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Estrenamos 2023 con ‘La mecedora de Beckett. Enunciados de lo indecible’, de Fernando Abascal

La mecedora de Beckett‘, de Fernando Abascal.

La decimotercera entrega de los Textos Insólitos aborda desde todas las perspectivas la incomensurable figura de Beckett. ‘La mecedora de Beckett. Enunciados de lo indecible’, de Fernando Abascal, es el resultado de una amplia reflexión de los principios nucleares de la obra del escritor irlandés, algo que el autor aborda y transmite con talante divulgativo, intentando penetrar en lo indecible, intentado convertir en fallido el aparente hermetismo de la obra y del lenguaje.

La obra saldrá al mercado en toda España el 30 de enero al precio de 12 euros, aunque ya puede reservarse tanto en la librería habitual como en los canales de venta online.

Samuel Beckett estrenó en 1981 Rockaby, uno de sus monólogos para mujeres más intensos. En este drama, una envejecida mujer permanece sentada en una mecedora, un recurso reiterado en sus obras y de fértil simbolismo -senectud, sosiego, paso del tiempo, sueño, ritmo, latido…- Pongamos que es el mismo Beckett quien se balancea en su mecedora y quien, desde dentro y desde fuera de sí mismo, en una dislocada alteridad y cuestionando el sistema de representación del lenguaje, nos habla de la imposibilidad de toda tentativa de comunicación verbal, de lo fallido de nuestras percepciones y de la defunción de la esperanza, toda una poética del silencio y de ese credo estético del fracasa mejor que enunció en su obra Rumbo a peor (1983).

Este volumen no es un ensayo académico, ni lo pretende. El autor tiene el suficiente pudor para manifestar que nada sustancial sabría añadir a lo mucho dicho y escrito, todo un diluvio crítico, sobre la obra del irrepetible autor irlandés, un creador de perenne vitalidad que supo descolonizar el lenguaje, devolver a las palabras su pureza germinal a la vez que su desolador silencio, y mostrarnos, desde una turbadora perplejidad, incluso mediante una lengua ajena, la incomunicabilidad trágica, no exenta de ternura, humor y parodia, del ser humano.

Samuel Beckett, en 1977

Más bien, este libro insólito es el resultado de una lectura muy personal y tal vez algo impertinente y redundante, sin notas a pie de página y conscientemente huérfana de bibliografía, de la obra de Beckett y de la resonancia que en mí generan su escritura y su pensamiento. Una escritura de la penuria, como el autor la definió, caracterizada por un estilo que renuncia a las posibilidades retóricas que le ofrece el lenguaje, adelgazado este hasta el silencio. Y es que Beckett exploró como nadie lo había hecho antes la grieta que separa la vida del lenguaje que la nombra o pretende explicarla. Lenguaje como simulacro incapaz de trinchar la realidad, de pensar el mundo; literatura como desvanecimiento; habla como reiterativo balbuceo o cháchara que sostiene a los personajes de sus obras: lisiados, mendigos, vagabundos, tarados… entes sin función simbólica que no pretenden otra cosa que dejar de significar, que se limitan a esperar en unos espacios informes, sin identidad, una tierra de nadie donde todo es innombrable, salvo el tiempo. Nothing to tell y, sin embargo…

Ese es, en definitiva, el propósito de Fernando Abascal: abrir una conversación para distraer la espera entre tres interlocutores: Samuel Beckett, el lector y el autor, sobre algunos conceptos nucleares en su obra: el lenguaje, el silencio, el tiempo, el espacio, los personajes, las cosas. Hechizados por la nada, acunados por el vaivén de la mecedora, sabiendo de la imposibilidad de entender y reflejar estética y ontológicamente el mundo a través del lenguaje; descreyendo de las mismas palabras; a pesar de todo, de nada y de la nada, incluso del mismo silencio, Fernando Abascal osa enunciar lo indecible.

FERNANDO ABASCAL: Catedrático de Instituto y profesor en el Centro Asociado de la UNED en Cantabria, también ha impartido clases y cursos de literatura en la Universidad de Cantabria y en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Es autor de numerosos artículos y estudios sobre temas literarios, así como de los libros de poemas:  De palabra, La memoria del cuerpo, Manual para cruzar el mar, Los poemas ásperos y Torre Hölderlin.

Fernando Abascal.
Fernando Abascal.

FERNANDO ABASCAL: Catedrático de Instituto y profesor en el Centro Asociado de la UNED en Cantabria, también ha impartido clases y cursos de literatura en la Universidad de Cantabria y en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Es autor de numerosos artículos y estudios sobre temas literarios, así como de los libros de poemas:  De palabra, La memoria del cuerpo, Manual para cruzar el mar, Los poemas ásperos y Torre Hölderlin.

Claire de Duras, precursora de la igualdad, el feminismo y la identidad sexual

Claire de Duras.

Es curioso que tengamos que retornar a principios del siglo XIX para darnos cuenta de que uno de los principales escollos que sigue trayendo de cabeza a nuestro mundo civilizado, la igualdad entre hombres y mujeres, así como la identidad sexual, fueron abordados por una de nuestras autoras más ilustres. Claire de Duras, de la que El Desvelo publicó ‘Olivier o el Secreto’, novela epistolar que escribió en 1823, y cuyo texto, considerado como la versión definitiva, fue traducido y prologado para nosotros por José Ramón San Juan.

Pero ¿Qué tiene de especial Olivier y qué secreto oculta? Pues, según San Juan, Olivier o el secreto protagonizó una hazaña única en los anales literarios. La historia, en la que se basa el libro y cuyo secreto tiene relación con el rechazo de un hombre a la mujer que ama, fue plagiada por Henri de Latouche que incluso tituló su libro igual que Duras. Posteriormente, autores de la talla de Stendhal o André Gide se basaron en Olivier, pero sin su secreto, para producir unas novelas de éxito cuyo argumento es misteriosamente parecido al Olivier original.

La razón de tanta expectación por la obra de Claire de Duras, siempre bajo el criterio de José Ramón San Juan, autor también de la novela de Duras que publicamos -‘Olivier o el secreto‘-, es debida a una serie de motivos. Entre los cuales destaca el éxito, no sólo en Francia sino también en Europa, que tuvo la escritora con dos de sus novelas anteriores: Ourika y Edouard; especialmente la primera, por la cual se la considerará más tarde como una de las escritoras precursoras del feminismo y, en concreto, una defensora de la igualdad de raza, en contra de la supremacía blanca y la esclavitud.

La propia escritora despertaba cierta envidia entre sus colegas masculinos reacios al éxito de una mujer que pertenecía a la aristocracia y, por lo tanto, considerada ociosa.

Es la personalidad de la autora de ‘Olivier o el secreto’ la que se termina imponiendo en sus obras. Fue una mujer excepcional en el Antiguo Régimen. Fundó un salón en apariencia literario pero en donde se hablaba de política. En el caso de Claire de Duras, con unas ideas e inquietudes políticas liberales como las de su padre, guillotinado por girondino, se reveló como defensora de la monarquía parlamentaria y de la democracia en una Francia absolutista.

Claire de Duras tuvo, sin embargo, una vida desafortunada a pesar de su posición, ya que era demasiado sensible e inteligente para los gustos de la época. Enamorada platónicamente de su amigo Chateaubriand con el que mantuvo una interesante correspondencia y al que apoyó y ayudó en su carrera política, no alcanzó ninguna contraprestación amorosa por parte de éste.

En el ámbito estrictamente literario, escribió en poco tiempo tres novelas cortas, entre las que se encuentra ‘Olivier o el secreto’. Las tres tuvieron como nexo de unión los amores desgraciados por varios factores entre los que se encuentra la desigualdad de sexo, raza o el, en el caso de ‘Olivier o el secreto’, la identidad sexual del protagonista. Y no es hasta muy entrado el siglo XX cuando una vez revisados estos textos se les excluyó de la injusta catalogación de novelas sentimentales para darle el sitio que se merecían como escritos elaborados por una mujer muy superior a su época y de la que Chateaubriand, quizá atormentado por el desdén con el que la trató, llegó a decir en sus ‘Memorias de Ultratumba ‘: “El calor del alma, la nobleza de carácter, la elevación del espíritu, la generosidad del sentimiento hacían de ella una mujer superior”.

No queremos dejar de hacer mención en el recuerdo a la figura de Duras del tristemente desaparecido José Ramón San Juan, quien introdujo a la perfección y tradujo las epístolas de Olivier. Tampoco sería justo no hacer mención del ilustrador Javier Jubera, quien se encargó de la imagen de cubierta de Olivier o el secreto.

‘Demasiada belleza concentrada’: los museos según Lydie Salvayre

Caminar hasta el anochecer, de Lydie Salvayre.

No, le dije, no gracias, no me gustan los museos, demasiada belleza concentrada en el mismo lugar, demasiado genio, demasiada elegancia, demasiada inteligencia, demasiado esplendor, demasiadas riquezas, demasiadas carnes expuestas, demasiados pechos, demasiados culos, demasiadas cosas admirables. Resultado: las obras amontonadas se aplastan las unas a las otras como los animales comprimidos de un rebaño y la singularidad propia de cada una queda inmediatamente apagada. Luego añadí, mira, lo malo de los museos es que la transición hacia el exterior se produce siempre de una manera demasiado brutal, quiero decir sin la más mínima preparación. Habría que acondicionar pasillos, algo así como cámaras de descomprensión, rellanos de readaptación a lo mediocre, para volver a acostumbrarse progresivamente a la fealdad, de modo que al salir de esa sobredosis de arte que de tan sublime provoca náuseas, al pisar de nuevo la calle, la vuelta a la vida diaria tan imperfecta, tan gris, tan chunga a veces, se lleve a cabo más tranquilamente, ¿comprendes?

Caminar hasta el anochecer. Traducción: Marta Cerezales Laforet.

‘Elogio del fracaso’: La crítica francesa ante ‘Caminar hasta el anochecer’

Caminar hasta el anochecer, de Lydie Salvayre, es un texto extraordinario, difícil de clasificar, entre el ensayo y la autobiografía parcial a partir de la experiencia de una noche encerrada en el museo Picasso de París con ocasión de una exposición de Giacometti. Una obra esencial en la bibliografía de Lydie Salvayre.

Con un lenguaje corrosivo e irónico, Lydie Salvayre utiliza el pretexto de esa noche pasada en el museo Picasso para cuestionar el ambiente artístico y sus instituciones y tratar de explicar su propia relación con la cultura a partir de su infancia en un barrio de emigrantes y con un padre maltratador. De Giacometti elogia su radicalidad, sus fracasos reivindicados y su infinita modestia.

El libro tuvo una excelente crítica tanto en Le Monde como en Le Nouveau Magazine Littéraire, L’Humanité, Le Matin y otras publicaciones culturales.

Caminar hasta el anochecer, de Lydie Salvayre

Ya tenemos a la venta el libro ‘Caminar hasta el anochecer’, de Lydie Salvayre.

El libro fue recibido en su momento en Francia con unánimes elogios. Estos son algunos de ellos:

«Un texto de una fuerza y honestidad intelectual poco comunes.» Le JDD

«Una lección estética, cultural y social impartida con una generosidad colérica.» Le Soir

«Nos encanta cuando se enciende, cuando se rebela, cuando se aventura en sus propios atrincheramientos.» Livre

En Le Soir.

‘Caminar hasta el anochecer’, un extracto

Sin duda, el arte no valía nada. El arte era incapaz de cambiar el mundo y el mundo en nosotros. El arte era incapaz de detener su camino hacia un desastre que nos negábamos a ver. El arte era incapaz de volver buenos a los malos. El arte era incapaz de contraponerse a los poderes asesinos, de derribar un orden en el que las finanzas decidían ferozmente el valor de todo, y de levantar a los pueblos sometidos a las más infames tiranías. El arte se revelaba impotente para conjurar el odio, la venganza, el resentimiento y todas las pasiones tristes que prosperaban en nuestra época y que lentamente pervertían nuestras mentes. El arte no conseguía defendernos de esa fealdad que nos rodeaba y nos penetraba, ni a apartarnos de las diversiones mediocres que envilecían nuestros corazones. El arte no podía nada contra el hecho de que vivir dolía.

Había, sin embargo, algo seguro: a veces el arte añadía a nuestras alegrías y nuestro deseo de vivir, a veces desafiaba soberanamente a la muerte o implacablemente nos la recordaba, a veces aguzaba nuestro rechazo de un mundo que formateaba tanto nuestros cuerpos como nuestras almas, a veces exaltaba nuestro gusto de lo imposible cuando nos intimaban a no esperarlo y reanimaba nuestro gusto de lo inútil cuando por todas partes prevalecía el espíritu de lo útil, a veces hacía aflorar nuestro deseo inquebrantable de soñar y de ser libres sin el cual no podíamos vivir, y nos devolvía el gusto olvidado de los colores tan amados en la infancia, el rojo sobre todo, el gusto de las figuras y los objetos, de su materia y su luz, de la belleza de las cosas regaladas y simples que estaban en este mundo y que no sabíamos ver.

Sin duda, el arte no vale nada, pero nada es tan valioso como el arte. 

Traducción: Marta Cerezales Laforet

Estampas de mujer

Estampas de mujer

“En Francia,  el siglo XIX fue un periodo de grandes turbulencias y de inestabilidad política. En 1799 el golpe de estado del 18 Brumario por parte de Napoleón Bonaparte acaba con la revolución de 1789 y a lo largo del siglo se producen profundos cambios con un fondo de crisis y rupturas que originan cada vez nuevos regímenes políticos: dos imperios (1803-1814 ; 1852-1870), tres monarquías (1815-1824; 1825-1830; 1830-1848) dos repúblicas (1848-1852, 1870) y tres revoluciones (1830, 1848, 1871). Simultáneamente los descubrimientos científicos y técnicos transforman también  la sociedad francesa. Al debilitarse la influencia de la nobleza y el clero, la burguesía liberal y reformadora se afirma como la clase social dominante, estimulando el auge industrial y asociando el poder al dinero. Surge una nueva clase, la del proletariado, menos conservadora que la de los campesinos. La condición femenina sin embargo, sufre un retroceso en relación con el siglo anterior. A pesar de que muchas mujeres participaron en la revolución de 1789, en la de 1848 y luego en la defensa de París y en la Comuna en 1870-71, su lucha no les reportó grandes beneficios. Los hombres que detentaron el poder a lo largo del siglo, ya fueran revolucionarios o conservadores, estaban de acuerdo en un punto: el lugar de la mujer es la casa, no la ciudad y aún menos la tribuna de una asamblea; y, si al final del siglo, las mujeres obtienen finalmente algunas victorias (acceso a la enseñanza secundaria y la universidad, divorcio, posibilidad de nuevas profesiones) tendrán sin embargo que esperar hasta 1944 para iniciar con el sufragio universal el duro camino hacia la igualdad.

Todos estos cambios políticos y sociales se acompañan de una efervescencia de ideas y de movimientos literarios (novela, poesía) y artísticos (pintura, escultura, música) que evolucionan íntimamente asociados.

En 1830 Victor Hugo presenta su obra de teatro Hernani que representa el espíritu del romanticismo, movimiento tanto artístico como político que define a la mayoría de las obras  y los autores de la época, tales como Balzac, Stendhal, Hugo o Lamartine en literatura, Derlacroix y Géricault en pintura, Berlioz en música. El romanticismo rompe con las formas rígidas del clasicismo, da rienda suelta a la expresión individual y a los sentimientos, y quiere dar voz al pueblo que hasta entonces había carecido de ella. Posteriormente, la generosidad y el ideal dan paso a un cierto realismo en el estilo y los asuntos tratados. El realismo, que tiene su origen en la pintura, especialmente en Courbet, desea en literatura describir la realidad sin idealizarla, lo que comporta la adquisición de nuevos temas que ponen de manifiesto los cambios que se han producido en la sociedad, tales como el ascenso y la caída social (Stendhal en El rojo y el negro) o el  poder del dinero (Balzac, El padre Goriot) . La descripción detallada, tanto en los retratos de los personajes como en la descripción de los lugares y los interiores procura  un efecto de veracidad. Balzac, que en 1845 decidió reunir toda su obra (noventa y un volúmenes entre novelas y cuentos) bajo el título de La comedia humana , que él mismo define como “la pintura de toda la sociedad”, es considerado el precursor de este movimiento y Flaubert el principal representante, aunque él rechazaba cualquier clasificación, con la publicación de Madame Bovary y La educación sentimental. Este realismo se afirma aún mas en los escritos de Maupassant, de los hermanos Goncourt y más tarde de Emile Zola, jefe de fila del naturalismo, visión literaria que  quiere representar la realidad partiendo de la observación y de la investigación científica. Zola, inspirándose en La comedia humana, reúne veinte de sus novelas bajo el título de Los Rougeons Macquart, Historia natural y social de una familia bajo el segundo imperio  y pretende también describir la transformación de la sociedad de manera exhaustiva, sin olvidar ninguno de los adelantos de la época: urbanismo parisino, grandes almacenes, desarrollo del ferrocarril, aparición del sindicalismo moderno etc.

Tanto  en el realismo como en el naturalismo, los temas y los problemas son inseparables de la sociedad  que los produce y que en principio debería estar preparada para recibirlos. Sin embargo eso no se lleva a cabo sin fricción. El artista realista, que describe sin concesión la vida moderna, ofende a parte de esa sociedad y la estética realista es objeto de polémica a lo largo del siglo. La publicación de Madame Bovary en 1856 escandalizó a la burguesía francesa, pero el proceso judicial al que fue sometido el libro, contribuyó a su éxito. Hoy Madame Bovary es considerada la primera novela moderna.  

Al mismo tiempo prolifera la novela corta y el cuento, de los que Guy de Maupassant es el mayor exponente y que en mayor o menor medida también han frecuentado los demás escritores. Los cuentos tratan los mismos temas y utilizan las formas de escritura  de la novela, suelen publicarse primero en revistas o periódicos donde también se imprimen por entregas la mayoría de las novelas. Entre los distintos asuntos, hay que destacar, tanto en las novelas como en los cuentos del siglo XIX, el vivo  interés por la mujer y por sus circunstancias. 

Escritores como Stendhal, Balzac, Zola, Flaubert, Hugo, Maupassant  Barbey d’Aurevilly, Théophile Gautier, Lamartine, Mérimée, Musset, Vigny, Villiers de l’Isle-Adam, o Baudelaire,  nos transmiten una imagen de la mujer a través de personajes procedentes de todas las clases sociales, espejos de una sociedad en plena mutación que reflejan el lugar y el papel que representaban en ella las mujeres. 

En esta pequeña selección de relatos vemos desfilar algunos  de los tipos o estereotipos conocidos: burguesas, grandes damas, mujeres virtuosas pero también mujeres adúlteras, campesinas,  obreras, mujeres artistas, cortesanas, prostitutas. En todos los casos son estampas de mujer vistas por hombres pero hombres que son al mismo tiempo grandes escritores de la literatura francesa: Honoré de Balzac (1799-1850), Auguste Villiers de l’Isle-Adam (1838-1889), Guy de Maupassant (1850- 1903), Théophile Gautier (1811-1872) y Émile Zola (1840-1902), lo que convierte  los estereotipos en personajes femeninos diversos y singulares. A través de estos relatos, que en si mismos tienen un incuestionable valor literario, podemos vislumbrar un tema vasto y complejo como es el de la situación de la mujer y de las diversas formas que adopta en el pensamiento y la cultura francesa del siglo XIX.”

Del prólogo de Marta Cerezales Laforet,
encargada de la selección y traducción

1.- LA SEÑORA:
Honoré de BALZAC: Estudio de mujer.
Honoré de BALZAC: El mensaje.
Guy de MAUPASSANT: El bigote.
2.- LA CAMPESINA:
Guy de MAUPASSANT: Historia de una criada de granja.
3.- LA OBRERA:
Émile ZOLA: El amor en la buhardilla.
Émile ZOLA: Con qué sueñan las pobres chicas.
4.- LA MANCILLADA:
Guy de MAUPASSANT: Señora Bautista.
5.- LA PROSTITUTA:
Auguste VILLIERS DE L’ISLE-ADAM : Flores de tinieblas.
Auguste VILLIERS DE L’ISLE-ADAM : Las señoritas de Bienfilatre.
Guy de MAUPASSANT: Odisea de una chica de la calle.
6.- LA ARTISTA:
Émile ZOLA: La señora Sourdis.
7.- LA MUERTA ENAMORADA:
Auguste VILLIERS DE L’ISLE-ADAM : Vera.
Théophile GAUTIER: Ónfale. #estampasdemujer

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