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John Dee, astrólogo de Isabel I: Introducción al lenguaje enoquiano

“Podemos reconstruir la atmósfera que rodeaba los trabajos de Parsons a partir de las referencias al ritual y a otros aspectos del mundo oculto en el que participaba tan ardientemente. Por ejemplo el sistema enoquiano al que se refiere Parsons es una forma de magia fundada, no por el profeta Enoc, sino por el doctor John Dee y por sir Edward Kelley en la Inglaterra del siglo XVI. La magia enoquiana no es de naturaleza sexual; de hecho sus fundadores isabelinos rechazaron expresamente acusaciones de inmoralidad sexual.

John Dee nació el 13 de julio de 1527 en Mortlake, Inglaterra, un pueblo pequeño junto al Támesis en las afueras de Londres. Dee era un chico brillante, que entró en la universidad a los 15 años. Formó una gran biblioteca privada en su casa, y llegó a ser muy competente en varias ciencias como las matemáticas, la navegación (que en gran parte aprendió de primera mano mientras viajaba por el mundo), astronomía, óptica y cartografía. También estudió ciencias herméticas y se le nombró astrólogo real de la reina Isabel I.

La reina Mary lo envió a prisión después de que le dibujara un horóscopo desfavorable, que ella le había pedido. Isabel lo perdonó y además de sus deberes sobrenaturales también sirvió como agente de espionaje, que firmaba sus comunicados secretos para la reina como 007. Parece que desarrolló cierto sentido de deber esotérico hacia la persona o la posición de Isabel, porque hay pruebas de que la adoraba como la diosa egipcia Isis. Su ‘deber esotérico’ podría incluso haber incluido el uso de la fórmula famosa INRI, la ‘palabra clave’ que se usaba en la magia de Crowley, en una de sus múltiples variantes.

Alfabeto enoquiano.

Dee se casó relativamente tarde, en 1574, cuando tenía 47 años. La historia no registra el nombre de su mujer, que murió al año siguiente. Volvió a casarse, esta vez con una tal Jane Fromond, una de las damas de honor de la reina. Los estudios de Dee continuaron, y hacia 1581 sintió que había agotado todas las fuentes conocidas de sabiduría mundana y que el ínico modo de continuar con su búsqueda de conocimiento era volverse hacia lo sobrenatural.

Dee era un hombre pío, un buen cristiano, miembro de la Iglesia de Inglaterra. Admiraba a Enoc, el primer hombre tras la caída del que se dice que había caminado con Dios. De acuerdo con la tradición, Enoc era autor de varios libros apócrifos, en los que habría escrito lo que aprendió durante esos paseos. Estos libros perdidos de hecho eran pseudoepigráficos es decir, no escritos por Enoc, pero Dee ansiaba encontrarlos y se propuso lograrlo con la ayuda de los ángeles.

Rezó a Dios: “He leído muchas veces en Tus libros que Enoc disfrutaba con frecuencia de Tu favor y conversación; que Tú le eras familiar a Moisés; y también que a Abraham, Isaac y Jacob, Josué, Gedeón, Esdras, Daniel, Tobías y varios otros les fueron enviados ángeles por disposición Tuya, para instruirlos, informarlos, ayudarlos, en asuntos mundanos y domésticos, y a veces para satisfacer sus deseos, dudas y preguntas sobre Tu Secreto”.

Dee adquirió varias piedras mágicas, bolas de cristal de distintos orígenes para practicar la videncia. Pero por mucho que se empeñó no pudo hacerlo, porque era un pensador demasiado lógico y su mente racional resistía todos los intentos de imponerle un estado de trance. Así que decidió que le hacía falta un colaborador y contrató los servicios de Edward Kelley, que hab.a cambiado su nombre original, Talbott. Kelley ten.a reputación de alquimista; se decía que había obtenido oro en una ocasión. También parece que era un timador…”

John Carter. Sexo y cohetes. Traducción: Jesús Ortiz Pérez del Molino.

¿Sueñan los androides con tarifas eléctricas?

¿Sueñan los androides con tarifas eléctricas?

Tras un título que homenajea a Philip K. Dick, hay un libro que recoge publicaciones en prensa de uno de los mejores articulistas del país. Irónico, crítico con la realidad circundante y todo él un dechado de conocimiento que transmite como quien no quiere la cosa, Jesús Ortiz Pérez del Molino, también editor (Milrazones), también traductor (‘Sexo y cohetes‘, de John Carter, entre otros), firma un libro que es una invitación a pensar continuamente lo que nos ocurre. ‘¿Sueñan los androides con tarifas eléctricas?’ es de este modo una selección de artículos que reúne reflexiones sobre la actualidad más fresca disfrazadas de miradas al pasado distante, en los que el humorismo y la emotividad propician una lectura ligera que, sin embargo, hace pensar. El sexo oral tiene más fuerza que el escrito, se afirma con toda la razón en el prólogo. Pero aunque haya de conformarse con el escrito, el lector resultará excitado por unas exposiciones que respetan escrupulosamente lo que debiera ser el juramento hipocrático de todo autor: lo primero, no aburrir. Con prólogo de Rafael Pérez Llano, el libro recoge artículos publicados en diversos medios pero principalmente en eldiarioescan.es

La ‘Darkhouse’ de Jack Parsons: abstenerse gente corriente

Sexo y cohetes

En los anuncios que puso en el periódico local Jack especificaba que solo podían solicitar habitación los bohemios, artistas, músicos, ateos, anarquistas u otros tipos exóticos: cualquier persona corriente sería rechazada sin contemplaciones. Este anuncio, no hace falta decirlo, causó mucho revuelo en Pasadena cuando se publicó…

Había una buena selección de inquilinos elegidos uno a uno, todos ellos unos personajes. Unos pocos ejemplos: la vidente profesional que siempre usaba vestidos adecuados y decoraba su apartamento con símbolos y artefactos de sabiduría secreta; una señora, que había dejado bastante atrás la mediana edad pero todavía era llamativamente hermosa, que aseguraba haber sido en varias ocasiones la querida de la mitad de los hombres famosos de Francia; un hombre que había sido un organista muy conocido en la mayor parte de los cines de la época del mudo.

La biblioteca de Jack (una gran habitación con paneles de madera y un sofá de cuero cómodo con un par de sillas también de cuero) estaba llena de libros casi exclusivamente dedicados a lo oculto, y a las obras publicadas de Aleister Crowley. Había un gran retrato de Crowley cariñosamente dedicado a Jack dominando la habitación. También tenía una correspondencia voluminosa con Crowley en la biblioteca, parte de la cual me enseñó…

Recuerdo particularmente una carta de Crowley que le animaba y alababa el gran trabajo que estaba haciendo en América; también le agradecía simplemente su última donación, y le confiaba que necesitaría más enseguida. Jack admitía que era una de las principales fuentes de dinero de Crowley en América.

‘Seco y cohetes. El mundo oculto de Jack Parsons’, de John Carter. Traducción de Jesús Ortiz Pérez del Molino. Prólogo de Roberto Anton Wilson.

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