Revista de prensa: Nuestros libros en Tan alto el silencio, Alma en las palabras y Diario 16-Mediterráneo




‘Una mujer viaja por el mundo’ en el blog Alma en las palabras, de Toni Montesinos.
Hace unos días se cumplió un año del «I Encuentro nacional de traducción literaria» que tuvo lugar en la Casa Gerald Brenan de Málaga. El tema del día inaugural era «Las trincheras de la traducción» y la poeta y traductora Ea Gallud habló de las poetas inglesas de la Primera Guerra Mundial que reunió en el libro «Nada tan amargo», con textos seleccionados por ella y publicados por nosotros. Aquí os dejamos el texto de su participación, «La batalla contra el olvido», y el enlace a su publicación en medium.com.
“Aquellos poetas soldados sobreviven aún en sus versos que son releídos, reeditados y antologados. Pero, ¿qué fue de las autoras? ¿Existieron mujeres poetas de la guerra? Después de haber traducido a dos de los famosos «poetas de la guerra» –Siegfried Sassoon y Rupert Brooke– surgió en mi cabeza, inexorable, la pregunta: ¿dónde estaban ellas?
Fruto de ese interrogante y de la consiguiente investigación nació Nada tan amargo, publicado por El Desvelo, donde hemos recuperado la voz de seis poetas inglesas –Vera Brittain, Rose Macaulay, May Wedderburn Cannan, Jessie Pope, Margaret Sackville y S. Gertrude Ford–, seis poetas inglesas, decía, cuya obra está marcada de algún modo y en algún momento por la Primera Guerra Mundial.”
Eva Gallud Jurado
https://medium.com/@ave.o.eva/la-batalla-contra-el-olvido-463070dd4fe9
En qué crees que se diferencia tu novela de otras que se hayan escrito sobre este mismo tema.
Más allá de la importancia del paisaje, es una novela de matices, los personajes no son antitéticos, tienes sus luces y sus sombras, el narrador no los juzga. Y al terrorismo, como fenómeno vivido en el País Vasco, se le suma el mundo de la heroína. Es una novela de balas y jeringuillas, donde nada es lo que parece, pero que en sus páginas reivindica la paz.
¿Qué crees que aporta de nuevo tu punto de vista sobre aquellos años de plomo?
Mi novela es una confesión sobre el miedo que sintió un joven que no entendía lo que pasaba y donde prevalece una narración tierna de los sentimientos y cercana en los hechos. Se mezcla ficción y realidad, pero al lector no creo que le importe lo que es verdad o lo que es imaginario y seguramente no se dará cuenta de esta combinación, pues la historia se envuelve con una voz clara que respira entre los sucesos y las acciones que se describen para ayudarnos a pensar en voz alta sobre toda esa locura. Me gustaría señalar también la visión de nuestros padres sobre esa realidad vivida en su madurez. La distancia generacional incluye diferentes visiones sobre la comprensión de la vida. La relación del padre con el narrador, que tiene mucho que ver con la que tuve con el mío, confronta dos mundos distantes: uno que se acaba y otro que se mantiene. (…)
Estamos muy contentos con la acogida que está teniendo ‘La carretera de la costa’, de Kepa Murua, una novela cuya salida quedó interrumpida por el estado de alarma, pero que ahora está teniendo una segunda vida. En la galería podéis ver su repercusión en prensa en el País Vasco, tanto en El Correo como en El Diario Vasco, pasando por el suplemento cultural Pérgola, de Bilbao. Es una muestra de la acogida que está teniendo una obra, sentida y humana, sobre los Años de Plomo del terrorismo vasco.
#juancarlosuso retrata, desde un punto de vista histórico y sociológico, la España permisiva con el consumo de drogas de las primeras décadas del siglo XX con la paulatina represión posterior.
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La criminalización pública del consumo de drogas fue un proceso que se desarrolló en el siglo XX con la colaboración necesaria de los medios de comunicación. El libro constata la aceptación social y difusión sin cortapisas del consumo de droga en todos los países y estratos sociales a primeros del siglo XX hasta su prohibición en la actualidad. La obra es un estudio profundo que hace hincapié en España. Va acompañada de un aparato de notas y bibliografía profuso y de unas 80 imágenes, algunas de ellas novedosas.
Juan Carlos Usó Arnal (Nules, Castellón, 1959) es licenciado en Geografía Historia Contemporánea, doctor en Sociología y bibliotecario en el Ayuntamiento de Castellón de la Plana. Es autor de ‘Drogas y cultura de masas. España 1855-1995’ (Madrid, 1996), ‘Spanish trip. La aventura psiquedélica en España’ (Barcelona, 2001), ‘Píldoras de realidad’ (Madrid, 2012) y ‘¿Nos matan con heroína? Sobre la intoxicación farmacológica como arma de Estado’ (Bilbao, 2015). En esta misma editorial publicó en 2017 ‘Orgullo travestido’, sobre la figura de Egmont de Bries y el contexto homosexual español.
… como por ejemplo entrevistas en periódicos. Como por ejemplo esta, hecha al escritor, editor, fotógrafo, José Naveiras, cuya última novela ‘Memorias del cementerio’, presentaremos el sábado en la Librería Gil de Santander (19.30 horas). Aquí va la entrevista íntegra para conocer mejor a nuestro colega y, sin embargo, amigo:
-¿El hecho de haber estado viviendo en un cementerio lo diferencia del común de los mortales (nunca mejor dicho)?
-No sé, no creo. Yo nací en el cementerio de la Almudena de Madrid y me crié en él hasta que cumplí los 22. Es un sitio, desde luego, muy curioso para vivir, para crecer y educarte, pero eso no creo que me haga diferente al resto. Sólo atípico.
-¿Qué significa la muerte para usted?
-Lo mismo que para los demás, supongo. La muerte para mí no es más que el final de una película de la que no seremos conscientes. El fin de unas vivencias y de todas las experiencias. Después si hay olvido o no, al afectado o afectada, desde luego, le va a dar igual porque no nos vamos a dar cuenta de ello.
-Su personaje es un sociópata dedicado a crear muerte por encargo, ¿Por qué Carlos pudiendo escribir de otros caracteres?
-La idea original era crear una novela que me ayudara a encauzar mis experiencias en el cementerio. Francamente, ser escritor y no aprovechar el haberte criado en un cementerio sería casi un crimen. Comencé a desarrollar la idea, pero no quería que la novela fuera sólo escribir sobre mis experiencias en el cementerio, sino jugar con ellas de otra forma. Por otro lado, quería una novela divertida, rápida de leer y con cierta dosis de acción. Así que creé a Carlos. Alguien que se diferenciara mucho de mí, pero que me permitiera hablar de la experiencia de vivir en un cementerio. No quería que me dijeran aquello de “se nota que Carlos eres tú”, quería que el personaje fuera un ser despreciable para que no se le identificara conmigo. Así que pensé que no hay nada peor que alguien que su desapego por la vida le llevara a matar por dinero sin importarle nada más. Aunque por otro lado quería también que el lector o lectora llegara a sentir cierta simpatía en algunos momentos. Pero esta segunda idea llegó después.
-Hay múltiples referencias al mundo del cómic, la música, el cine. Incluso el lector del libro puede acercarse a él desde otros soportes y fuentes (spotify, blog…) ¿Esta es una marca generacional?
-Por un lado sí, tiene muchas influencias de otros ámbitos artísticos y me gusta que hagas referencia a lo del cómic porque muy poca gente la ha visto y empezaba a pensar que no estaba clara. Las influencias son muy visuales. Yo era lector compulsivo de comics, de todo tipo, pero sobre todo aquellos que contaban historias de tipos solitarios. Quería una novela muy visual, quería que las imágenes golpearan en la cabeza de la gente que la leyera. Así que recurrí a la forma de presentar las distintas historias del comic. Tomé además la forma de narrar del cine negro americano y del de gángsters, un par de géneros que siempre me han gustado, desde esas maravillosas películas en blanco y negro como “El halcón maltés” o “Ángeles con caras sucias” hasta aquellas magníficas de los 70 donde los tipos duros eran detectives tipo Steve McQueen en “Bullitt”, por ejemplo. Lo de ponerle música a la novela viene precisamente de esas películas de los 70 que tenían maravillosas bandas sonoras (busquen ustedes la bso de Bullit y disfruten). Fue entonces cuando quise que el protagonista estuviera siempre rodeado de música y que la gente no solo pudiera leer un montón de nombres y títulos de álbumes y canciones, sino que pudieran escuchar las canciones a las que se hacen referencia. La tecnología de la que disponemos hoy en día nos permite eso sin que el proyecto sea inviable por culpoa de los derechos de autor. Hubiera sido imposible sacar un disco con toda esa música, así que busque en Spotify, Deezer y Groveshark y cree las listas de reproducción con las canciones que escucha el protagonista.
Respecto a si es una marca generacional, no lo sé. Yo tengo 47 años, nací a mediados de los sesenta y mi generación ha vivido unos cambios tecnológicos impresionantes, del cine de barrio y la tele en blanco y negro a las descargas online. Da vértigo si lo piensas bien. Además soy también de esas personas que aprendieron a leer con cómics y luego nos hemos convertido en lectores de narrativa, poesía, teatro…
-Ha publicado poesía y narrativa, se ha internado en otros campos como el de la fotografía, es un activista cultural en Madrid y según tengo entendido codirige la editorial La Vida Rima. ¿Por qué esta hiperactividad? ¿Qué le reporta la cultura, máxime cuando reconoce vivir de otros trabajos?
-La hiperactividad es por simple inquietud creativa. Veo y leo cosas que hace la gente y que me parecen maravillosas. Entonces pienso en si podría hacer algo así yo y me pongo a ello. Llevo haciendo fotos desde los 16, luego me puse a escuchar música, a escribir narrativa, luego vendría la poesía, el diseño gráfico… en fin, que me gusta crear y la tecnología actual nos permite acercarnos a herramientas de creación que antes nos era más difícil o costoso utilizar. Yo trabajo de informático, pero de la parte más aburrida de la informática, la de gestión. Aplicaciones para bancos, aseguradoras y cosas así. Es un trabajo que hace que tengas que estar concentrado solo y exclusivamente en lo que estás haciendo. Cuando salgo del trabajo desconecto y me dedico a toda actividad cultural que me de mi tiempo libre. Antes lo hacía como espectador y ahora también como parte de ello. El detonante fue en 2007 cuando un grupo de amigos y amigas creamos la asociación cultural La Vida Rima. De ahí se crearon muchas sinergias y fue toda una explosión de creatividad. Hace dos años decidimos crear una microeditorial y yo me encargo de coordinarla junto a Eva Gallud y es toda una grata experiencia, esto nos permite hacer visibles los trabajos poéticos de mucha gente. Todo es muy emocionante y por nada querría perdérmelo.
-¿A quién tiene en mente cuando escribe? ¿Hay algún tipo de lector en el que piense?
-Pienso en todas aquellas novelas que no me han gustado e intento escribir al contrario. No pienso en un lector tipo, sólo escribo.
-Dado que puede ver el espectáculo a ambos lados de la barrera, como editor y como escritor, ¿cómo ve el panorama actual? ¿Hay lugar al optimismo?
-Pues la cosa está muy extraña. Por una lado hay muchísima creación y tenemos la posibilidad de editar con una bajada de costes muy importante. Por otro lado toda esta explosión creativa que vivimos no nos lleva a un aumento de la calidad literaria, aunque tampoco creo que esto sea una novedad. Yo sí soy optimista, aunque habrá que ver qué es lo que queda de todo esto. La situación está en que la industria tradicional está muriendo por su propia avaricia y se han creado nuevas fórmulas y mercados para mostrar cosas que no sean las de siempre. Como siempre, ni todo es bueno ni todo es malo, sólo que la cosa está cambiando y eso asusta a los de siempre.
-¿Qué le diría su personaje al ministro Wert?
Pues no creo que a Carlos le importase mucho lo de Wert. En realidad, él (Carlos, no Wert) es el resultado del individualismo, ése al que el neoliberalismo nos está llevando, ése mismo que nos lleva cada vez más a pensar que los problemas de los demás son una molestia y que lo mejor es ignorarlos porque uno mismo es lo único que merece la pena. Aunque, ojo, no quiero decir que el neoliberalismo nos lleve a ser asesinos. No. Lo que quiero decir es que el neoliberalismo nos lleva al individualismo absoluto y eso, creo, es lo peligroso. Es sólo que la incultura programada, el cortar el acceso a la cultura a aquellos que no tienen dinero y demás, lo único que hace es intentar que de nuevo la cultura sea una cosa de élites y de forma esporádica de alguna persona que por su genio destaque del resto. Pero, claro, eso es lo que yo digo, porque a Carlos sencillamente le daría igual, a él sólo le importa él y sólo se preocuparía de Wert si fuese un problema directo para sus objetivos.
-¿Qué está preparando ahora?
-Tengo en cartera dos libros de poemas. Uno sobre mi experiencia como padre, de la paternidad y la relación que se crea padre/hijo que se titulará “Sonrisa y también vaca”, otro donde trato de mezclar conceptos de física cuántica con la poesía (“Berberechos cuánticos”) y una novela que de momento se titula “Él es tan bella” que va de la tórrida historia de amor de un travesti al que le gusta el country y que es la Dolly Parton de España, un folletín al estilo Sawa, pero en el siglo XXI.
Guillermo Balbona, especialista en Cultura de El Diario Montañés, ha dedicado una estupenda resella al libro de Víctor del Río sobre la obra y pensamiento de Jeff Wall: ‘La querella oculta’.
“Jeff Wall -dice- es uno de los artistas contemporáneos más importantes de las últimas décadas, al margen de su obvia influencia en el uso de la fotografía por parte de innnumerables artistas más jóvenes, cuya trayectoria ha sedimentado un imaginario propio. La serie de obras, no especialmente numerosas, pero creadas como cuadros al modo de los antiguos maestros, le sitúa entre las referencias fundacionales de algunas poéticas contemporáneas”.
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