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De escritor a escritora: Francisco Taboada escribe sobre la novela de Patricia Rodríguez ‘Pinar, piscina, plenilunio’

Un libro hermoso, tanto como pueda serlo una bomba repleta de cables de colores con la cuenta atrás activada

Patricia Rodríguez
Fotografía de Francisco Taboada
Francisco Taboada

Pinar, piscina, plenilunio, de Patricia Rodríguez (Valladolid, 1975) es un libro hermoso, tanto como pueda serlo una bomba repleta de cables de colores con la cuenta atrás activada. Su precisión analítica, su belleza formal, su poética corrosiva, no dan tregua en un ajuste de cuentas con y contra esa generación española de postguerra que en los años 80 intentó huir de la realidad agobiante de las ciudades hacia unas pretenciosas urbanizaciones rurales veraniegas que pondrían en evidencia todas sus imperfecciones. Burgueses que perseguían el sueño impostado de las películas americanas, con su parcela de tierra acotada, su piscina deslumbrante y la casa de diseño personal e intransferible; rodeados por una Naturaleza de la que se protegían con barreras artificiales que remarcaban sus deseos de propiedad, estatus, lejanía, sin sospechar que sus aspiraciones efímeras estaban destinadas a un abandono triste, patético. Nada de eso quedaría para el futuro porque ellos no llevaron nada, solo cosas,  aire viciado y mentiras.

      Dividida en tres partes, tiene a la Infancia como juez implacable de todas las acciones. Comienza con un grupo de niños prepúberes que viven con plenitud la libertad que otorga el verano, las bicicletas, la aventura permanente, el descubrimiento de las claves de la existencia. Narrada en primera persona del plural, alterna el Nosotros y el Nosotras para destacar el contraste entre su pureza, que están a punto de abandonar, y la turbiedad de los Adultos, que les ofrecen un panorama nada deseable y sin embargo inevitable porque se abalanza sobre ellos. Temen que acabarán convertidos en sus padres porque “hacerse mayor es eso, la pérdida progresiva de capacidades para existir adecuadamente”, y por eso se aferran a su ingenuidad como la última tabla de salvación. La adultez es lo oculto, lo real, lo irremediable, todo lo que esconde el Pinar donde habitan sus miedos. Se saben frágiles, pequeños, pero dotados para las interpretaciones maravillosas que están destinados a perder. Hay un constante reproche hacia sus padres, que los protegen físicamente pero no les están legando el soporte moral que necesitan para enfrentarse a la intemperie de la sociedad en la que viven. Cada verano que pasan allí no los fortalece, los debilita, deben vivir con intensidad y al regresar a la ciudad y a sus clases dejan allí el cadáver de ese año, una versión completa de sí mismos que ya no reconocerán cuando vuelvan.

    En la segunda parte, Piscina, narrada en primera persona por una mujer adinerada que recibe a sus vecinos para conocerlos e inaugurar su casa, encontramos la raíz del mal del que se nos prevenía en la primera parte. Eso son, eso somos, los adultos, seres vulnerables que se esconden detrás de máscaras que los representan y a la vez los suplantan. Nada es natural, todo son convenciones, reflejos en el espejo distorsionado de cada persona, que confunde lo que refleja con lo que es. Fachadas, como las de sus casas, con diseños arquitectónicos llenos de errores de interpretación que convierten en un laberinto lo que debió ser diáfano pero no lo es porque su realización fue delegada. Ellos son la sociedad, no hay escapatoria, deben ser retratados como grotescos con el humor amargo de la narradora. Además, la peripecia en la que se desenvuelven, su encierro provisional, se la atribuyen a los niños con una desfachatez que raya en lo simbólico. La prosa se vuelve entonces alambicada, con una sintaxis claustrofóbica: “la mirada del adulto mide la bondad de sus sentimientos como algo imposible de preservar… es el desencanto de crecer y extinguir la vocación innata para el amor con la que empezamos a vivir”. La Infancia, de nuevo, como referente, el lugar que no debimos abandonar, el tambor de hojalata que aún resuena en nuestra memoria dañada.

   La tercera parte, Plenilunio, como era de esperar, se dedica a las consecuencias. La que narra los hechos es ahora una mujer de mediana edad, una de las niñas de la primera parte, varias décadas después, en un ambiente que roza la distopía. Un enigmático Departamento de Activación Civil intenta controlar la decadencia de una urbanización donde sobreviven ella, un vecino huraño y algunos ocupas que se esconden para no ser detenidos. En la ciudad, que “ya no es algo reconocible”, solo hay protestas e intentos de sublevación; en la urbanización aislada faltan el agua, los suministros, la electricidad y sobre todo la compañía. El único punto de contacto con la realidad es un chatarrero itinerante que vende de todo a precios desorbitantes o haciendo trueque. El odio, el temor, la soledad del campo y la Naturaleza recuperando lo que es suyo: “Los ladrillos rojos se desmigan como si tuvieran prisa por volver a ser arcilla”. El sueño burgués convertido en pesadilla.

   Pinar, piscina, plenilunio, de Patricia Rodríguez, es un libro suculento, intenso, repleto de sugerencias que ilustran y advierten. Cumple la función que en sus páginas reprocha a los adultos: “Es mejor no indagar sobre las creencias que adquirimos sin base alguna de conocimiento a menos que estemos dispuestos a abandonarlas”, pero no es nada halagüeño, y por eso retrata con precisión el mundo actual: “Imagino un futuro en el que ciertos hechos demostrados científicamente se confundirán con las supersticiones.” En suma, un libro destacable de primorosa factura.

Francisco Taboada

Francisco Taboada, ‘programado’ para contar

Francisco Taboada, junto a su editor. Foto: Jesús Ortiz Pérez del Molino.

Francisco Taboada (Bilbao, 1957) es escritor y pedagogo, pero sobre todo lector, que es el auténtico oficio de aquellos que algún día quieren escribir y obtener el beneficio de la atención de otros como ellos. Así que Taboada es un escritor que lee o, mejor dicho, un lector que escribe. También ha sido profesor de Didáctica del Pensamiento en la Universidad del País Vasco; y, vamos sacando los dedos para enumerar como en los viejos tiempo, albañil, viajante de comercio, encuestador, librero, restaurador de muebles, barman, cuidador de ancianos… una experiencia laboral variopinta que refleja con humor en su obra literaria, porque Francisco Taboada no es un novel en esto de escribir. A lo largo de los años ha sido autor de los libros de poemas: Garbanzos (1979), Palabras dactilares (2011) y Frontera de carne (2015); de la obra de teatro El Maestro (2012); y de las novelas: Memorias de Yoser Pez (2006), La cosecha (2012), El pozo séptico (2015) y ‘Gerónimo de los paracaidistas’ (El Desvelo Ediciones, 2019). Ahora, con más lecturas a cuestas, vuelve a reincidir con esta editorial con los relatos de ‘Entre la multitud y el agua’.

Dicho llanamente, estamos ante un libro de tipo literario, más concretamente de narrativa, más concretamente de relatos y relatos de recorrido medio entre la ‘nouvelle’ y la novela corta. Esto es lo que podría decir el DNI del libro, junto con datos sueltos como el precio, las dimensiones o la calidad del papel. Pero van a permitirme que, antes de decirles de qué van realmente los cinco relatos de ‘Entre la multitud y el agua’ me explaye en una cuestión.

Francisco Taboada, como les comentaba previamente, fue lector antes que escritor. Él tiene la suerte o el mérito de poder disponer de su tiempo libremente y lo destina a actividades que la mayor parte de la población consideraría superfluas, pero son las que permanecen con el tiempo y en las que se fijan nuestros descendientes a la hora de hablar de nuestra época. Paco dedica su tiempo a leer, queda dicho, a hacer esculturas, a escribir y de vez en cuando cae algún viaje y algún libro.

Este ‘Entre la multitud y el agua’, que recoge en su título un bello verso de Paul Valery (“Ojalá no hubiera experimentado en tan alto grado la soledad, entreverada de orgullo y angustia; aquella percepción oscura y extraña del riesgo de soñar entre la multitud y el agua”) es un buen ejemplo de la metamorfosis de lector en autor. Dicho con otras palabras, de cómo una persona recibe un impulso irrefrenable por contar, por comunicarse, por transmitir sentimientos, conceptos, certezas, incertidumbres… todo aquello que puja por salir de nosotros, del mismo modo que nuestro cerebro es una esponja ávida de atrapar sentimientos, conceptos, certezas, incertidumbres, relatos, poesía, lo que sea.

Esta ‘programación’ del ser humano para contar y ser contada tiene una raíz evolutiva anclada en nuestro cerebro. La narración es una necesidad/facultad resultado de milenios de evolución y, como es bien sabido,todo aquello que no es útil para la supervivencia es desechado por nuestro cerebro. Entonces, ¿por qué contar y ser contado es útil para nuestra supervivencia? ¿Es tan caprichoso como parece el afán, un punto pretencioso, del escritor por contar y que los demás le prestemos atención? ¿O hay un poso necesario para seguir vivos en las enseñanzas y lecturas de un escritor?

No sé si Francisco Taboada se pone en modo tan prosopopéyico cuando decide coger el lápiz, la pluma o lo que sea para escribir o simplemente se pone a ello y, sin más, escribe. Pero algo hay en la escritura que nos es necesario. Aparte del placer y la belleza, cosas interesantes pero prescindibles a la hora de vivir, hay en los relatos, ciertamente; en la narrativa, ya sea ante el resplandor de un fuego en un campamento de cazadores-recolectores de hace 10.000 años o al cálido abrigo de la manta mientras se lee en invierno en la butaca, hay también, ya digo, un aprendizaje que nos es necesario. Tal vez sea ese el conocimiento que intuitivamente Paco y tantos otros nos intentan legar con su trabajo.

¿Enseñanzas? ¿Qué me va a enseñar el arte a mí? ¿Qué me resultará útil de este escritor?

Nadie viene enseñado al mundo, pero la narración, los cuentos, nos permiten acortar el camino a la hora de adquirir experiencia. En cierto modo sí es cierto que uno puede acudir a un centro comercial y comprar un kilo de experiencia en los términos que un consumidor quiera. Cámbiese ‘centro comercial’ por ‘libro’ y se obtiene lo que pretendo decir: experiencia encuadernada. Cuando leemos, cuando vamos al cine, cuando escuchamos a nuestro cantante preferido, no solo le damos fuerte a la dopamina que nos proporciona la belleza y el ingenio, con emociones tan fuertes y auténticas como si pertenecieran a la vida real, sino que también aprendemos. Ahora sería irrisorio planteárselo, pero ¿cuántos adolescentes aprendieron a besar en el cine? ¿Cuántos hombres y mujeres aprendieron a manejar la situación del cortejo viendo cortejar a Clark Gable, Vivian Leigh o Jack Lemmon? ¿Cuántos aprendieron lo que es la gran ciudad sin haber pisado una? ¿No hemos aprendido por otros a cómo reaccionar ante situaciones que pueda plantearnos la vida? ¿No es esa la cualidad de nuestra fascinación e interés por seguir leyendo: adquirir el conocimiento de cómo salir de apuros? ¿No somos más sabios, en definitiva, cuando cerramos un libro? 

Francisco Taboada afirma y tiene escrito que necesitaba contar estos cinco relatos de ‘Entre la multitud y el agua’. ¿Por qué? ¿Qué necesidad casi fisiológica tiene de contar, de poner por escrito? ¿Acaso no seguiría su vida un curso similar si no lo hiciera? ¿Se le caería el pelo, iría a la cárcel, sufriría mil y un tormentos si arrinconara los útiles de escribir y prefiriera pasear o ver la tele? 

Y sin embargo, escribe.

Pues algo debe haber cuando una persona dedica horas, días, semanas, meses, años de su vida a esto de escribir. Hay algo obsesivo en ello, fácil es deducirlo, que se sitúa entre el orgullo y la necesidad de comunicarse.

Creo que el acto de escribir es un acto de generosidad del escritor, por más que haya escritos que caritativamente merecieran ser enterrados. Del mismo modo que el escritor es generoso, el lector también lo es. Dedica su tiempo a otros. Quiero pensar que en un mundo ideal acosado por la amenaza atómica o pandémica solo sobrevivan los que han leído, que todos esos héroes mazados y tan seguros de sí mismo serán derribados en los primeros momentos y que solo el lector curioso tenga las habilidades necesarias para sobrevivir a los vientos furiosos del Apocalipsis. Pero sin ir tan lejos, la literatura da a quien tiene la generosidad de acercársele las herramientas para vivir y soportar los avatares de la vida. Piensen en la soledad. Todos sabemos lo que es, pero no sabemos adquirir las dosis justa para alcanzar un equilibrio ideal, sin el cual vivir es algo insoportable tanto por soledad extrema como por gregarismo extremo.

Sí, este libro contiene la soledad; y su autor da cinco claves que no ha podido evitar contar.

De lo innombrado, que no inefable

Hay una palabra hermosísima en castellano que es inefable, que significa aquella emoción que no puede ser expresada con palabras. No tiene nada que ver con aquello que no queremos mencionar por superstición o miedo. Por ejemplo, la muerte. Por ejemplo, la soledad. La soledad es un tabú en nuestra sociedad, en donde las dinámicas de grupo son norma de obligatorio cumplimiento, lo que no quiere decir que la emoción, a veces placentera, a veces desesperante, de la soledad sea inefable.

Francisco Taboada, aparte del oficio y la pulsión de narrar, también tiene el talento de convertir lo que es en apariencia inefable en algo decible, y también el atrevimiento de romper el tabú y dedicar cinco relatos de largo recorrido a la soledad, una experiencia por la que la mayor parte del público no estaría dispuesta a hacer cola por contemplar.

No hay nada tan peligroso y perturbador como la soledad. Puede ser un premio o un castigo, un bálsamo o un perro rabioso, algo deseado o repudiado, un síntoma de locura o de evidente cordura, la prueba del éxito o la manifestación de una derrota, sea lo que sea que consideremos éxito o derrota, términos en ocasiones intercambiables. Por eso, los cinco relatos largos de este libro presentan la soledad como una enorme paradoja, el grial luminoso y oscuro que buscamos con la esperanza o la frustración de no encontrarlo jamás. 

Es imposible estar solo, parece decirnos Paco Taboada, porque nuestro cerebro necesita para estar tranquilo sentirse integrado en la sociedad y que el fluido de nuestro pensamiento lleno de palabras se coordine con ella, contenga la multitud. al menos en su formulación más prístina: el propio lenguaje.

Pero, por otro lado, Taboada nos deja el mensaje embotellado en forma de libro de que la conquista de la soledad es necesaria para que exista la persona individualizada del grupo, no devorada y anulada por el conjunto. Soledad y alienación ahora parecen socios de toda la vida. 

Así lo comprenden los protagonistas del primer relato, Las hojas más duras, blancas y brillantes, donde una chica y un chico que crecen juntos utilizan a sus perros como talismán para defenderse de una realidad cada vez más abducida por las redes sociales. 

Y como el propio autor explica este relato y los que acompañan vienen de una experiencia directa, enquistada en la memoria, que no hay más remedio que exorcizar con palabras. “Así es como estos cinco relatos llegaron hasta mí”, dice. Pero no hay que engañarse, no se trata de autoficción. Porque las historias tienen anclajes en la realidad, pero su desarrollo es totalmente ficticio, especulativo. En cierto modo, Paco lo que hace escribiendo es llenar con ficción los intersticios dejados por la experiencia, porque como todos sabemos, la vida por lo general es avara e insuficiente, muchas veces imperfecta y rara vez nos da toda la información, ni mucho menos proporciona la claves. 

Tengo que contar/leer estas historias

En ‘Las hojas más duras, blancas y brillantes, Taboada tiene una tentación de contar una historia o completarla. ¿Qué historia? El mismo relata su origen:Mientras yo me adiestraba en el alzamiento de peonza hasta el cuenco de la mano o jugaba con los chicos del barrio al escondite, lo veía salir al atardecer acompañado de su hermoso perro en dirección opuesta a la nuestra, hacia el parque, y me preguntaba cómo podía soportar su soledad aquel chico esmirriado, el número uno de la clase, exento de gimnasia porque era asmático grave, aunque tenía novia desde crío, una chica bajita y saltarina con quien se disputaba todos los años el récord de Matrículas de Honor del colegio, pero un verano desapareció repentinamente y de entrada pensé que su familia se había cambiado de casa. Siempre quise contar esta historia”.

En el relato que da título al libro, ‘Entre la multitud y el agua’, una hippie desengañada se reintegra a la sociedad fabricando un perfil falso que oculta su vacío interior.  Pero, ¿cuál es su origen? “Como estaba tan enamorado de aquella chica, iba con frecuencia al cuarto de mi hermana para mirar la foto enmarcada de su grupo de amigas, donde destacaba ella, alta, perfecta, con su deslumbrante cabellera rubia rizada, vestida como las otras con un traje de vaquera en postura desafiante, y con el paso de los años a la menor oportunidad preguntaba qué era de su vida, por dónde andaba, porque lo había dejado todo y se había convertido en hippie, trotamundos, aventurera, así que cuando una década después mi hermana me dijo que ella había regresado, que parecía una vieja desilusionada, me  limité a cabecear igual que un perro bobo en la trasera de un coche. Siempre quise contar esta historia”.

En el tercero, Escaparate, una pareja es contratada por unos grandes almacenes para mostrar durante un año su intimidad a una clientela ordinaria. Pero, ¿cuál es su origen? “Regresaba con mi prima cogida de ganchete después de una boda familiar cuando al torcer hacia la Gran Vía vimos en el escaparate de unos grandes almacenes a una mujer dando los últimos retoques a un maniquí con vestido de novia, y comenté que sería interesante que te contrataran para casarte allí, con público en el exterior, y que después tuvieras que hacer tu vida diaria a la vista de todos durante digamos un año entero, pero mi prima dijo que no haría eso ni aunque le pagaran su peso en oro, a lo que yo repliqué que lo decía porque estaba delgada pero que se imaginara gorda, ¿cómo de gorda?, cien kilos, vaya, eso es mucho oro, primo, da que pensar, pero solo funcionaría en un relato de los tuyos, deberías escribirlo. Siempre quise contar esta historia”.

La cuarta historia, El Laboratorio, retrocede en el tiempo para encontrar el origen turbio de la demolición de un grupo de amigos. Pero, ¿cuál es su origen? “Cuando estaba a punto de cerrar el pub, llegaba aquel grupo de ejecutivos elegantes, con sus corbatas primorosas y sus zapatos italianos, preguntando con sorna si tenía Dom Pérignon o al menos Moët, chaval, que no tienes de nada, para a continuación pedir cinco whiskis del más caro, en vaso ancho, sin hielo, y mientras les servía comentaban las proezas sexuales de esa noche, eran puteros de lujo y presumían de tirarse a todo lo que se contoneaba a su alcance, pero una noche vinieron más cargados de la cuenta y cuando yo estaba en el almacén uno dijo algo de una chica y los demás le mandaron callar de inmediato, luego guardaron un silencio doloroso, dejaron la bebida a medias y sobre la barra el doble de la exorbitante propina acostumbrada. Siempre quise contar esta historia”.         

Por último, La casa sosegada presenta a un matrimonio de profesores acomodados que se embarca en un experimento arriesgado y extravagante para conservar su insatisfactorio estilo de vida. Pero, ¿cuál es su origen? ”Me gusta la poesía de mi amigo, es recia, profunda, elevada, merece los mejores calificativos, además él tiene un doctorado cum laude, unos conocimientos enciclopédicos, una cultura exquisita y ejerce como profesor de literatura española en la facultad de filología desde hace una década, de modo que a su mujer y al librero y a mí nos llamó la atención que solo nosotros cuatro estuviéramos en la presentación de su noveno libro, no acudieron ni sus alumnos, estaba consternado, así que nos fuimos a su casa y de puro rencor nos bebimos una botella grande de agua con gas, no le pusimos ni rodaja de limón, entonces él señaló con amargura a su jardín y dijo: Si mañana me encierro en una caseta de Leroy Merlin y escribo de nuevo el Cántico Espiritual, seguro que vendo cien mil ejemplares, y le dimos la razón, nos echamos a reír y descorchamos el champán. Siempre quise contar esta historia”.

Aquí tenemos cinco relatos y cinco orígenes, cinco visiones diferentes de un mismo problema, la hostilidad de un mundo en decadencia que arrastra hacia el abismo al individuo, indefenso y carente de voluntad. Es preciso resistirse, la soledad es una consecuencia, pero también un recurso para supervivientes. Y Francisco Taboada lo expresa con una versatilidad de estilos e historias: desde el lirismo del primer relato, hasta la brutalidad del cuarto, pasando por el surrealismo de ‘Escaparate’ y ‘La casa sosegada’, y el humor irónico de ‘Entre la multitud y el agua’. Los hay más dialogados y los hay más como torrenteras de palabras que anegan al lector, pero siempre, siempre, con una prosa efectiva, funcional, que va paso a paso, en una secuencia de lógica implacable, contando esa historia que siempre quiso contar y que ahora cuenta. Hay mucha vida, muchas experiencias, muchos libros y mucha buena escritura en esta selección de relatos.

El posible lector ha de decdir ahora si esto puede servirle de provecho o no.

Javier Fernández Rubio. Presentación de ‘Entre la multitud y el agua’.

Puntos de venta físicos y online de ‘Entre la multitud y el agua’, de Francisco Taboada

Entre la multitud y el agua’, de Francisco Taboada

Estas son las librerías física y online que tienen a la venta el libro de Francisco Taboada ‘Entre la multitud y el agua’:

FNAC, El Corte Inglés, Casa del Libro, Amazon, Llibreria 22 (Girona), Agapea Factory (Palma de Mallorca y Málaga), Puvill Libros (Barcelona), Eixo (Orense), Antonio Machado (Salesas y BBAA, Madrid), Cervantes y Compañía (Madrid), La Fabulosa (Madrid), La Vorágine (Santander), Gil (Santander), Katakrak (Pamplona), Lagun (San Sebastián), Taiga (Torrelavega), Babel (Granada), Lual Picasso (Almería), Picasso (Granada), Rayuela (Málaga), Dlibros (Torrelavega), Inusual (Granada), La Librería Ambulante (Sevilla), Sinopsis (Las Palmas de Gran Canaria), Sinopsis (Las Palmas de Gran Canaria), Letras Corsarias (Salamanca), Oletum (Valladolid), Margen (Valladolid) y Paz (Pontevedra).

‘Siempre quise contar esta historia’: Francisco Taboada describe los cinco relatos de ‘Entre la multitud y el agua’ sin destripar su contenido

Fotografía de Francisco Taboada
Francisco Taboada

Siempre quise contar esta historia

1. Origen de Las hojas más duras, blancas y brillantes

Mientras yo me adiestraba en el alzamiento de peonza hasta el cuenco de la mano o jugaba con los chicos del barrio al escondite, lo veía salir al atardecer acompañado de su hermoso perro en dirección opuesta a la nuestra, hacia el parque, y me preguntaba cómo podía soportar su soledad aquel chico esmirriado, el número uno de la clase, exento de gimnasia porque era asmático grave, aunque tenía novia desde crío, una chica bajita y saltarina con quien se disputaba todos los años el récord de Matrículas de Honor del colegio, pero un verano desapareció repentinamente y de entrada pensé que su familia se había cambiado de casa. Siempre quise contar esta historia.

2. Origen de Entre la multitud y el agua

Como estaba tan enamorado de aquella chica, iba con frecuencia al cuarto de mi hermana para mirar la foto enmarcada de su grupo de amigas, donde destacaba ella, alta, perfecta, con su deslumbrante cabellera rubia rizada, vestida como las otras con un traje de vaquera en postura desafiante, y con el paso de los años a la menor oportunidad preguntaba qué era de su vida, por dónde andaba, porque lo había dejado todo y se había convertido en hippie, trotamundos, aventurera, así que cuando una década después mi hermana me dijo que ella había regresado, que parecía una vieja desilusionada, me  limité a cabecear igual que un perro bobo en la trasera de un coche. Siempre quise contar esta historia.

3. Origen de Escaparate

Regresaba con mi prima cogida de ganchete después de una boda familiar cuando al torcer hacia la Gran Vía vimos en el escaparate de unos grandes almacenes a una mujer dando los últimos retoques a un maniquí con vestido de novia, y comenté que sería interesante que te contrataran para casarte allí, con público en el exterior, y que después tuvieras que hacer tu vida diaria a la vista de todos durante digamos un año entero, pero mi prima dijo que no haría eso ni aunque le pagaran su peso en oro, a lo que yo repliqué que lo decía porque estaba delgada pero que se imaginara gorda, ¿cómo de gorda?, cien kilos, vaya, eso es mucho oro, primo, da que pensar, pero solo funcionaría en un relato de los tuyos, deberías escribirlo. Siempre quise contar esta historia.

4, Origen de El Laboratorio.

Cuando estaba a punto de cerrar el pub, si tenía buena y mala suerte, llegaba aquel grupo de ejecutivos elegantes, con sus corbatas primorosas y sus zapatos italianos, preguntando con sorna si tenía Dom Pérignon o al menos Moët, chaval, que no tienes de nada, para a continuación pedir cinco whiskis del más caro, en vaso ancho, sin hielo, y mientras les servía comentaban las proezas sexuales de esa noche, eran puteros de lujo y presumían de tirarse a todo lo que se contoneaba a su alcance, pero una noche vinieron más cargados de la cuenta y cuando yo estaba en el almacén uno dijo algo de una chica y los demás le mandaron callar de inmediato, luego guardaron un silencio doloroso, dejaron la bebida a medias y sobre la barra el doble de la exorbitante propina acostumbrada. Siempre quise contar esta historia.         

5. Origen de La casa sosegada

Me gusta la poesía de mi amigo, es recia, profunda, elevada, merece los mejores calificativos, además él tiene un doctorado cum laude, unos conocimientos enciclopédicos, una cultura exquisita y ejerce como profesor de literatura española en la facultad de filología desde hace una década, de modo que a su mujer y al librero y a mí nos llamó la atención que solo nosotros cuatro estuviéramos en la presentación de su noveno libro, no acudieron ni sus alumnos, estaba consternado, así que nos fuimos a su casa y de puro rencor nos bebimos una botella grande de agua con gas, no le pusimos ni rodaja de limón, entonces él señaló con amargura a su jardín y dijo: Si mañana me encierro en una caseta de Leroy Merlin y escribo de nuevo el Cántico Espiritual, seguro que vendo cien mil ejemplares, y le dimos la razón, nos echamos a reír y descorchamos el champán. Siempre quise contar esta historia.

Relatos incluidos en el libro Entre la multitud y el agua, El Desvelo, 2022.

Novedades para los próximos meses

Ahora que comienza la nueva temporada es para nosotros un placer anunciaros algunas de nuestras próximas novedades. Después de publicar un par de nuevas ediciones de obras ya publicadas (‘Orgullo travestido‘, de Juan Carlos Usó, y ‘Canciones para Pau Donés‘, de Kepa Murua) nos adentramos propiamente en lo que son novedades que comenzarán con un libro de aforismos, ‘Microorganismos‘, de Ángel Mallén.

Tras los microensayos de Mallén llegará el turno a una novela breve de un autor muy llamativo que nos preciamos haber introducido en el país: Alfred Henschke ‘Klabund’, del que ya publicamos en su momento ‘Historia de la literatura alemana contada en una hora’. Klabund vuelve a la palestra ahora con una nouvelle, ‘La enfermedad‘, seguida de algunos textos fragmentarios escritos durante su estancia en un sanatorio de Davos (Suiza). Al igual que en la anterior ocasión, la obra ha sido traducida por Olga García, que es también quien se ha encargado del estudio introductorio de esta figura fascinante de la literatura germana.

Ignacio Sánchez Mejías. Muere el hombre, nace el mito’ es un libro personalísimo, destinado para los amantes del toreo y también de la cultura en general y de la Generación del 27 en particular. El libro se estructura en dos partes: un estudio introductorio, a cargo de Susana Teruel Martínez, estudiosa de la figura de Sánchez Mejías, a quien dedicó una tesis doctoral; y una antología poética que aglutina los poemas más destacados que la vida, obra y muerte de Sánchez Mejías ha inspirado en lengua castellana. Esta parte ha sido compilada por Salvador Arias Nieto.

Juanto a Klabund, la narrativa viene de la mano también de Francisco Taboada. Cinco relatos largos componen ‘Entre la multitud y el agua‘, que presenta la soledad como una enorme paradoja, el grial luminoso y oscuro que buscamos con la esperanza de no encontrarlo jamás. Si es imposible estar solo en la sociedad actual, la conquista de la soledad es necesaria para la creación de la persona individualizada del grupo, no devorada y anulada por el conjunto.

Provisionalmente, cerramos este capítulo de novedades con la publicación de una antología poética de un autor británico ya desaparecido. En esta ocasión es Norman Cameron quien se se asoma a la colección de poesía del siglo XX compuesta por escritores europeos ya desaparecidos como Robert Nye o Gherasim Luca. La obra ha sido traducida, prologada y seleccionada por Imanol Gómez Martín, quien ya se responsabilizara de las ediciones de poesía de Martin Seymour-Smith y Robert Nye.

Microorganismos

Después de publicar en nuestra editorial el conjunto de relatos ‘Entretanto, en algún lugar’, la sevillana-vitoriana Ángela Mallén vuelve a la palestra editorial con un libro de aforismos, de sorprendentes reflexiones y también, a modo de microrrelatos, de pequeñas historias salidas de la imaginación de una de las autoras más originales y delicadas del momento. El libro saldrá a escena a mediados de la primera quincena de septiembre.

La enfermedad

Alfred Henschke ‘Klabund’ escribió 70 libros en su corta vida. Enfermo de tuberculosis desfiló con el correr de los años para varios sanatorios suizos, entre ellos el de Davos, sirviendo de modelo para ‘La montaña mágica’ de Thomas Mann. Sin embargo, Klabund es mucho más que un referente de otros: tiene una personalidad literaria fortísima como puede comprobarse en esta novela corta y otros escritos seleccionados por la traductora Olga García. De Klabund ya publicamos hace años ‘Historia de la literatura alemana contada en una hora’.

Ignacio Sánchez Mejías

Subtitulada ‘Muere el hombre, nace el mito’, Susana Teruel Martínez escribe un ensayo sobre la prismática personalidad del torero-escritor. El libro viene secundado por la antología poética más completa que se haya publicado hasta el momento sobre la figura de este intelectual de la Generación del 27 desaparecido trágicamente. El libro también es un estudio de la dramaturgia y la actividad en prensa del que fuera cuñado de ‘Joselito el Gallo’, otro mito del toreo que como él encontró la muerte en el ruedo.

Entre la multitud y el agua

Paco Taboada, de quien ya publicamos los relatos contenidos en ‘Gerónimo de los paracaidistas’, vuelve a ofrecer su narrativa de medio recorrido con media decena de relatos construidos sobre la base de personajes que se asoman a la vida y se despeñan por ella, aglutinados todos ellos desde la óptica de la soledad, como mecanismo para la defensa del individuo ante la agresión de un mundo embrutecido.

Norman Cameron

Inédita en español y en edición bilingüe, esta antología pretende contribuir a dar a conocer a uno de los más singulares intelectuales y poetas británicos. De ascendencia escocesa y educado en Oxford, Cameron perteneció al círculo literario y personal del Robert Graves y Laura Riding. Políglota y gran conocedor del latín y griego clásicos, fue traductor de Rimbaud, Villon, Baudelaire, Heinrich Heine o Nerval, entre otros poetas, aunque también tradujo la narrativa de Henri Murger y Voltaire. Entre sus grandes amigos cabe destacar su relación con Dylan Thomas, de quien era prácticamente su mentor.

Imágenes de una feria: #Felisa2022, en Santander

Aquí os dejamos unas imágenes de los primeros días de la feria del libro de Santander, conocida este año cono #Felisa2022. En ella podréis ver a autores nuestros como Francisco Taboada, Eduardo González, Aurora Díaz, Marta Falagán y Álvaro Machín; ajenos como Héctor Abad Faciolince, Laura Restrepo y Joaquín Marta Sosa; nuestros amigos Jesús, Marga y Coral; nuestros compañero de stand a quien desde aquí damos una vez más las gracias, Giuliano y Alicia, de #Artpapel, y al propio alma mater del encuentro, sin el cual esto no sería como está siendo, Paco Gómez Nadal. (No, no nos olvidamos los libros de Milrazones, Mochuelo y otras muchas editoriales con las que compartimos espacio).

‘Tangomán, superhéroe de esquina’, por Francisco Taboada

Foto: Raúl Fijo.

Hay varias clases de superhéroes: los universales tipo Superman, los locales como Spiderman, los de barrio como Superlópez y los de esquina, como Tangomán, cuyas hazañas no son del dominio público, suceden en la intimidad, las conocen cuatro monos y tres van a callar la boca por simple pudor. Es el antihéroe por excelencia, feo, solitario, despreciado por todos, se sabe muy poco de él, y nacerá y morirá en el anonimato salvo que escriba sus memorias.

En esta novela de Kepa Murua, Tangomán nos cuenta en primera persona sus recuerdos, comenzando por el momento en que descubre sus habilidades ocultas, los superpoderes. Se llama Pedro Muros, es un oficinista de mediana edad, amargado por su fealdad, depresivo, hasta que un día se apunta a un curso de bailes de salón y lo hace tan bien que sus compañeros lo bautizan como Tangomán. Necesita tanto despojarse de su ingrata identidad que se aferra a esta última esperanza que le ofrece la vida, se entrega por completo y entonces el baile lo transforma todo. El narrador comparte con nosotros la creación de Tangomán, su criatura, transportado por la música, invadido por el ritmo, desbordado por sus nuevas posibilidades. Pero la cosa se complica porque Tangomán no es Peter Parker utilizando su sentido arácnido para ayudar al prójimo, sino que es un tipo oscuro, rencoroso, misógino, y se aprovecha del baile para seducir a las mujeres y vengarse por el poco caso que le han hecho. Ahora es un trípode humano, y aunque no crea en el amor encuentra consuelo en el sexo desenfrenado y promiscuo y constante, todo el rato, sin parar, hasta la extenuación. En cierto modo, a lo largo de la primera parte, titulada “Una música diferente”, todo nos conduce a querer a Tangomán. A envidiarle aunque sea tan feo. A sentirnos identificados cuando se esfuerza por ser alguien significativo, por hacerse un nombre, y como lectores le agradecemos la acción incesante, las novedades y las aventuras entretenidas. Lo estamos pasando bien, es divertido. Pero el azar, el autor, no está de acuerdo, fuerza la situación y entonces entramos en las tinieblas del libro.

La segunda parte, “De una esquina a otra”, es dura, obsesiva, repetitiva, angustiosa, el discurso es el único campo de batalla. Es normal, algo que les sucede con frecuencia a los superhéroes, en esos capítulos en que se vuelven malos, o raritos, y reniegan de sí mismos y se pasan al lado oscuro. Ahora Tangomán ya no quiere ser más Tangomán y se hace boxeador. Si ya empezaba a estar un poco esquizofrénico, lo empeora creando un personaje dentro de su personaje: Chiquito de Mariturri, un boxeador bajito al que da pena soltarle un guantazo y que se pelea con su sombra. La sombra de Tangomán. Es el doloroso peregrinar por el desierto de nuestro superhéroe, un lacerante combate donde no acaba de sonar la campana. Por pura desesperación, surge entonces en su mente golpeada la temeridad de aspirar a algo tan glorioso, ideal e inalcanzable como es el amor, el amor verdadero. Ésa es la única redención posible, la curación poética, el sentido último y elevado que justifica la existencia de Tangomán. Sólo le falta olvidar.

Pero tarde o temprano todos los caminos conducen a la infancia, y la tercera parte, titulada democráticamente “Será lo que quieras que sea”, nos restituye a la ilusión, al argumento, a la narrativa que ajusta cuentas con el tiempo pasado para pronosticar un futuro esperanzador, desmemoriado quizás. La historia la ha contado él, luego Tangomán vive para contarlo, y con gran estilo da por concluido su lamentable tango arrabalero, y el cuento ceniciento del hombre feo al que no quería ni dios, y al fin el torrente de palabras que le ha servido como escudo para justificar sus actos llega a una acertada conclusión. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Porque Tangomán, de Kepa Murua, es un cuento. Un cuento sofisticado que encierra un profundo homenaje hacia la narrativa que ha configurado nuestra manera de contar y entender las historias. Un artefacto muy bien montado que utiliza con soltura esquemas de pensamiento clásico, reconocibles, pero sometiéndolos a un cuestionamiento tan incesante que los desmenuza, los pervierte y finalmente los agota. Por ejemplo el tango, ese pensamiento triste que se baila, se convierte aquí en un mecanismo iniciático que inaugura el tiempo del héroe y lo impulsa hacia adelante, hacia la transformación. Se puede escuchar perfectamente, en el modo de respirar del texto, ese fuelle del bandoneón que da oxigeno a la historia en todo momento. En este tango no vence la melancolía sino que es una fuerza generadora que atrae al amor en vez de llorar por él. Del mismo modo, su Ceniciento, rebelde y descreído, renuncia al éxito entendido como venganza y envía al mundo de los recuerdos desechados a esa especie de madrastra y hermanastras que le han tocado en desgracia. El olvido y salirse por la tangente como recurso. Y otro tanto su criatura Frankenstein, atormentado y solitario, pero que prefiere ser deforme a no tener forma.

Tangomán tiene ese carácter depredador de las novelas actuales, que devoran todo lo que se pone en su camino dejando un cadáver casi pelado para el buitre-lector. Si quiere sacarle algo más a la historia debe roer el hueso y leer a varios niveles. En este caso, basta con seguir las indicaciones del autor. El referente más inmediato de Tangomán, declarado con reiteración a lo largo de la novela, es El hombre sin atributos, de Robert Musil, y eso dota al texto de una dolorosa tensión moral que enjuicia a la sociedad como generadora de un excedente de seres fracasados y sin rumbo cuya única alternativa es hacer de sí mismos una ficción. Se nota el poder del discurso contemporáneo para paralizar a los individuos, ofreciéndoles como meta la imagen del espejo en vez del sujeto que la proyecta. Por eso, en sus momentos más penosos, es cuando Tangomán se parece más a todos nosotros, instaurados en la queja y el lamento, paralizados, considerando que un pensamiento es un hecho, un sueño un acontecimiento, como panchovillas haciendo la revolución delante de la tele, y además con la disculpa de ser más feos que el demonio para odiar a todo cristo. Tan débiles de carácter como hace cien años, a las puertas del nazismo, cuando Musil escribió El hombre sin atributos.

Alguien dijo que los poetas nos indicarían el camino, y Kepa Murua sabe sacar a nuestro héroe del atolladero de pensamiento estéril y universalizar el mensaje para indicar una dirección. Su Hombre sin atributos no queda inconcluso sino que concluye en nosotros. Y se puede escarbar mucho más en esta novela, una tragicomedia casi cotidiana que nos plantea si debe existir una distancia entre la cara y la máscara, entre el ojo y la mirada, entre ser y estar, entre desear y querer, entre amar y eso que es lo contrario… Pero es mejor leerla, lo demás son teorías.

Francisco Taboada, Espacio Luke. Mayo de 2015.
Foto: Raúl Fijo.

Paco Taboada lee un fragmento de ‘Gerónimo de los paracaidistas’

Gerónimo de los paracaidistas

El autor de ‘Gerónimo de los paracaidistas’, Francisco Taboada, presenta este libro de relatos y lee un fragmento.
Un niño maltratado huye de su padre utilizando métodos detectivescos. Dos hermanos albañiles pierden su empresa en un ambiente de corrupción urbanística rural. Un grupo de mujeres de la élite de una pequeña ciudad se enfrenta a un depredador sexual. Un guitarrista de rock sufre una epifanía en mitad de un concierto desastroso. Un poeta politoxicómano encuentra por casualidad la droga total y definitiva…

Crítica de ‘Tangomán’, por Francisco Taboada

El escritor Francisco Taboada nos dedica, en la revista digital Luke,una estupenda crítica de ‘Tangomán’, segunda novela de Kepa Murua.

http://www.espacioluke.com/2015/Mayo2015/taboada.html

https://www.facebook.com/francisco.taboadabalado

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