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‘Bibliomanía’, en el 200 aniversario del nacimiento de Flaubert

El pasado mes de diciembre, el día 21, se cumplía el 200 aniversario del nacimiento de Flaubert. Desde entonces han aparecido nuevas publicaciones que se suman al amplio catálogo que ya había y que prácticamente recoge la totalidad de su obra.

Nosotros hicimos nuestra pequeña aportación con la publicación de los relatos de juventud del autor de Rouen en un volumen, ‘Bibliomanía’, traducido por Ana Isabel Fernández Rubio.

Cuatro relatos integran este volumen. ‘Bibliomanía’ es la historia truculenta de un librero de Barcelona que, obsesionado por los libros, no duda en llegar hasta el crimen. ‘Un perfume para oler’ o ‘Los acróbatas’ es cuento de saltimbanquis en el que una mujer fea y buena es despreciada a causa de su fealdad y acaba arrojándose al Sena: el cadáver está minuciosamente descrito con términos científicos. Es una historia de desgracia inmerecida que el autor expone como protesta contra el orden establecido. ‘Sueño infernal’ es cuento fantástico situado en el mundo de los demonios y trata de la historia de un hombre que no tiene alma. Finalmente, ‘Quidquid volueris’ presenta a un ser, hijo de una mujer y un mono, al que la desesperación conduce al crimen.

La vida de Gustave Flaubert (1821-1880) discurrió siempre vinculada al acto de escribir. “Soy un hombre-pluma. Siento a través de ella, a causa de ella, con relación a ella, y mucho más con ella.”, escribe a Louise Colet en enero de 1852. Y si, para él, su verdadera biografía son sus obras (‘Madame Bovary soy yo’), obras que sin embargo están construidas a partir de un presupuesto de impersonalidad que no permite entrever explícitamente nada del autor, lo que podemos conocer de su vida, sus ideas, sus gustos, sus concepto del arte, el sentido de su escritura, la génesis de sus libros, lo encontramos en otro ejercicio de escritura, su abundante correspondencia de casi cuatro mil cartas, iniciada a los nueve años de edad y dirigida a lo largo de su vida a compañeros, amigos, familiares, escritores, amantes…

Ya en sus primeras cartas, las que mandaba a su amigo de colegio, Ernest Chevalier en 1830, a la edad de nueve años, la escritura aparece como un objetivo vital: “Si quieres, podemos asociarnos para escribir, yo escribiré comedias y tú escribirás tus sueños…”. La correspondencia con Chevalier nos hace conocer al Flaubert de los últimos cursos de instituto, cuando tiene entre quince y dieciocho años.

A esa edad ya ha pasado noches enteras escribiendo y sus proyectos literarios tienen la envergadura de los de un autor consagrado. Como muchos jóvenes de la época, el que será el maestro de la novela realista está inmerso en pleno romanticismo y sus escritos reflejan la influencia de sus lecturas: Goethe, Hoffmann, Hugo, Byron, Musset, lo que se traduce en una imaginación exaltada y una atracción por lo sobrenatural. No hay que olvidar que Flaubert, hijo del cirujano-jefe del Hospital de Rouen, nació y se crió en un hospital, circunstancia que contribuyó indudablemente a su visión triste y pesimista del mundo, inculcándole al mismo tiempo el gusto por la ciencia y por la observación meticulosa y objetiva.

Librerías con Bibliomanía (hay más pero no las tenemos controladas)

El Corte Inglés, Sevilla, Zaragoza, Valencia, Madrid (Preciados, Goya, Castellana)

FNAC

Casa del Libro

Troa (Nebli, Madrid; Librería Universitaria Pamplona; Zubieta, San Sebastián)

Elkar, San Sebastián

La Central

Laie, Barcelona

OMM Campus, madrid

Biblioteca de Babel, Palma de Mallorca

Calders, Barcelona

La impossible SCP, Barcelona,

La Llar del Llibre Centre, Barcelona

La Mulassa Novea, Barcelona

Literanta, Palma de Mallorca

Mon de Llibres, Manacor

Ombra, Barcelona (Rubi)

Santos Ochoa, Barcelona

Cálamo, Zaragoza

Central Librería, Zaragoza

Ambra Llibres, Valencia (Gandía)

Argot, Castellón

El Puerto, Valencia (Puerto de Sagunto)

Leo, Valencia

París Valencia 3 SL, Valencia

Railowsky 2, Valencia

Ali i Truc, Alicante

Diego Marín, Murcia (Espinardo)

Popular Libros, Albacete

Santos Ochoa, Alicante (Torrevieja)

Méndez, Madrid

El Aleph, Madrid

Lex Nova Jurídica, Madrid

Rafael Alberti, Madrid

Universitas A Escolar y Mayo, Madrid

Visor Libros, Madrid

Aranbide, Vitoria

Auzolan, Pamplona

Castroviejo, Oviedo

Cerezo, Logroño

Cervantes, Oviedo

Estvdio, Santander

Etxean, Bilbao

Gil, Santander

Gómez, Pamplona

Liceo, Torrelavega

Maribel, Oviedo

Ojanguren, Oviedo

Peman, Erandio (Vizcaya)

Santos Ochoa, Logroño

Tin Tas, Bilbao

Walden, Pamplona

Eixo, Orense

Encontros, Santiago (La Coruña)

Follas Novas, Santiago (La Coruña)

Gallaecia, Santiago (La Coruña)

Librouro, Vigo (Pontevedra)

Tanco, Orense

Trama, Lugo

Versus, Vigo

Xiada, La Coruña

Agapea Factory, Málaga

Beta (Córdoba, Huelva, Cádiz, y Sevilla (Luis Montoto, República Argentina, Viapol, Sierpes))

Lual, Almería y Málaga

Manuel de Falla, Cádiz

Picasso, Granada

Rayuela, Málaga

Libros Prohibidos, Ubeda (Jaén)

Cervantes, Salamanca

Hydria, Salamanca

Oletum, Valladolid

Pastor, León

Santiago Rodríguez, Burgos

Margen, Valladolid

Retrato de una obsesión: Bibliomanía… de Flaubert

En una calle de Barcelona, estrecha y sin sol, vivía, hace poco tiempo, uno de esos hombres de aspecto pálido, sin brillo en los ojos, vacío, uno de esos seres satánicos y extraños, como los que Hoffmann desenterraba en sus sueños.

Era Giacomo el librero; tenía treinta años, y ya aparentaba viejo y gastado. Era alto, pero encorvado como un anciano; su cabello era largo, pero blanco; sus manos eran fuertes y nerviosas, pero resecas y cubiertas de arrugas; su traje era miserable y desigual; tenía un aire patoso y avergonzado, su rostro era pálido, triste, feo, e incluso insignificante. Rara vez se le veía en las calles, excepto los días en que se subastaban libros raros y curiosos. Entonces, ya no era el mismo hombre indolente y ridículo. Sus imagesojos se animaban, corría, caminaba, pataleaba; apenas podía contener su alegría, sus inquietudes, sus angustias y sus dolores. Regresaba a su casa jadeante, sin aliento. Tomaba el preciado libro, lo acariciaba con su mirada, lo contemplaba y lo amaba, como un avaro a su tesoro, un padre a su hija, un rey a su corona.

Este hombre nunca había hablado con nadie, a excepción de los libreros y anticuarios. Era taciturno y soñador, oscuro y triste; sólo tenía una idea, un amor, una pasión: los libros. Y ese amor, esa pasión le ardía dentro, consumía sus días, devoraba su existencia.

A menudo, por la noche, los vecinos veían, a través de las ventanas del librero, una luz vacilante, luego avanzaba, se alejaba, subía, y algunas veces se extinguía. Entonces oían llamar a su puerta, y era Giacomo que venía a encender de nuevo la vela que una hoja había apagado […]

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