Etiqueta: novedad editorial

Puntos de venta físicos y online en donde se puede encontrar un ejemplar de ‘Como todos los días’, de Álex Oviedo

Os dejamos una relación de librerías (algunas con enlace de compra), en donde puede adquirirse la novela de Álex Oviedo Como todos los días.

todostuslibros.com, El Corte Inglés, Amazon, FNAC, Casa del Libro, Elkar, Troa, San Pablo, Santos Ochoa, Agapea Factory (Palma de Mallorca), Follas Novas (Santiago de Compostela), Antonio Machado (Madrid), Grant (Madrid), Binario (Bilbao), Cámara (Bilbao), Cervantes (Oviedo), Vorágine (Santander), Gil (Santander), Goya (Bilbao), Guantes (Portugalete), La Saturnina (Bilbao), Sancho Panza (Cabezón de la Sal), Taiga (Torrelavega), Universitaria (Bilbao), Unquera (Unquera), Primado (Valencia), Sento (Moncada, Valencia), Agapea Factory (Málaga), Luces (Málaga), Rayuela (Málaga), Luque (Córdoba), Bahía de Letras (Cádiz), Letras Corsarias (Salamanca), pastor (León), Víctor Jara (Salamanca), Valladolid (Margen), Santos Ochoa (Salamanca) y Libroteca (Vigo).

Distribuidor: UDL Libros. Subdistribuidoras: Arnoia, Alonso y Asturarco.

‘Como todos los días’, la vuelta de Álex Oviedo a la narrativa con una comedia costumbrista

Como todos los días, de Álex Oviedo.

Ya tenemos en preventa Como todos los días, lo último de Álex Oviedo, autor bilbaíno del que hemos publicado dos novelas: El hacedor de titulares, en comandita con Elena Sierra; y Ausentes del cielo, un texto con ribetes de thriller. Oviedo cambia ahora de registro y se acerca al lector desde la comedia, o mejor dicho, desde la crónica bulliciosa y desprejuiciada, de una comunidad de vecinos.

La vida monótona y ordenada de un hombre solitario se ve alterada tras la amenaza de uno de los ladrones que ha visto salir del piso de sus vecinos. Este encuentro, intrascendente para la policía, le hará replantearse si tienen algún sentido muchas de las cosas de su día a día: por un lado, la relación que mantiene con su amiga Paula; por otro, un puesto de trabajo y un jefe al que no soporta. Aunque le animará también a conocer a una mujer con la que se cruza cada mañana de camino a la agencia.

Hasta aquí podemos llegar.

117 historias, agrupadas en 39 categorías que repasan la historia y la condición humana: ‘La larga pintura del hombre’

La larga pintura del hombre, de Toni Montesinos.

La larga historia del hombre es una recopilación de artículos del escritor y crítico Toni Montesinos, de quien publicamos hace escasos años otra exhibición de su vena articulística, El sueño esclavo.

El libro es una vasta recopilación de la obra crítica de Toni Montesinos. En total quedan agrupados en 39 ‘comportamientos’ 117 artículos de la más variada temática, pero con dos puntos en común: la centralidad del hombre y su contexto histórico.

Autor de más de una cincuentena de obras de diversos géneros (poesía, narrativa, ensayo, biografía, crónicas viajeras), Toni Montesinos es también el crítico literario más prolífico de España en lo que va de siglo. Aborda cada semana toda clase de libros de máximo nivel e interés creativo, pero también su labor cultural lo lleva a escribir sobre historia, ciencia, política, actualidad, música, cine o arte. Y si, con anterioridad, por medio de El sueño esclavo (El Desvelo, 2021), recogió una multitud de textos dedicados a autores y motivos literarios universales, con la idea de agruparlos por «tríos de comportamientos», aquí ofrece lecturas marcadas por una perspectiva histórica. De tal modo que La larga pintura del hombre es otra oportunidad de extraordinario gozo para quien desee, con conocimientos y amenidad siempre estimulantes, conocer algunas de las mejores novedades editoriales de los últimos años en el ámbito de la no ficción.

“Los historiadores son mi fuerte. Son gratos y placenteros, y en ellos se encuentra la pintura del hombre, cuyo conocimiento busco siempre; tal diseño es más vivo y más cabal en aquellos que en ninguna otra clase de libros; en los historiadores se encuentra la verdad y variedad de las condiciones internas de la personalidad humana, en conjunto y en detalle; la diversidad de sus empresas y los accidentes que las amenazan”. (Michel de Montaigne).

Porque la historia es larga, larga, larga. (Walt Whitman).

Toni Montesinos (Barcelona, 1972) es crítico literario de La Razón desde el año 2000 y redactor jefe de Qué Leer, además de colaborador de Cuadernos HispanoamericanosCultura/s (de La Vanguardia) y El Viajero (de El País). Ha publicado cuatro novelas, entre ellas La soledad del tirador (El Desvelo, 2017) y El fantasma de la verdad (El Desvelo, 2018), y reunido sus versos en Alma en las palabras. Poesía reunida 1990-2010 y en la apócrifa Antología poética del suicidio (siglo XX). Sus últimos libros son: La letra herida. Autores suicidas, toxicómanos y dementesEl fragmento honesto. Un diario de pasiones (2009-2021)Muy al norte en el turbio mar. Una historia de la literatura inglesaLa ofensiva K de Kafka. Un escritor sagrado y puroEl realismo ficticio. Con lecturas de narradores españoles e hispanoamericanos; y Palabrería de lujo. De la Ilustración hasta Houellebecq.

Dada la vastedad de temas a tratar, la mejor manera de saber de qué trata es examinar su índice:

Índice del libro

El origen revolucionario de nuestra sociedad 

La fuerza del Viejo Continente 

Capitalismo entre cuadros y algodones 

Comportamientos genetistas

Hijos de cazadores y recolectores 

Ateísmo y ADN egoísta 

La Biblia y la genética 

Comportamientos científicos

La doblemente premio Nobel Marie Curie 

La relatividad gongorina de Einstein 

Stephen Hawking: el universo desde una silla de ruedas 

Comportamientos médicos

La ciencia mágica 

La anestesia y otros alivios 

El mejor hospital, el femenino 

Comportamientos pandémico-enfermizos

El zumbido asesino 

La pandemia de la soledad 

Vacunación y compasión 

Comportamientos simbólicos

Desde el silencio: el sonido y el misterio de la A a la Z 

La India tres mil años antes 

Juan Eduardo Cirlot: sumergirse en los símbolos 

Comportamientos bíblicos

Abrir las aguas de una literatura mal conocida 

Doce elegidos para la Gloria en el centro del mundo 

Jesús y Jerusalén, un legado inmortal 

Comportamientos femenino-carismáticos

Tantas Cleopatras como sueños 

La farsante de las mil vidas 

Maria Callas y el do de pecho del divismo 

Comportamientos romanos

Visita a la Ciudad Eterna 

Julio César, el hombre más poderoso del Imperio 

Aníbal: el más osado enemigo de Roma 

Comportamientos hispano-conquistadores

Cuando Colón no llegó a las Indias 

Francisco Pizarro, el conquistador que amó Lima 

Simón Bolívar: tirano democrático de la América más española 

Comportamientos colonizadores

Todopoderosos que cambiaron el planeta 

La conquista de los mares 

Marte: hogar y centro de negocios 

Comportamientos británicos

Una armada no tan invencible 

El té de las cinco en Egipto 

El servicio ya no es lo que era 

Comportamientos racistas

La esclavitud a debate 

El secuestro de la raza negra 

Cambiar de piel, cambiar las conciencias 

Comportamientos asesinos

El niño más rápido del Oeste 

Jack el Destripador: el asesino en serie a examen 

El sueño del supervillano Bin Laden 

Comportamientos delictivos

Un Sherlock Holmes italiano en Nueva York 

La codicia del dinero mafioso y prostibulario 

El oscuro negocio de trabajar en alta mar 

Comportamientos bélico-orientales

España contra la Cochinchina 

Una guerra traumática en Vietnam 

Tras la bomba atómica 

Comportamientos dictatoriales

Marinetti, propagandista de Mussolini 

La niñez como nido del futuro odio 

Repúblicas exsoviéticas con Corea del Norte al fondo 

Comportamientos bélico-mundialistas

La Gran Guerra para reír y denunciar 

La paz engañosa del periodo de entreguerras 

Biografía paralela de dos generales 

Comportamientos antijudíos

Los antecedentes del Holocausto 

Antisemitismo letrado 

Intrigas de la Alemania posnazi 

Comportamientos antihitlerianos

El dandi que documentó la amenaza nacionalsocialista 

Resistencia judía en una Alemania partida 

Contra Hitler desde el aire 

Comportamientos guerracivilistas

Ojos foráneos y libertad periodística 

Una sempiterna tragedia entre políticos ineptos 

El Ateneo de Madrid ante un mar de sangre 

Comportamientos artístico-icónicos

Leonardo, el hombre más curioso de la historia 

Gaudí: confesión de un arquitecto sagrado 

Tintín: el reportero que nunca publicó nada 

Comportamientos artístico-personales

Amigos rivales entre pinceles 

Etiquetas de «musa y amante»: Nancy Cunard y Dora Maar 

Pedanterías, mercadeos y escritos 

Comportamientos críticos

Una ocasión perdida para Estados Unidos 

El alcohol prohibitivo 

La ira de la Depresión 

Comportamientos estadounidenses

FBI y CIA: la información es poder 

La felicidad patriótica: sonría y diviértase 

El muro burocrático: menores en la frontera 

Comportamientos librescos

El inicio de la biblioteca total 

Una literatura universal 

A la busca diaria de libros 

Comportamientos visionarios

Sócrates: el héroe filósofo y feliz 

La ciudad platónica: guía para visitar Utopía 

Masonería: una sociedad simbólica y secreta 

Comportamientos morales

Consejos de conducta inmortales 

Lecciones de vida éticas 

La urgencia de hacer el bien e ignorar el mal 

Comportamientos actuales

Solución a la democracia moribunda 

La mentira como forma de verdad 

El Gran Hermano internet 

Comportamientos catastrofistas

La guerra que viene ¿en un mundo en paz? 

Alarmismos literarios: el Apocalipsis ya está aquí 

Resurgir de las cenizas

Comportamientos sociales

Humanos como insectos ansiosos por agradar 

Los países como personas 

Trabajar no es tan importante 

Comportamientos aventureros

Adictos a África para explorar, informar o morir 

La luz más blanca del planeta 

Recorrer en círculo Norteamérica 

Comportamientos viajeros

Periodistas como historiadores 

El silbido de los trenes 

El turismo: la industria del siglo 

Comportamientos cómicos

Tono, el crápula nocturno 

El hombre más famoso del mundo: Charles Chaplin 

Terry Gilliam en busca de heridas 

Comportamientos cinematográficos

Clint Eastwood en Almería

Kirk Douglas: un rebelde contra la persecución política

La muerte demasiado cerca: adolescencia fílmica 

Comportamientos documentales 

El epistolar aliento de la vida 

El arte de la estafa 

Condena a las brujas y sus espíritus 

Comportamientos musicales 

Wagner: del teatro a Hollywood 

Mozart, talismán para Beethoven 

Glenn Gould: el pianista de los guantes 

Comportamientos filosófico-germanos 

Schopenhauer: el pesimista arrogante 

El verdadero Nietzsche demente 

Hermann Keyserling: el profeta que dio la vuelta al mundo 

Comportamientos catalanes 

La sumisión de la literatura catalana a la política 

La Revolución Francesa en mi calle: independentismo y TV3 

A la muerte. La muerte. Muerte: un atentado en Barcelona 

La obra poética de la sueca Karin Boye sale a la venta el lunes 28 de Noviembre

El Desvelo Ediciones publica la Antología poética de Karin Boye, autora sueca a través de su colección Última Thule y, bajo la edición literaria y la traducción de Jesús García Rodríguez. El libro saldrá a la venta el lunes 28 de noviembre. Pero, ¿quién fue Karin Boye?

Semblanza de su vida

Karin Maria Boye nació el 26 de octubre de 1900 en Gotemburgo, en el seno de una familia muy acomodada y culta. Su madre poseía una firme conciencia feminista, y su padre, un alto funcionario, se caracterizó por su mentalidad liberal y antimilitarista. En la escuela, Boye muestra ya su interés por cuestiones morales y filosóficas; lee a Schopenhauer y reflexiona de forma muy precoz sobre la muerte. Con 14 años, Karin empieza a padecer de estados depresivos (maniaco-depresivos o bipolares, como se diría hoy) que la acompañaron durante toda su vida. Karin fue una defensora de los derechos civiles y políticos de las mujeres. Pero su vida estuvo determinada por la escritura, su lesbianismo oculto y la tragedia, lo que le llevó a quitarse la vida en Alingsås en 1941.

Su obra poética

La poesía de Boye fue calificada, ya en vida de la autora, de fría y abstracta. No deja de ser extraña esa calificación en el caso de una escritora cuya fuente de inspiración habían sido siempre escritores que propugnaban una batalla contra el racionalismo moderno y buscaban investigar en fuerzas interiores irracionales: Schopenhauer, Nietzsche, Freud, los surrealistas; su vida misma se vio zarandeada por intensísimas conmociones psíquicas y espirituales.

La poesís de Boye sorprende por su contenido existencial, de búsqueda de sentido a veces en un plano religioso y otras en un plano claramente laico; eso la hace muy distinta a la obra de otros escritores coetáneos suyos. La presencia de una escisión interior es muy habitual en sus poemas, producida por algún conflicto interior, moral o espiritual.

La traducción contiene los cuatro libros de poemas publicados en vida por Karin Boye y el libro póstumo Los siete pecados capitales y otros poemas póstumos, editado pocos meses después de su muerte. El traductor, Jesús García Rodríguez, ha utilizado las ediciones originales de la editorial Albert Bonnier. También ha pretendido la fidelidad al texto por encima de cualquier tentativa de interpretación, pero naturalmente sin prescindir de una forma poética que transmita y reproduzca la belleza de los poemas originales. Es por ello, que ha renunciado a la rima para hacer el texto más legible al lector moderno.

Norman Cameron, el más singular de los poetas, ya forma parte de la colección Última Thule

Si se ha de definir la poética de Norman Cameron habría que utilizar, sin duda alguna, el término singularidad, como recalca Warren Hope, biógrafo y máximo especialista en su obra. El último de los poetas que hemos incorporado a nuestra colección ‘Última Thule’ nació en Bombay en 1905 aunque su ascendencia era escocesa. La educación de Norman Cameron fue exquisita, pasó por el Fettes y el Orion College en Oxford; políglota y gran conocedor del latín y griego clásicos, fue traductor de Rimbaud, Villon, Baudelaire, Heinrich Heine o Nerval, entre otros poetas. También tradujo narrativa como ‘Escenas de la vida bohemia’ de Henri Murger o ‘Cándido’ de Voltaire.

AMIGO DE ROBERT GRAVES Y MENTOR DE DYLAN THOMAS

Su paso por Oxford fue determinante para Norman Cameron. Allí conoció a Robert Graves y Laura Riding. Su relación de amistad, camaradería y respeto duraría hasta su muerte en 1953. Con Dylan Thomas la amistad fue tan cercana y fructífera que algunos le consideran su mentor. Pero Cameron también contaba con otros colegas ilustres como el poeta Alan Hodge, el pintor John Aldridge, James Reeves y el no menos ilustre George Orwell.

SU OBRA

Como poeta publicó ‘The Winter House and other poems’, J.M.Dent and Sons, 1935; ‘Work in Hand’, The Hogarth Press, 1942, con Alan Hodge y Robert Graves; ‘Forgive me Sire’, Fore Publications, 1950. Su poesía completa ‘The Collected Poems of Norman Cameron 1905-1953’, The Hoghart Press, se publicó en 1957 con una introducción de Robert Graves. 

Esta antología poética tiene como referencia los siguientes libros: ‘Norman Cameron, Collected Poems and Selected Translations’, editado por Warren Hope y Jonathan Barker, Anvil Press Poetry 2011; y ‘Norman Cameron, his Life, Work and Letters’, por Warren Hope, Greewich Exchange, London 2000.


“El poema no lo busca el poeta, sino que aparece a pesar de la renuencia del poeta. La forma del poema no está impuesta por el poeta: el patrón crece ante sus ojos”. 

Norman Cameron

Klabund, el matrimonio Neumo y Tórax y ‘La enfermedad de los hoteles’

Por las páginas de La enfermedad desfilan personajes curiosos que son la traducción narrativa de personas reales con las que convivió Klabund, el autor de la novela, durante su estancia en Davos para tratarse de la tuberculosis, también conocida como ‘La enfermedad de los poetas’ o ‘La enfermedad de los hoteles’. Os dejamos un extracto del prólogo de Olga García a la novela de Klabund, en el que retrata al autor:

Alfred Henschke, Klabund.

A Alfred Georg Hermann Henschke (Crossen del Oder, la actual ciudad polaca de Krosno Odrzańskie, 1890 — Davos, 1928), conocido sobre todo por el pseudónimo de Klabund, le diagnosticaron a los dieciséis años tuberculosis pulmonar «cerrada» (es decir, no contagiosa). La enfermedad no frenó las energías del, en un principio, discreto y aplicado hijo de boticario que a los veinte años se autodefinió como escritor, al haber ya compuesto 597 poemas, 29 relatos, 13 piezas de teatro de un acto, una novela, una colección de aforismos, además de otros fragmentos para futuros dramas y novelas. Fredi plantó cara a su despótico padre, se negó a seguir estudios de farmacia y eligió los derroteros de la literatura. Klabund estaba naciendo. Múnich, Lausana, Berlín, Locarno y Davos le acogerán. Escribirá más de 1.500 poemas, un total de 70 obras, entre escritos propios y adaptaciones; a pesar de su prematura muerte a los treinta y siete años. Setenta textos en veinte años bajo el ritmo trepidante de quien sabe que tiene los días contados, porque la tisis «galopa».

Desde su primera convalecencia en Locarno en 1907, aquel joven delgado, pálido, de apariencia tímida, con sus inseparables gafas gruesas de montura oscura irá y vendrá de los más variados lechos amorosos a las tumbonas de los sanatorios; de la climatoterapia de altura a los escenarios de los más conocidos cabarés de la época; aunque siempre obligado a intercalar periódicas curas de reposo y dieta rica en grasa en las alturas alpinas. 

Durante una estancia en Arosa en 1914 comienza a perfilar un relato con tintes autobiográficos (La enfermedad) que escribiría posteriormente, entre febrero y marzo de 1916, durante la que sería la primera de sus muchas y sucesivas convalecencias en Davos. 

Se albergó en el sanatorio del doctor Jessen, donde cuatro años antes también Katia Mann había sido tratada. No obstante, su estancia en el sanatorio Wald apenas duró unos días. Las normas allí eran demasiado rígidas (y la minuta posiblemente también elevada) para él. En la Pensión Stolzenfels en Davos-Dorf encontraría, sin embargo, acomodo y un refugio hasta sus últimos días. El establecimiento estaba regentado por el matrimonio Poeschel. Al jurista Erwin Poeschel (1884-1965) la tuberculosis le privó de poder ejercer su profesión. En Davos conoció a la también paciente Frieda Ernst, y una vez restablecidos ambos, decidieron encargarse del edificio de seis plantas, levantado en 1913 en el Höhenweg, la pensión Stolzenfels. 

En Erwin Poeschel encontró Klabund un amigo y un erudito interlocutor, que escribía críticas de arte y literarias; y mantenía una cordial amistad con Hermann Hesse, Jakob Wassermann, Philipp Bauknecht, Philipp Modrow y Augusto Giacometti. En 1928, el mismo año de la muerte de Klabund, la inflación le obligará a cerrar la pensión, pero Poeschel siguió su nunca interrumpida andadura en el terrero de la historia del arte, convirtiéndose en uno de los más reconocidos expertos de Suiza. 

Klabund inmortaliza en La enfermedad a los Poeschel. El matrimonio Neumo y Tórax Paustian de la pensión Schönblick no son otros que ellos, y el apodo de la pareja alude al método quirúrgico denominado punción de neumotórax. Igualmente las figuras principales de la narración: Sylvester Glonner y Sybil Lindquist permiten ser identificadas con el propio Klabund y su amiga Sybil Smolowa, que había conocido en Arosa. También el personaje de Alfons Pein se corresponde con el escritor hoy olvidado Paul Apel; y el doctor Ronken responde al doctor Jessen. También la toponimia local recorre 

las páginas de La enfermedad: el Grand-Hotel Belvédère, el restaurante Kolbinger, el Rößli, el kurhaus, el teatro, la promenade, la pista de bobsleigh de Schatzalp, etc.

El relato de Klabund, que fue publicado en 1917, sorprendentemente presenta varios paralelismos con La montaña mágica (1924). El ambiente mórbido, a la vez exaltado, la desesperación pero también las ansias de vivir que inundan el sanatorio del doctor Jessen (Dr. Ronken para Klabund, Dr. Behrens para Mann), el traslado nocturno de los cadáveres montaña abajo por la pista de bobsleigh de Schatzalp, la equiparación de la ciudad de Davos a un mítico inframundo hundido en las profundidades (Vineta para Klabund, el reino de las sombras para Mann), o las macabras fiestas de carnaval y algunos amoríos del propio autor parece como si hubiesen sido transpuestos posteriormente a La montaña mágica. Si Thomas Mann algo sabía de las correrías y la obra del espíritu vagabundo es una incógnita. De lo que no hay duda es que Klabund fue el iniciador de los bailes de disfraces en la pensión Stolzenfels. Él mismo se encargaba de componer los programas y de ensamblar collages dadaístas para anunciar, siempre con un corrosivo humor negro, por ejemplo, el próximo Baile de la banana. Sus carteles demuestran el carácter polifacético del autor, además de ofrecer un abanico de visualizaciones sarcásticas de la tuberculosis.

No obstante, el tísico Klabund, a diferencia de Hans Castorp, no estaba dispuesto a prolongar innecesariamente sus estancias en Davos. Para él, la vida no consistía en esperar, y como aquel sabía que arriba en el sanatorio se consume más tiempo que en ningún otro lugar; y justamente tiempo es de lo que él no disponía. Para Klabund escribir se convierte en una adicción, una forma de sobrellevar la enfermedad. Sí, tumbado como Oblomov, pero activo; siempre escribiendo en la tumbona, bien tapado y rodeado de libros y papeles. Así lo pintó Erich Büttner. 

La frívola y a la vez mórbida existencia de los moribundos en Davos la plasmó irónicamente Klabund en no pocos versos y textos fragmentarios. La enfermedad es un motivo recurrente en su obra, llegando hacer literatura de la tuberculosis. En su Historia de la literatura universal (1922), Klabund apunta: «Debería escribirse una historia literaria de los tísicos. Esta enfermedad constitucional posee la facultad de modificar mentalmente a aquellos en quienes hace presa. Les impone el castigo de Caín, el cual proyectó su pasión hacia su interior, devorándose los pulmones y el corazón.»

En lugar de la conocida frase con la que Rilke arranca Los apuntes de Malte Laurids Brigge —«¿De modo que aquí viene la gente para vivir? Yo creería más bien que aquí se muriera.»— Klabund inicia su relato La enfermedad con la pregunta: «¿Entonces usted únicamente ha venido aquí 

Olga García. Del prólogo de ‘La enfermedad’
Baile de la banana, una de las actividades lúdicas promovida por Klabund en Davos.

“¿Entonces usted únicamente ha venido aquí para morir?”: un extracto de ‘La enfermedad’, de Klabund

 —¿Entonces usted únicamente ha venido aquí para morir? —dijo el joven alemán que, con las manos metidas en los bolsillos inferiores de su chaleco deportivo color pelo de camello, recorría enervado la habitación y a la par tosía a causa del humazo de los cigarrillos.

—¿Por qué si no? —repuso Sybil que estaba tendida en la cama fumando, delgada y rubia.

—¡Encantadol, ¡encantadol —murmuraba el pequeño japonés, asistente médico en el sanatorio Beau-Rivage ubicado montaña arriba, mientras sostenía al contraluz una escupidera azul que tenía grabada una extraña escala de medición.

—Diez centímetros cúbicos de esputos —dijo sonriendo, bajo el efecto de algún tipo de júbilo interno.

El japonés hablaba alemán y portugués con fluidez. En ocasiones se hacía pasar por portugués. Mantenía unas relaciones secretas con la doncella del cónsul de Portugal. Una suiza gruesa de Berna que tenía el aspecto de haber sido modelada con masilla. En lugar de un cencerro de vaca llevaba en torno a su rollizo cuello un medallón doble que cobijaba el retrato del pequeño japonés – vestido con su traje nacional de seda y repleto de pliegues.

—Antaño solamente amaba a mujeres morenas —dijo el joven alemán mientras, a través de la puerta del balcón, observaba la nieve que la ventisca había traído.

—Mujeres de pelo negro y ojos negros. Eso era cuando tenía diecinueve o veinte años e iba a tientas en la oscuridad. Mas de pronto se hizo la luz. Amé a una mujer de cabellos castaños y ojos de cierva. Después a una pelirroja de ojos casi celestes que parecían de color violeta cuando se iluminaban. Mis amigos se burlaban de mí y decían que además de cabellos rojos tenía también los ojos rojos, y que por tanto yo amaba a un conejo. – Finalmente sobrevino la claridad a mi alrededor. Salió el sol. Un rubio frenético procedente de un firmamento de mirada celeste. Contemplé el mediodía de mi vida. Cielo azul, sol favorable. ¿Por qué no quiere usted creer, Sybil, que es usted la luz de mi día? 

—¡Oh! —Sybil hizo un gesto de rechazo. Tiró la ceniza del cigarrillo sobre la alfombrilla de cama. 

El pequeño japonés colocó el frasco azul en la mesilla mientras bailoteaba en aquel rincón sombrío del cuarto. Se le oía reír: como una extraña ave acuática. 

Se entretenía hablando a un papagayo disecado en su particular lengua susurrante. 

El oficial búlgaro, que pálido y encogido estaba sentado sobre una banqueta mirando fijamente el suelo, carraspeó. Había participado en las dos Guerras Balcánicas, en la batalla de Lüleburgaz, en el sitio de Adrianópolis, en la batalla de Çatalca. Pero nadie podía evocar la guerra en su presencia, o de inmediato le brotaba espuma por la boca. 

Cuando el profesor Ronken, el de la barba blanca y la cabeza de petirrojo, le examinó por vez primera, y le auscultó con su elegante fonendoscopio flexible, se desmalló al instante. En ese momento había entrado en la habitación el doctor Froidevaux, recién salido del quirófano, con la bata blanca algo salpicada de sangre. 

—Sybil —dijo el búlgaro—, sería grave que usted muriese. Sylvester Glonner tiene razón. Usted es nuestro sol rubio. Estar sentado junto a usted, en este cuarto lleno de humo, reconforta más que estar tumbado amodorrado a pleno mediodía en la galería de reposo. El sol de Davos provoca somnolencia. Usted espabila. 

Y volvió a su banqueta. 

El joven alemán se apoyó lentamente contra un armario lacado en blanco. Estaba rememorando unos versos de Hölderlin: ¿Pero dónde estás? Mi alma enajenada sueña confusa con todos tus encantos. 

—¿Pero dónde estás? —decía en voz alta. 

El japonés reía. 

Sylvester sentía como si la mirada fugaz de Sybil le hubiese rozado. Igual que si se tratase de una brisa cálida. 

El búlgaro miró el reloj: 

—Tengo que marcharme a la cura de reposo. Van a ser las seis. 

Sin despedirse se fue trastabillando con su pequeña muleta en dirección a la puerta. 

El pequeño japonés se deslizó jovial detrás de él. 

—Nos hemos quedado solos —dijo Sylvester. 

—Como siempre… 

Ella exhalaba el humo del cigarrillo hacia el techo y este hacía un sinfín de volutas. 

Él le tendió la mano y se fue. 

La enfermedad. Klabund. Traduc.: Olga García.
La enfermedad, de Klabund.

 

Tres ‘microorganismos’ del próximo libro de Ángela Mallén

Os dejamos tres aforismos, a modo de microorganismos benefactores, extraídos del libro de Ángela Mallén, que tendremos a la venta a partir del 19 de septiembre. El libro, callado está dicho, se titula ‘Microorganismo’.

 Con el tiempo, la memoria pasa de ser una sala de máquinas a una caja de sorpresas.

* * *

La bondad es una naturaleza. El bien es una opción.

* * *

La verdad está más cerca de la incertidumbre que de la certeza. 

Microorganismos, de Ángela Mallén

La colección de poetas británicos alcanzará su novena entrega en octubre con la publicación de la antología poética de Norman Cameron

Norman Cameron. Antología poética.

En octubre tendremos en la calle la novena entrega de nuestra colección de poesía británica. Se trata de la poesía del escocés Norman Cameron, totalmente desconocida en España y que sorprenderá a todos aquellos que se acerquen a esta antología, que volvemos a editar en edición bilingüe castellano-inglés.

También volvemos a recurrir para la ocasión a Imanol Gómez Martín, quien ya tradujera para nosotros la obra de dos monstruos de la poesía británica de mitad del siglo XX: Martin Seymour-Smith y Robert Nye. Al igual que con estos, la antología de Norman Cameron viene precedida de un estudio introductorio. La selección de poemas y notas explicativas son también obra de Gómez Martín.

No queremos olvidarnos en estos momentos del poeta estadounidense Warren Hope, desparecido el pasado mes de mayo, sin el cual esta obra no hubiera sido posible. Hope nos cedió los derechos para la traducción al castellano de los versos de Cameron, ya que es su albacea, al tiempo que nos facilitó las imágenes que ilustran el libro.

Norman Cameron y esposa. Cortesía de Warren Hope.

La poesía de Cameron es de una singularidad tal que no cabe agruparlo con cualquier otro de los creadores contemporáneos. Es esta independencia creativa la que marcó su poesía, alejado del abrazo de oso del círculo de Robert Graves y Laura Riding, con los que convivió durante un tiempo en Mallorca.

Norman Cameron, de ascendencia escocesa, nació en Bombay en 1905 y se educó en el Fettes College y el Orion College en Oxford, donde conoció a Robert Graves y Laura Riding en 1927, tejiendo entre ellos una relación de camaradería y respeto que duraría hasta su muerte en 1953. Fue Superintendente de Educación en Nigeria, redactor publicitario en Londres y trabajó para las fuerzas armadas británicas en Italia y Austria. Políglota y gran conocedor del latín y griego clásicos, fue traductor de Rimbaud, Villon, Baudelaire, Heinrich Heine o Nerval, entre otros poetas, aunque también tradujo narrativa como “Escenas de la vida bohemia” de Henri Murger o “Cándido” de Voltaire. Entre sus grandes amigos cabe destacar su relación con Dylan Thomas, de quien era prácticamente su mentor, el poeta Alan Hodge, el pintor John Aldridge, James Reeves y G. Orwell. Como poeta publicó “The Winter House and other poems”, J.M.Dent and Sons, 1935; “Work in Hand”, The Hogarth Press, 1942, con Alan Hodge y Robert Graves; “Forgive me, Sire”, Fore Publications, 1950. Su poesía completa “The Collected Poems of Norman Cameron  1905-1953” , The Hoghart Press, se publicó en 1957 con una introducción de Robert Graves. 

Si se ha de definir la poética de Norman Cameron habría que utilizar, sin duda alguna, el término singularidad. Como recalca Warren Hope, biógrafo y máximo especialista en la obra de Norman Cameron: “el poema no lo busca el poeta, sino que aparece a pesar de la renuencia del poeta. La forma del poema no está impuesta por el poeta: el patrón crece ante sus ojos”. 

El poema no lo busca el poeta, sino que aparece a pesar de la renuencia del poeta. La forma del poema no está impuesta por el poeta: el patrón crece ante sus ojos

Warren Hope

La colección

Para desarrollar este proyecto se ha requerido el concurso de buen número de traductores (y poetas, todo sea dicho, ya que reúnen ambas condiciones todos). Eva Gallud Jurado tradujo ‘Contraataque’, de Siegfried Sassoon, uno de los poemarios más importantes por su impacto en la I Guerra Mundial. Del mismo período, Gallud también tradujo la obra completa de Rupert Brooke y una antología de seis poetas británicas (‘Nada tan amargo’), encabezada por Vera Brittain. Paula Fernández tradujo todos los poemas que sobrevivieron a Roland Leighton, novio de Brittain fallecido en Francia.

Portada de la revista The Review. Cortesía de Warren Hope.

Imanol Gómez Martín, de quien ahora publicaremos su traducción de la poesía de Norman Cameron, fue también quien tradujo la de Martin Seymour-Smith y la de Robert Nye. Gabriel Insausti tradujo la de William Henry Davies y cuatro traductores, sí cuatro, se encargaron de traducir los poemas de uno de los padres de las vanguardias europeas, Gherasim Luca. Los traductores trabajaron sobre los textos en francés y rumano y fueron Vicente Gutiérrez Escudero, Catalina Illiescu y Eugenio Castro. En total, ocho traductores a los que desde aquí agradecemos el trabajo realizado.

Todos ellos hicieron mucho más que traducir, dando sentido a la figura del editor literario, aquel que se encarga en preparar la edición en todos sus extremos, desde la selección de poemas hasta su traducción, pasando por su estudio introductorio y notas explicativas.

Si algo da sentido a la labor editorial es la de desvelar, descubrir, hacer aflorar aquello que está oculto. No somos tan pretenciosos como para pensar que estos nueve libros recogen poesía totalmente inédita en español, pero sí en la mayoría de los casos es desconocida para los amantes de la poesía con seguridad.

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