Sassoon, en Koult
Contraataque, de Siegfried Sassoon
Por Izaskun Gracia
La Primera Guerra Mundial (1914-1918), que comenzó como un enfrentamiento entre el Imperio Austrohúngaro y Serbia, pronto se convirtió en un conflicto bélico en el que participaron 32 países, que movilizó a 60 millones de soldados europeos y produjo 10 millones de bajas (fue en su momento el más sangriento de la historia). Entre los soldados que participaron en ella había varios poetas ingleses, como Rupert Brooke, Isaac Rosenberg, Wilfred Owen y Charles Sorley, que perdieron la vida en el frente, e Ivor Gurney y Siegfried Sassoon, que sobrevivieron y regresaron a sus hogares, como tantos otros soldados, malheridos física y/o psicológicamente.
A estos poetas, que se encargaron de plasmar en sus escritos su visión de la contienda, se les llamó war-poets o “poetas de la guerra” y entre ellos destaca Sassoon, el autor que con más crudeza criticó lo ocurrido y cuya actitud antibelicista se tradujo en la renuncia a la Cruz Militar con la que había sido condecorado (la tiró a un río) y la redacción de A soldier’s declaration, un texto que fue publicado en diversos medios y leído en el parlamento. Por todo ello fue sometido a un consejo de guerra del que pudo salvarse gracias a la ayuda de Robert Graves e Ian MacPherson (oficial y Subsecretario de Estado para la guerra, respectivamente), que alegaron que Sassoon sufría problemas mentales.
Sin embargo, publicó Contraataque en 1918, 39 poemas en los que el escritor describe el día a día en el frente, la explicación de su renuncia y rechazo a su vocación militar (El amor me llevó a rebelarme./El amor me devuelve para caminar a tientas con ellos en el infierno,/y en sus ojos torturados me yergo perdonado), la dificultad para olvidar el miedo y los horrores vividos (llegan: los sin casa, los muertos sin ruido […] fuera de la oscuridad que reúnen en torno a mi cama./Susurran en mi corazón, sus pensamientos son míos) y, consecuentemente, la incapacidad para volver a adaptarse a la vida normal (está comprobado que los soldados no se vuelven locos/a menos que pierdan el control de los pensamientos feos/que les llevan a farfullar entre los árboles).
También critica con dureza los medios de comunicación, más preocupados por loar la grandeza de la guerra y por servir como instrumentos de propaganda que por denunciar el sinsentido y el horror del enfrentamiento o el sufrimiento de los soldados, y a los altos mandos del ejército, que vivían ajenos a la realidad mientras dirigían a los jóvenes europeos hacia la muerte desde la comodidad de sus despachos (Si fuese cruel y calvo y me faltase la respiración,/viviría en la Base con Inmorales Comandantes/y enviaría a morir al frente a héroes abatidos).
Desgraciadamente y a pesar de que la primera edición de Contraataque se publicó hace casi un siglo, las palabras de Sassoon (o Jack el Loco, como lo apodaban sus hombres) no han perdido vigencia y sirven como continua reivindicación de la razón frente a la fuerza y como cruel constatación del devastador efecto que tiene la guerra sobre el ser humano.
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