Ya tenemos en preventa ‘La larga historia del hombre’, un vasto fresco del ser humano a lo largo del tiempo que, estructurado en 117 estampas, nos entrega el escritor y crítico Toni Montesinos. Anteriormente ya publicamos de Toni ‘El sueño esclavo’. ‘La larga pintura del hombre’, título cuyo significado se explica más abajo, es, de este modo, el complemento necesario. Si el primero era el reino de la ficción, de la literatura, el segundo es el reino de la realidad, de la historia.
El libro es una vasta recopilación de la obra crítica de Toni Montesinos. En total quedan agrupados en 39 artículos o ‘comportamientos’ 117 artículos de la más variada temática, pero con dos puntos en común: la centralidad del hombre y su contexto histórico.
Autor de más de una cincuentena de obras de diversos géneros (poesía, narrativa, ensayo, biografía, crónicas viajeras), Toni Montesinos es también el crítico literario más prolífico de España en lo que va de siglo. Aborda cada semana toda clase de libros de máximo nivel e interés creativo, pero también su labor cultural lo lleva a escribir sobre historia, ciencia, política, actualidad, música, cine o arte. Y si, con anterioridad, por medio de El sueño esclavo (El Desvelo, 2021), recogió una multitud de textos dedicados a autores y motivos literarios universales, con la idea de agruparlos por «tríos de comportamientos», aquí ofrece lecturas marcadas por una perspectiva histórica. De tal modo que La larga pintura del hombre es otra oportunidad de extraordinario gozo para quien desee, con conocimientos y amenidad siempre estimulantes, conocer algunas de las mejores novedades editoriales de los últimos años en el ámbito de la no ficción.
“Los historiadores son mi fuerte. Son gratos y placenteros, y en ellos se encuentra la pintura del hombre, cuyo conocimiento busco siempre; tal diseño es más vivo y más cabal en aquellos que en ninguna otra clase de libros; en los historiadores se encuentra la verdad y variedad de las condiciones internas de la personalidad humana, en conjunto y en detalle; la diversidad de sus empresas y los accidentes que las amenazan”. (Michel de Montaigne).
El sueño esclavo.
“Porque la historia es larga, larga, larga”. (Walt Whitman).
Toni Montesinos (Barcelona, 1972) es crítico literario de La Razón desde el año 2000 y redactor jefe de Qué Leer, además de colaborador de Cuadernos Hispanoamericanos, Cultura/s (de La Vanguardia) yEl Viajero(deEl País). Ha publicado cuatro novelas, entre ellas La soledad del tirador (El Desvelo, 2017) y El fantasma de la verdad (El Desvelo, 2018), y reunido sus versos en Alma en las palabras. Poesía reunida 1990-2010 y en la apócrifa Antología poética del suicidio (siglo XX). Sus últimos libros son: La letra herida. Autores suicidas, toxicómanos y dementes; El fragmento honesto. Un diario de pasiones (2009-2021); Muy al norte en el turbio mar. Una historia de la literatura inglesa; La ofensiva K de Kafka. Un escritor sagrado y puro; El realismo ficticio. Con lecturas de narradores españoles e hispanoamericanos; y Palabrería de lujo. De la Ilustración hasta Houellebecq.
Volvemos la vista atrás y nos salen 17 libros. Hay más, libros de encargo, pero que no entran en nuestro circuito militar, aunque los queremos por igual. De los propiamente nuestros, arriba van las imágenes y abajo los títulos:
Nuestros libros tienen periódicamente alcance en la prensa generalista y especializada, incluido el mundo de los blogs librescos. Por eso estamos contentos con las últimas publicaciones que se han hecho eco de nuestros libros: ‘Noticias de Álava’, con ‘Lavas Remi’, de Kepa Murua; la revista ¡Qué Leer¡ con el libro de Pablo Redondo ‘Pensadores, ¡al rincón!’; y el blog ‘Libros, nocturnidad y alevosía’, reseñando Antonio Jiménez-Blanco Carrillo de Albornoz el libro ‘El sueño esclavo’, de Toni Montesinos.
Toni Montesinos, autor de El sueño esclavo, es muy activo en los medios de comunicación. Las últimas referencias a su obra se han producido propio en el programa El Marcapáginas, de Radio Intereconomía, y en su blog Alma en las palabras. Os dejamos enlaces de ambas:
El nuevo ensayo de Toni Montesinos es objeto de la atención de la sección de Cultura de La Razón, que destaca cómo El sueño esclavo recopila varias relaciones sorprendentes unidas por una esclava pasión: escribir.
La literatura comparada tiene ya entre nosotros una arraigada tradición. No es posible contar exclusivamente con criterios historicistas o formulaciones teóricas para una mejor comprensión de la escritura estética. Las obras que la conforman no habitan compartimentos estancos ni permanecen aisladas en su propia única excelencia. Encarando entre sí los textos artísticos obtenemos un canon de calidades, un sutil cotejo de épocas y mentalidades, así como una rica imagen intercultural. Esta metodología incluye una mirada multidisciplinar desde materias como la Historia, la Filosofía, la sociología cultural o los medios audiovisuales. Estamos ante un mosaico crítico de primer orden donde anidan los dos motores fundamentales de la literatura: la voluntad de estilo y el placer del texto.
Estos días hacemos doblete en prensa. Revista de Libros acaba de publicar una espléndida reseña de la recopilación de artículos de crítica literaria de Toni Montesinos que se titula El sueño esclavo…
El sueño esclavo, a su vez, se mueve entre la exigencia del conocimiento literario y el deseo de claridad expositiva y analítica. Celebra los diferentes comportamientos mostrando cómo la literatura aborda todos -o casi todos- los aspectos de la vida ya sea desde su interior, desde la ficción, el ensayo, el diario o cualquier expresión genérica, o desde la propia actitud del escritor. Frente a libros que buscan establecer cánones cerrados, Montesinos aboga en sus textos por un sentido literario más orgánico, más abierto, en el que hay lugar para la gran literatura, pero también para aquella considerada popular y, en muchos casos, denostada. Busca el equilibrio, situar a la literatura en un espacio desmitificado, pero sin restar importancia al deseo de adentrarse una y otra vez por los libros. Un sueño esclavo al que Montesinos se ha dedicado durante años y que, con este volumen, ante todo, convierte en una celebración del ejercicio crítico.
Israel Paredes. Revista de Libros.
… mientras Kerman Arzalluz presenta en Pamplona Negra su colección de microficciones Crímenes ideales e imparte un taller a partir de este lunes, 24 de mayo. Os dejamos un fragmento de Diario de Navarra en donde se da cuenta de su participación.
“No debería haber ido a la mani después de ver Braveheart”. El escritor donostiarra Kerman Arzalluz guarda silencio tras haber leído su microrrelato. Sin título, como la mayoría de los doscientos que forman parte de su libro Crímenes ideales, sabe que quien no haya visto la película ambientada en la Escocia del siglo XIV queda fuera de la comprensión de este microrrelato. “Pero quien sí la haya visto seguramente ha recordado a Mel Gibson con la cara pintada de blanco y azul y arengando a una masa de cinco mil salvajes dispuestos a llevarse por delante lo que sea, de modo que puede imaginar cómo va a la mani mi personaje…”, añade Arzalluz de este texto de apenas diez palabras que ejemplifica su forma de escritura visual. Son precisamente estos textos breves los que le llevan a Pamplona Negra para impartir el Taller de microficción y humor negro: entre crímenes en euskera (lunes) y castellano (jueves).
Un día de 1984, un anciano Sándor Márai anota en su diario: «Voluminosos catálogos de editoriales, cada semana uno o dos. Miles y decenas de miles de libros, todos de reciente publicación, cientos y cientos de cada género. Un hartazgo asfixiante. Escribir sólo frases yuxtapuestas. Incluso palabras sueltas. Leer diccionarios. La literatura ha muerto: ¡viva la industria del libro!».
Esa misma idea, la del fin de la Edad de la Literatura, la expuso Germán Gullón en Los mercaderes en el templo de la literatura (Caballo de Troya, 2004), ubicándola en un tiempo concreto en nuestro contexto, alrededor del año 2000, cuando «se produjo un cambio radical en el panorama de las artes: la preferencia del hombre culto se trasladó de lo verbal a lo icónico, lo que vino a empañar un panorama cultural posmoderno ya de por sí confuso». El carácter comercial del libro literario, su valor convertido en precio, la marca registrada que hoy en día es el autor, el libro como objeto de consumo con código de barras, el show business de los premios, eran sólo algunos de los numerosos asuntos que Gullón analizaba con certeros argumentos y una valentía y clarividencia extraordinarios. Y además de modo excepcional, porque el debate en torno a todo ello es inexistente en España, que vive una etapa editorial-empresarial magnífica que, por desgracia, se asienta en un gran conservadurismo artístico, la censura del mercado en palabras del editor André Schiffrin, que va en detrimento en última instancia de la creatividad del escritor.
Así las cosas, Gullón daba un paso adelante en su mirada sociocultural —siempre contundente y real, en ningún caso pesimista per se, ya que «nunca se ha leído tanto, gracias a la distribución de diarios gratis y al éxito de la novela negra y de la ficción histórica»— y concentraba una obra como Una Venus mutilada (Biblioteca Nueva, 2008) en la función de la crítica literaria española actual. Partiendo de una frase de «El método de Sainte-Beuve» de Proust, sobre el estilo periodístico, el catedrático de la Universidad de Ámsterdam abordaba la importancia de «cuidar de que la calidad cultural sea respetada en el espacio público». Un espacio en el que los medios de comunicación necesitan reajustarse para desarrollar una labor que abrace al libro como «uno de los semilleros del pensamiento humano», dado que «se impone la necesidad de que la política empresarial de los órganos culturales responda mejor a su audiencia, y consideren en serio las preferencias de los lectores».
En este sentido, los críticos deberían establecer la diferencia entre las obras de entretenimiento y las literarias, una frontera hoy turbia ante el caudal publicitario, el número de títulos nuevos al mes y lo políticamente correcto —para no herir la susceptibilidad de unos u otros— en el que nos dan gato por liebre continuamente. De este modo, en un ciclo tan regulado de productos culturales, cabe reactivar el modo de respetar lo comercial sin menoscabo de hundir «el legado literario, patrimonio de la humanidad [que] pasa por apuros de subsistencia como espejo válido de las realidades y sueños de la ciudadanía».
Observador infatigable de una sociedad que evita la discusión intelectual verdadera y de una crítica literaria cobarde en sus juicios, denunciador de las hipocresías del mundo universitario y de la parcialidad de los suplementos culturales, Gullón se empeñaba en buscar interlocutores que también pretendieran cuidar a la moribunda Literatura. En este Occidente presuroso de inicios del siglo xxi, hay que intentar su resurrección entre todos, aunque sea difícil encontrar voces hoy que se animen a cuestionar la situación sociocultural que nos rodea. El pesimismo en Occidente tiene mala prensa, y esas voces que no se contentan con lo establecido y lo denuncian mediante artículos o libros son escasas. Si en España Gullón se lanzó a tales tareas, afuera, André Schiffrin expuso su punto de vista al respecto en La edición sin editores (2000) y El control de la palabra (2006).
Más adelante, Schiffrin continuó con su análisis de un ambiente que conoce bien, por su largo paso por las editoriales estadounidenses Pantheon Books y The New Press, pero de una manera tangencial. Se trataba de unas «memorias políticas», como decía el propio autor, en las que se mezclaba una parte netamente biográfica, la más atractiva —la que hablaba de cómo sus padres emigraron a Nueva York— con el recuerdo de su activa participación en asociaciones políticas juveniles en su periodo universitario como «anticomunista prematuro», y su visión final de cómo la globalización se ha «apoderado de la edición mundial».
El modo en que Schiffrin reflexionaba sobre «la nueva ideología del beneficio» que impera en los grandes grupos editoriales es bien conocida, y en estas páginas todo lo que cuenta era muy interesante al respecto de su experiencia personal con Random House y su estupor ante la desaparición de su vieja idea: «El principio clásico de la edición de que los libros de éxito debían subvencionar a los que producían menos dinero». Sin embargo, la explicación de estas «nuevas normas empresariales» y «lo importante que es disponer de medios de comunicación independientes» eran asuntos que el editor parisino ya había tratado, de ahí que lo novedoso para el lector fueran, por un lado, su vida de niño y adolescente francés en el Nueva York de los años cuarenta, su negativa perspectiva de las universidades americanas e inglesas por el otro, e incluso su detallada visión de las políticas gubernamentales americanas en el plano internacional y bélico.
Para los interesados en el macartismo y el espionaje del FBI y la CIA, para los que quisieran saber cómo funcionaba una asociación como la Liga de Estudiantes para la Democracia Industrial, de la que Schiffrin era presidente, Una educación política (Península, 2008) constituía una lectura estimulante. Para los curiosos en saber la forma en que se enseñaba en Estados Unidos, ciertamente pobre en el ámbito de las humanidades, separando la literatura del contexto histórico, y también en Inglaterra (con un programa de estudios abrumador, «un caos»), también el libro ofrecía pasajes iluminadores. Pero, con todo, lo más emocionante era la parte familiar: conocer al padre, Jacques Schiffrin, y el impacto que le suscitó a André la lectura de las cartas que le envió al otro gran André de su vida, su amigo Gide.
Dichas cartas reflejaban el gran dolor que supuso para el fundador de Éditions de la Pléiade tener que emigrar de París ante el acoso nazi y de cómo él y su mujer convirtieron ese peligro en un juego para el chaval, que no fue consciente del enorme sufrimiento que conllevó tal huida. La pobreza, la dificultad de «reconstruir una vida cultural» en Manhattan, el viaje de André a los trece años a Francia en barco a visitar al editor Gaston Gallimard… Sólo la narración de esas experiencias ya justificaba la lectura de un libro poco unitario, algo disperso, pero incuestionablemente atractivo. […]
En una novela de Bohumil Hrabal, Una soledad demasiado ruidosa, el protagonista, después de trabajar treinta y cinco años en una trituradora de papel, se introducía en la máquina y apretaba el botón que lo iba a aplastar. Echándole imaginación, ese podría ser el aspecto caníbal de la literatura actual en Occidente, convertida en muchos casos en disciplina industrial, dependiente de empresas de comunicación, constituyéndose en un Prometeo cuyos órganos son comidos y reconstruidos ad infinitum. Así, hoy el artista está castigado de cara a una pared llena de cifras: es un producto de las finanzas, el stock, el trimestre en las librerías, la trituradora si no logra un mínimo de ventas.
¿Qué significa, dentro de este marco de prisas, de ansiedad económica, de novedades que el tiempo desintegra antes de que su eco caduque de forma natural, el éxito y el fracaso de una obra literaria? Actualmente, los textos son secundarios en beneficio de quien los firma: se compra lo último de Menganito, y las agencias y editoriales buscan la fórmula —siempre su majestad la Novela— que les facilite insertar el original en el mercado. Así ocurre desde 1840, explica Arnold Hauser, cuando «la obra literaria se convierte en mercancía en el sentido más absoluto de la palabra; tiene su tarifa de precios, se confecciona según modelo y se entrega en fecha fija». Balzac o Eugène Sue serán algunos de los autores más aclamados y que más beneficios económicos consigan con este tipo de novelas por partes: «Las lee todo el mundo: la aristocracia y la burguesía, la sociedad mundana y la intelectualidad, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, señores y criados». Pero el que ganará más dinero, entre doscientos y trescientos mil francos al año, será Dumas, que enseguida entenderá la necesidad de recurrir a negros que le ayuden a satisfacer la demanda de unas tramas atractivas y sencillas; en su caso setenta y tres empleados que escriben una impresionante cantidad de páginas y entre los que destaca el erudito historiador Auguste Maquet.
Es el tiempo del folletín, cuando Dumas deja en suspenso la trama de El conde de Montecristo o Los tres mosqueteros para avivar la curiosidad del lector, del cliente fiel que a la semana siguiente adquirirá el periódico donde continúa la historia que le tiene en vilo. Jamás la palabra «producción» se había relacionado con la actividad artística, como advirtió Octavio Paz, hasta que se consolida la Revolución Industrial. Se inaugura, de este modo, el concepto de popularidad en torno al escritor: Balzac, Dickens, Blasco Ibáñez, Simenon, Stephen King, Pérez Reverte. En estos casos, se deduce que el éxito equivale a dinero, a número de admiradores que pagan a cambio de la creatividad de un individuo y su capacidad para entretener.
La otra cara de la moneda, sin embargo, resulta más atractiva, abundante y realista, más próxima a la mayoría: «¿El fracaso? El fracaso es el condimento que le da sabor al éxito», decía en su «Autorretrato» Truman Capote; algo que tiene que ver con lo que estudió Alain de Botton en Ansiedad por el estatus: «Nuestro sentido de la identidad se ve preso de los juicios de aquellos con quienes convivimos». En virtud de cuánto se atienda la opinión ajena, el fracaso y el éxito serán, por consiguiente, relativos; Lev Tolstói, en sus diarios, se preguntaba: «¿Para qué el dinero o la estúpida fama literaria? Es mejor escribir algo bueno y útil con convicción y entusiasmo»; y añadía: «Hay que escribir sin ruido, con tranquilidad, sin tener como objetivo publicar»; y el colmo de la contradicción: «Que mis obras se hayan vendido durante los diez últimos años [1885-1895] ha sido para mí el asunto más doloroso de la vida». Lo cual es difícil hasta para los autores de más talento. En la Navidad de 1922, Virginia Woolf escribía a Gerald Brenan: «¿Acaso no estamos siempre esperando? Y aunque fracasemos cada vez que lo intentemos, lo cierto es que no fracasaremos tan estrepitosamente como habríamos fracasado de no haber estado dispuestos a atacar el todo desde un principio». Woolf recordaba la desesperación que sentía, a los treinta años, al no tener nada digno de publicarse. Una autoexigencia que también proclamaba Julio Cortázar y que Samuel Beckett llevaría a sus últimas consecuencias, pues el sentimiento de repulsión por la propia obra es inherente al escritor, hasta el punto de que «ser artista es fracasar como nadie se atreve a fracasar».
Peor sería, no obstante, para aquellos que morirían sin disfrutar del clamor que el futuro tenía reservado a sus escritos: Mijaíl Bulgákov, calumniado y silenciado por el poder político hasta su desaparición en 1940, no vería cómo el mundo literario se asombraba ante El maestro y Margarita; Giuseppe Tomasi di Lampedusa fallecería meses antes de que se descubriera la magnitud de El Gatopardo aunque, por otra parte, su enfermedad le evitaría padecer los ataques de los críticos contra el relato; la repentina muerte de Robert Musil interrumpiría la escritura de la gigantesca El hombre sin atributos. Los casos son incontables. Hoy mismo, ¿intuiría Roberto Bolaño todas las maravillas, a título póstumo, que se iban a decir de su 2666?
El sueño esclavo, Toni Montesinos
He descubierto que la lectura es un sueño esclavo. ¿No es mejor soñar mis propios sueños?
Ya tenemos en preventa ‘El sueño esclavo. Tríos de artículos de comportamientos literarios‘, la gran obra recopilatoria de la labor crítica de Toni Montesinos (‘Qué leer’ y ‘La Razón’), 600 páginas en la que deambulan libros y literatos, pero sobre todo la pasión por la lectura y la escritura. Un libro imprescindible para los que aman los libros y que estará accesible para el público el 29 de este mes de marzo, aunque ya puede ser adquirido en nuestra web.
Toni Montesinos es, muy probablemente, el crítico literario más prolífico de España de lo que va de siglo XXI, abordando toda clase de lecturas de máximo nivel e interés. Desde diferentes periódicos y revistas, desarrolla una labor ingente, con un sello personal consistente en transmitir amenidad en el estilo, rigor en el conocimiento y sinceridad en el juicio, lo cual le ha granjeado innumerables adeptos. En ‘El sueño esclavo’, Montesinos recoge numerosos textos que ha dedicado a autores universales o motivos literarios, con la original propuesta de agruparlos por tríos sobre la base de «comportamientos». Un festín lector, una celebración por todo lo alto de quien es desde hace veinte años el principal comentarista de libros del diario ‘La Razón’.
EL SUEÑO ESCLAVO | ÍNDICE
Comportamientos literarios: La desmemoria literaria / El éxito del fracaso, el fracaso del éxito / Escritura que se fuma. Comportamientos regionalistas: Letras provincianas / La vieja irlanda nueva / El Sur en la narrativa norteamericana. Comportamientos ambientales: El café como rincón literario / Cementerios letrados / Temperaturas literarias. Comportamientos consolatorios: La utilidad de la literatura / El humor como terapia / Epicuro nos hace felices. Comportamientos sexuales: El miedo y el deseo: escritores y homosexualidad / Freud y el diván del sexo femenino / El pecado sensual de Lolita y el ‘ménage à trois’ de H. P. Roché. Comportamientos femeninos aventureros: Nellie Bly tras las huellas de Phileas Fogg / Dinesen y Markham: vuelos y amores sobre África / Agatha Christie alrededor del mundo. Comportamientos eróticos: Casanova y Sade, lujuria y perversión / Las fotografías de Lewis Carroll / La pornografía como tesoro documental. Comportamientos enamoradizos: Benjamin Constant y Jens Peter Jacobsen: el dolor de amar / Gabriele d’Annunzio: el amor teatralizado / García Márquez: un par de novias y una esposa. Comportamientos epistolares: Una ballena blanca entre Melville y Hawthorne / Henry Miller y sus cartas hamletianas / Miguel Delibes y un destino de 50 años. Comportamientos inadaptados: Leopardi, el cantor solitario / Clarice Lispector: preguntas sin respuestas / Emil Cioran y el tedio como profesión. Comportamientos lingüísticos: La oralidad literaria desde la historia / Sir Thomas Browne: el inventor de palabras / El Quijote habla spanglish, y Sancho, con refranes. Comportamientos navideños: Noche de paz, noche de amor: del villancico español al Dickens navideño / De Irving como antecedente dickensiano hasta el siglo xx / Volver a ser un niño con Agatha Christie y Chesterton. Comportamientos urbanos: La Barcelona novelizada / Londres en la historia y bajo tierra / Conexión Dublín-Sevilla. Comportamientos infantiles: El lobo siempre viene: cuentos de hadas clásicos / Pippi Långstrump: las dos trenzas más célebres / El corazón adulto de Gloria Fuertes y las fábulas de La Fontaine. Comportamientos superventas: Vicente Blasco Ibáñez y Corín Tellado / J. K. Rowling: la magia de hacer leer / Stieg Larsson: revivir con la firma de otro. Comportamientos argentinos: Juan Filloy y los títulos de siete letras / Los amigos de Borges / Ayer, hoy, siempre Cortázar. Comportamientos ciencia-ficticios: El género más apasionante de la galaxia / Viajes en el tiempo en territorios distópicos / Ray Bradbury: escribir para no morir. Comportamientos detectivescos: Letras en torno a Sherlock Holmes / El criminal igual que el escritor / La materia gris de Hercules Poirot. Comportamientos premiados: Los Nobel de la controversia / Mario Vargas Llosa y la fraternidad literaria / Lara y los premios Planeta. Comportamientos lugareños: La Trieste de Italo Svevo y Claudio Magris / El París de Patrick Modiano / Ring Lardner y E. B. White en Nueva York. Comportamientos españoles: Baroja, el huraño criticón / C. J. Cela: poeta vagabundo de la España negra y la América dictatorial / La hispanomanía, la hispanibundia y la hispanofobia. Comportamientos medievales: 700, un número en común de Dante y Petrarca en el siglo xxi / ‘Juego de tronos’: la realidad medieval hecha ficción / Arturo: el monarca de la magia. Comportamientos marítimos: Robinsones a bordo del barco de la literatura / Un tesoro de lectura: Robert Louis Stevenson / Conrad, Lowry y el mar de la escritura. Comportamientos terroríficos: Criaturas inmortales desde un volcán / Frankenstein y el legado de una madre / Bram Stoker, vampirizado por su Drácula. Comportamientos decadentistas: Malditos y dandis desde Baudelaire / Valle-Inclán y los tipos de bohemios / Rilke, angelical y apátrida. Comportamientos crítico-literarios: El crítico literario como autoridad / Harold Bloom o el buscador de genios / Del crítico historicista al artístico.Comportamientos periféricos: Un africano y un indio en el Caribe: Walcott y Naipaul / El implacable lector J. M. Coetzee / Las añoranzas de juventud de Mircea Cărtărescu. Comportamientos diarísticos: El diario viajero de James Boswell con Samuel Johnson / Memorias literarias día a día: de los hermanos Goncourt a Trapiello / Jornadas enfermas y solitarias: Katherine Mansfield y Sándor Márai.
Toni Montesinos.
Toni Montesinos (Barcelona, 1972) es crítico literario de ‘La Razón’ y redactor jefe de ‘Qué Leer’. Ha publicado cuatro novelas: ‘Solos en los bares de la noche’ (2002), ‘Hildur’ (2009 y 2015), ‘La soledad del tirador’ (El Desvelo, 2017) y ‘El fantasma de la verdad’ (El Desvelo, 2018). Sus últimos libros son ‘El dios más poderoso. Vida de Walt Whitman’ (2019), ‘El fruto de la vida diversa. Artículos sobre literatura norteamericana’ (2020) y ‘Palabrería de lujo. De la Ilustración hasta Houellebecq’ (2021).