’, en colaboración con Begoña Cacho. En solitario ha publicado el ensayo ‘Cásate (o no)’.

«Es muy caro ser yo»: Anna Nicole Smith, el dinero y Remartínez (un extracto de ‘Culo veo, culo quiero)

Culo veo, culo quiero.

Nada mejor para hacerse idea de un libro que leerlo. Aquí os dejamos un fragmento del último ensayo de David Remartínez, ‘Culo veo, culo quiero’, una mirada desprejuiciada sobre nuestra lucha cotidiana por lidiar con los deseos y una mirada también humorística sobre Anna Nicole Smith y su triste vida de millonaria.

Durante el juicio por la herencia de su difunto marido, el multimillonario del petróleo J. Howard Marshall II, el juez le preguntó a la exuberante modelo Anna Nicole Smith a qué respondía su fastuoso tren de vida, tan exagerado que su esposo le había limitado el gasto a 9.000 euros semanales. Hablamos de 9.000 euros semanales en el año 2001. Un millón y medio de pesetas cada siete días. Si eso suponía una disciplina severa, es que viajabas en un tren bala. Cómo tenía que pasar los días y sus noches Anna Nicole. Qué manera de amanecer.

Resulta que la neumática rubia no disfrutaba dilapidando a manos llenas, sino que sufría horrores ante lo inevitable de sus dispendios: «Es muy caro ser yo. Es terrible las cosas que tengo que hacer para ser yo», le explicó una compungida playmate al juez, a los aboga- dos y a las cámaras de medio mundo, llorando tras una cascada de bucles amarillos. Casi toda la sala se echó a reír desencajada, a pesar de que la declarante pretendía con su justificación ontológica justo lo contrario: mostrar que su fama de derrochadora revelaba una extraña responsabilidad conyugal. Según la crónica de la revista Hola! (de aquella todavía una Larousse de la frivolidad), Anna Nicole adujo ante el tribunal «que todo el dinero que su difunto marido le asignaba a la semana, entre un millón y un millón y medio de pesetas, se lo gastó especialmente en ropa para asistir a sus actos sociales». En proyectar la elegancia de su patrocinador; en trabajar como consorte pública. Obviamente, nadie hizo mucho caso a la viuda de oro y lágrimas de plástico, y la frase

«Es muy caro ser yo», envidiable hasta para Groucho Marx, quedó grabada en el acervo pop como una de las declaraciones más descacharrantes sobre el dinero jamás pronunciadas por alguien rico y manirroto.

Durante años me agarré al epitafio de Anna Nichole como la mejor defensa para mi carácter caprichoso. Pronunciada con dignidad, en lugar de con miseria de telenovela, se convertía en un epigrama de Oscar Wilde, uno de mis ídolos literarios desde la juventud. Si proclamabas «Es muy caro ser yo» arropado por los brocados sicilianos y las telas georgianas que hermoseaban el alma imaginaria de Wilde, la oración de perdón de la pin-up ante el juez se tornaba en una armadura contra cualquier censura de sotana. Sí, padre: gasto mucho en chorradas, en efecto, pero lo hago desde la inteligencia y el aprecio por la belleza. Es muy caro ser yo porque yo soy un ser cultivado en los placeres excelsos y en los mundanos. ¿O acaso miento, señora Windermere?

Con 20 años, cada vez que descubría algo que me parecía hermoso, fuese un disco, una camiseta o cualquier otra fruslería, un ímpetu furioso me exigía poseerlo, atesorarlo, comprarlo, como un hobbit trastornado, pues de lo contrario sentía que me estaba privando de lo mejor de la vida. Mi temperamento desmesurado chocaba con mis escasos ingresos y con la sanción ineludible del consumismo, esa enfermedad tan incipiente como mi barba en cuya condena coincidían tanto mi educación religiosa como mis primeras inquietudes políticas (de izquierdas, claro; la derecha jamás alberga dudas). Wilde ofrecía una alternativa divertida para excusar el impulso de dedicar el dinero a insensateces, de repudiar la lucha, la hucha y el monedero. El dinero siempre presto en el bolsillo, quemando las manos, prendiendo el deseo. Con Wilde y después con Nicole, era más fácil despreciar a los cenicientos y no resistirse jamás a una tentación.

Ni que decir tiene que mi historia financiera deja el crack del 29 como una partida desafortunada de tute en el bar. Conozco a pocas personas que gestionen peor el dinero. He ganado y he gastado sin mucha reflexión. Si hasta ahora, a lo largo de mi vida, he ingresado más de medio millón de euros, los dígitos del banco se han ido disipando con formidable regularidad en impuestos, alquileres, recibos, transportes, comida, gasolina, ropa, unas cuantas aficiones y demasiado alcohol y tabaco, dos partidas domésticas que hasta los 40 años se comían mi presupuesto mensual con una voracidad incuestionable. Nunca en mi fuero interno consideré que lo gastado por las noches fueran realmente consumos, aunque en proporción al resto de desembolsos personales resultasen una absoluta locura. Consumos eran las zapatillas y los tebeos. Es curioso cómo el cerebro aparta ciertos dispendios de la lógica mercantil.

Nunca me ha amargado el dinero, pero tampoco nunca lo he planificado, al menos hasta que los acontecimientos me empujaron y no me quedó más remedio que pedir el extracto bancario cuando acababa las operaciones en el cajero. Mis estanterías y mi cuenta corriente son la viva imagen de esa improvisación. Cuando empecé a trabajar como autónomo, ya cercano a la cincuentena, mi amigo Paco me recomendó lo siguiente:

«Calcula cuánto dinero necesitas para vivir al año. Y cuando tengas esos ingresos asegurados, dedícate a hacer las cosas que te gustan». Se me quedó una cara de gilipollas-manga fabulosa. Siempre había dejado que otros atribuyeran una cifra a mi trabajo, y en función de ese número de partida había articulado todo lo demás. Cuando lo importante era determinar la muesca de la regla donde el dinero, según mi propio baremo, dejaba de tener influencia. Eso me lo tenían que haber contado en la escuela.

Sin embargo, en cierto modo he sido un afortunado. El dinero, para casi todo el mundo, es un sinsabor porque lo habitual es que lo vivamos como una preocupación, a menudo como una angustia. Ni siquiera la salud le supera en esa condición, pues el miedo a la muerte suele aparcar en los escondites de nuestra consciencia los temores cotidianos a la enfermedad (excepto los hipocondríacos, claro, que los tienen siempre presentes). La inquietud por el dinero, por conseguirlo, mantenerlo o ampliarlo, gobierna por nuestros días. Y sin embargo, hablar de dinero «es de mala educación». ¿De cuántos conocidos y amigos conoces sus sueldos? Tabú. Los ingresos determinan nuestra autoestima y también la que atribuimos a los demás, mientras que los gastos, o la forma de gastar, establece nuestra virtud. Solemos sentirnos culpables cuando gastamos mucho, por la educación, por las desigualdades; porque el  neoliberalismo

Culo veo, culo quiero, de David Remartínez

De compras con David Remartínez: ‘Culo veo, culo quiero’, novedad este mes

Culo, veo, culo quiero, de David Remartínez.
Culo, veo, culo quiero, de David Remartínez.

¿Te encanta salir de compras pero luego te asalta el remordimiento por gastar una pasta infame en chorradas? ¿Coleccionas zapatos o zapatillas como si no hubiera mañana? ¿Tienes más camisetas de las que te puedes poner? ¿Te arruinas en las tiendas de cómics? ¿Llegas a casa del supermercado y no comprendes el importe del ticket si solo has cogido marranadas? ¿Te indignas cuando Facebook conoce tus gustos mejor que tú? Hete aquí el libro que necesitas. Culo veo, culo quiero es un ensayo insólito y divertido, capaz de mezclar filosofía y playmates en un solo párrafo, que aborda todas las contradicciones que se agolpan en nuestro consumo. Un asunto cotidiano sobre el que pocas veces reflexionamos, pero cuyo análisis desprejuiciado nos ayudaría a disfrutar mucho más cuando llegamos a casa cargados de bolsas de plástico. 

Foto Remartini
David Remartínez

El próximo día 24 presentaremos, en sesión doble en La Vorágine de Santander, este ensayo que supone la novena entrega de Textos Insólitos, colección que dirige Rafael Manrique. La obra estará disponible para el público el día 26 de este mes.

David Remartínez (Zaragoza, 1971) es un periodista malabarista que a veces escribe libros. Dice que está especializado en comunicación digital, pero luego no entiende la mitad de las aplicaciones de su teléfono móvil. En ocasiones se esconde detrás del alias Remartini, con el que empezó a firmar sus artículos de comida y bebida, según se puede constatar en La Puta Gastronomía, un ensayo sobre el furor culinario en España durante los últimos años que da risa y hambre a la vez. Ahora se ha sentado a pensar por qué necesitamos comprar tantas cosas y por qué las disfrutamos tan poco. Él dice que ha disfrutado mucho escribiéndolo, pero que no da ticket regalo.

Lo que se avecina: ‘Culo veo, culo quiero’, consumo y deseo según Remarti (IV)

Foto Remartini
David Remartínez ‘Remartini’

Novena entrega de la colección Textos Insólitos, dirigida por el  ensayista y psiquiatra Rafael Manrique. En esta ocasión, el periodista y escritor David  Remartínez ‘Remartini’ aborda el  deseo en nuestra sociedad desde las más variadas perspectivas. Un ensayo nada académico, humano, riguroso y muy divertido sobre deseo, consumo y consumismo. 

Remartini (Zaragoza, 1971) es el alias que David Remartínez Martínez ha utilizado durante años para escribir de comida y de bebida en internet. Periodista actualmente en ejercicio y especialista en la comunicación digital, Remartini publicó hace un año en esta editorial el ensayo histórico-gastronómico ‘La puta gastronomía’. 

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