De Chateaubriand a Rochejacquelein, o la decepción como camino hacia la escritura
Claire de Duras, aristócrata ella, vivió la decepción en aquello que más amaba: sus amigos y sus hijos. De sus amigos, Chateaubriand, del que fue mentora y era un asiduo a su salón intelectual, fue el que más la decepcionó; y de su hija, Félicie, lo mismo cuando emparentó con un vástago destacado de una familia ultra de la Vandée: Henri de la Rochejacquelein. Sola y amargada, decidió escribir. Lo cuenta muy bien José Ramón San Juan, traductor de ‘Olivier o el secreto’ y prologuista de esta novela de la infeliz Claire de Duras.
El amor sin sexo, pero apasionado, exigente y absorbente que la duquesa sentía por el seductor y trepador Chateaubriand pasó con frecuencia de la devoción inicial a la crítica sin ambages. Ambos se trataban en sus cartas como “querido hermano” y “querida hermana”, pero ello no evitó que Claire llegase a calificarle como “tiránico niño mimado” ni que él, en respuesta a sus exigencias y objeciones, declarase estar harto de sus “gruñidos” e incluso sugiriese que “chocheaba”. Veamos lo que escribe la duquesa a su crecientemente elusivo “hermano”: “Cuando siento tanta sinceridad, tanta abnegación en mi corazón por usted, que pienso que desde hace quince años prefiero lo que es usted a lo que soy yo, que sus intereses y sus asuntos prevalecen sobre los míos, y eso muy naturalmente, sin que yo tenga el menor mérito, y pienso que usted no haría el más ligero sacrificio por mí, me indigno contra mí misma por mi locura. (…)
“Para desesperación de Claire, en esa época, en torno a 1818-1819, al fiasco de su “querido hermano” se suma el de su hija predilecta y la más parecida a ella por su carácter fuerte y apasionado. Félicie, casada a los 14 años con el príncipe de Talmont y viuda sin hijos tres años después, se desposa a los 21 años con el conde de la Rochejaquelain, catorce años mayor que ella y perteneciente a una familia ferozmente ultra de la Vendée, con cuyas ideas comulga fervientemente. Claire, cuyas presiones fueron inútiles, no asiste a la boda, enferma y decide alejarse de París. Así, supuestamente bajo el consejo de Chateaubriand, comienza a escribir.