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Klabund ofrece en ‘La enfermedad’ su paso por el sanatorio de Davos en el que se inspiró Thomas Mann para escribir ‘La montaña mágica’

La enfermedad, de Klabund.

El próximo 26 de septiembre, se pondrá a la venta en toda España La enfermedad y otros escritos desde Davos, de Alfred Henschke Klabund. Se trata de una obra muy importante desde el punto de vista histórico y sociológico porque en esta novela corta, de una manera fragmentaria y expresionista, se narra desde dentro la estancia en un sanatorio antituberculoso en la localidad suiza de Davos; al tiempo que supone el reflejo del transfondo documental de ‘La montaña mágica’ de Thomas Mann, autor que se inspiró en las andanzas de Klabund, a quien conoció cuando iba a visitar a su esposa, recluida en uno de los sanatorios de esta ciudad de la región grisona. En este cantón Suizo, Klabund pasó los últimos años de vida intentando esquivar la tisis que lo consumía.

Escenas vertiginosamente rápidas, a menudo cínicas y frívolas, escritas en un estilo telegráfico denotan en igual medida la desesperación y las ansias de vivir del elenco internacional de pacientes de La enfermedad. Klabund aborda el tema mostrando los aspectos más feos, repelentes e indignos de la tuberculosis, lo que es una marca característica de la corriente expresionista; al igual que lo son el conflicto generacional y la problemática de la alienación. Y la radical y perturbadora forma y lenguaje que el autor crea, cuando la muerte se aproxima o por fin llega, son también deudores del expresionismo y el dadaísmo.

La enfermedad es un texto vanguardista pero con una concepción de la tuberculosis que sigue la tradición cultural y medicinal del XIX, al considerar la afección pulmonar una enfermedad estética que lleva a una muerte incluso lírica

Alfred Henschke alias Klabund, (Crossen del Oder, hoy Krosno Odrzańskie, 1890 –Davos 1928), fue un prolífico, multifacético e inquieto escritor alemán cultivador de prácticamente todos los géneros y subgéneros. Su Círculo de tiza, uno de los mayores éxitos teatrales de la República de Weimar, inspiró a Brecht El círculo de tiza caucasiano. El cabaret fue también para Klabund su estrado de expresión (el Voltaire en Zúrich, el Simplicissimus en Múnich, el Schall und Rauch o el café Größenwahn en Berlín). Y la tuberculosis, su inseparable compañera desde los 16 años.

Historia de la literatura alemana contada en una hora fue publicada por esta editorial.

Aforismos de Walter Serner, padre del movimiento Dadá y autor de ‘Manual para embaucadores’

Walter Serner

Walter Serner, desde el vacío del olvido en que se encuentra, poco a poco va volviendo a la luz. Recientemte, Diego A. Manrique, ha vuelto a conjurar al autor asesinado hace 80 años en un artículo publicado en El País.

Os dejamos unos cuantos aforismos de los casi 600 que integran ‘Manual para embaucadores (o para aquellos que pretendan serlo)’, junto al auténtico manifiesto dadá, todo ello traducido por Luisa Gutiérrez Ruiz y prologado por Juan Albarrán.

  • La sospecha de tener delante a un bribón es rápidamente considerada por el burgués como un motivo suficiente para permitirse comportarse ante él de modo infame. Sé por eso doblemente cuidadoso si caes en tal sospecha con los que manejan la justicia y el orden.
  • Existe una clase de estado fuera de la ley que has de haber vivido para saber qué te amenaza cuando no dejas a tiempo de considerar al Estado como moral.
  • Si siempre observas a alguien detrás de ti presta atención a si deambula algo cohibido, si al detenerse ante un escaparate parece ligeramente forzado, si sus manos se encuentran llamativamente inmóviles pero, no obstante, aprovechan cada oportunidad para actuar comedidamente. Si es así, entonces no se trata de… un admirador.
  • Una buena espada se alegra de un oponente de su altura. Un especialista hace sucia competencia a alguien mejor. Los (pues sí) funcionarios, sin embargo, a quienes no te sometes a ciegas, muestran colmillos envenenados y te muerden por la espalda.
  • Si el cochero del vehículo al que te has subido se sitúa detrás de él sin motivo aparente es que o bien está meando, o le indica a alguien tu lugar de destino.
  • Si tras abandonar la vivienda, delante de la cual tienes un taxi esperando, notas que el cristal que te separa del conductor ha sido bajado, toma al instante otro taxi. Haz lo mismo también cuando en una situación semejante de repente no reconozcas al conductor.
  • Si el propietario de un establecimiento al que vas con frecuencia esboza súbitamente una sonrisa al verte es que se ha enterado de algo sobre ti, o alguien le ha prevenido en tu contra.

Aforismos para embaucar (y sobrevivir)

“Te un bolisllo secreto. Aprende hipnotismo. Cierra de vez en cuando los ojos de repente”. Aforismo 421.

“La sospecha de tener delante a un bribón es rápidamente considerada por el burgués como un motivo suficiente para permitirse comportarse ante él de modo infame. Sé por eso doblemente cuidadoso si caes en tal sospecha con los que manejan la justicia y el orden”. Aforismo 424.

“Allí donde te encuentres dite a ti mismo: “Todo lo que ocurre a mi alrededor puede ser fingido”. Entonces seguirás sano y te irá bien sobre la tierra”. Aforismo 422 de #walterserner, en #manualparaembaucadores, traducción de #luisagutierrezruiz

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Manual para embaucadores (o para aquellos que pretendan serlo)

Manual para embaucadores

“Al fin y al cabo, una bofetada solo es un desesperado intento de acercarse al otro”.

“Nadie es tan tonto como para que después de tres días no logres convencerlo de que es un genio”.

“El mundo desea ser engañado. Y se pondrá seriamente furioso si no lo haces”. 

¿Quién fue Walter Serner? Esa fue una de las preguntas que durante tiempo se hizo el mundo cultural alemán. Serner fue uno de los cabecillas del movimiento Dadá en Zúrich, allí escribió su Manifiesto Dadá (que según las malas lenguas luego Tristan Tzara le robaría), manifiesto publicado en 1919 y que causaría un gran revuelo en las esferas intelectuales del momento por su carácter turbulento, cínico e incomprensible por momentos. En 1927 aparecería la segunda parte bajo el título Manual para embaucadores (o para aquellos que pretendan serlo) compuesto por 591 reglas de comportamiento para delincuentes y estafadores. Y ?basta leer unos pocos preceptos para entenderlo así? para el resto de hombres. Por la época de la publicación del Manual, la censura conservadora en Alemania empezó a ejercer cada vez más presión con el fin de prohibir los textos de Serner, por considerarlos ?un peligro para la moral pública? y a su autor un ?proxeneta judío?. Serner, cuyos libros se encontraban desde 1933 en la larga lista de obras ?vergonzosas e indecentes? del gobierno nazi, vivió en el gueto de Praga hasta 1942. El primero de agosto de ese año, Walter Serner y su esposa fueron deportados al campo de concentración de Theresienstadt. Allí fueron exterminados en una cámara de gas.

Su obra, ‘Manual de embaucadores (o para aquellos que pretendan serlo) fue traducida por Luisa Gutiérrez Ruiz e ilustrada la cubierta por Carmen Quijano. Es un libro singular: después de 50 páginas al más puro estilo Dadá le siguen 600 aforismos subversivos. Sorprendente, desvergonzado y divertido.

Patricio Pron escribe sobre ‘Manual para embaucadores’

 Blog de Patricio Pron

Un extraordinario deseo emprendedor

Georges Manolescu nació en Ploiești (Rumania) en 1871 y murió en Alemania en 1908; tras escapar de su casa con trece años, recorrió Viena, París y los Estados Unidos. Fue arrestado en Niza y en Génova se casó con una condesa alemana haciéndose pasar por un cierto Fürst Lahovary; a continuación abandonó a su esposa y se dedicó a dejar gigantescas listas de gastos en los principales hoteles de Berlín; fue arrestado, declarado loco y encerrado en un asilo en Dalldorf donde escribió dos libros de memorias: Ein Fürst der Diebe (Un príncipe de los ladrones, 1905) y Gescheitert. Aus dem Seelenleben eines Verbrechers (Fracasado. De la vida interior de un criminal, sin fecha). Su vida fue llevada al cine en tres ocasiones (1920, 1929 y 1933) y sus memorias inspiraron a Thomas Mann su Bekenntnisse des Hochstaplers Felix Krull (1954), pero también las visiones literarias del menos conocido Walter Serner.
Este último no tuvo una vida menos accidentada que la de Manolescu: nació en Karlovy Vary (actual República Checa) en 1889 en el seno de una familia de judíos asimilados, estudió derecho en la universidad de Viena, conoció de primera mano la escena vanguardista de Berlín (ciudad de la que huyó al comienzo de la Primera Guerra Mundial para no ser reclutado), contribuyó al surgimiento del dadaísmo (redactó su primer manifiesto en 1917), deambuló por Europa, escribió relatos breves, poemas y dos novelas cuyos personajes eran criminales y prostitutas y en 1928 abandonó la literatura y desapareció sin dejar rastro; los nazis dieron con él en 1933, en Praga, donde era maestro de escuela: prohibieron sus libros y lo encerraron con otros en el gueto de esa ciudad, donde permaneció hasta 1942. Ese año fue trasladado con su mujer al campo de concentración de Theresienstadt y allí asesinado. Además de recordársele por ser uno de los miles de escritores exterminados por el nacionalsocialismo, el nombre de Serner es conocido por los lectores principalmente gracias a la que sería su obra maestra, Manual para embaucadores (o para aquellos que pretendan serlo), publicada en 1927 y traducida por primera vez al español sólo recientemente.
Manual para embaucadores reúne la mayor parte de las características más notables de los textos vanguardistas, que Juan Albarrán resume en su magnífico prólogo a esta obra: “radicalismo”, “negatividad”, “beligerancia discursiva” y “tendencia al accionismo” (14). Al arremeter “contra todas las convenciones imperantes en la sociedad de su tiempo” (14), Serner practicó la “autoafirmación” característica de las vanguardias históricas consistente en “la negación de todo lo precedente y circundante, de lo artístico y lo político, de la historia pasada […] y los proyectos de futuro” (14-15), pero también se propuso desnaturalizar convenciones sociales presididas por el buen gusto y el esteticismo. Así, y tras un breve y un poco farragoso “Manuel fundamental”, Serner propone un “Manual práctico” en el que se enseña al lector cómo actuar como un impostor en decenas de situaciones: en un restaurante en el que éste no podrá pagar la consumición (“es aconsejable pedir de cada vino sólo media botella, y de cada botella, dejar un vaso para el camarero”, 30), al solicitar en un hotel una habitación para la que se carece de medios, al seducir a una mujer de los bajos fondos o a una rica heredera (“Lleva siempre contigo algunos alfileres, imperdibles, pequeños clavos, cordones y un tubo de pegamento Syndetikon”, 168; “Jamás lleves camisas de seda. A no ser que quieras ser tratante de ganado o jefe de sección de unos grandes almacenes”, 183), al escapar de acreedores y agentes del Estado (“Es más fácil escabullirse de un perseguidor que de la persecución”, 177).
El Manual para embaucadores cumple pues con la prescriptiva que indica su título (de hecho, el autor sugiera a sus lectores que lean la obra mientras degustan una cena en un restaurante lujoso; al terminar de leer la obra, habrán aprendido cómo solventar la falta de dinero para pagarla), y lo hace con la advocación de pequeños criminales como Manolescu, con los que el autor no sólo se identifica a sí mismo sino también a la actividad literaria. Como afirma Albarrán,
“Serner impugna el sistema burgués del arte, ridiculiza la grandilocuencia de la filosofía y la literatura -‘vanas asnadas’-, constata el sinsentido de la vida moderna -‘todo es decididamente una estafa’- y sentencia la muerte del arte -‘el arte fue siempre una enfermedad infantil’- como única vía para su extensión en la vida” (20).
Al equiparar el arte burgués con una estafa y a sus autores con estafadores, Walter Serner no sentencia la muerte de todo el arte, sino sólo la del arte producido como sostén y fundamentación de una vida basada en premisas falsas. “Dadá no produce obras, simplemente se produce a sí mismo como negación que se sigue de la pérdida definitiva de la fe en el arte, en el hombre y en el progreso histórico que había sembrado Europa de cadáveres y trincheras” afirma Albarrán (15). Walter Serner se niega a vincular la escritura con esa vida y, al hacerlo, invita, ya a utilizar las convenciones burguesas para beneficio propio (“El mundo desea ser engañado. Y se pondrá seriamente furioso si no lo haces”, 194), ya a buscar otras formas de vivir y de actuar.
Uno de los efectos más inesperados de Manual para embaucadores (o para aquellos que pretendan serlo) es el hecho de que (a casi cien años de su primera redacción) todavía sigue produciendo ese “estado de extraordinario deseo emprendedor” (16) que el autor anunció en su Letzte Lockerung (Última relajación, 1918); un deseo emprendedor de escribir y de pensar, lo que equivale a decir, un deseo de darse una cena como la que preside esta obra (ostras portuguesas, trucha en mantequilla, espárragos, camembert) o robar un banco, que es igual que escribir y siempre es mejor que fundarlo.

Walter Serner
Manual para embaucadores (o para aquellos que pretendan serlo)
Trad. Luisa Gutiérrez Ruiz
Pról. Juan Albarrán
Santander: El Desvelo, 2011

Walter, por Navidad

Hoy, en El Diario Montañés, recomiendan uno de nuestros libros para las compras de Navidad. También lo recomienda en concreto el pintor Eduardo Gruber. Estamos contentos. Al final acabará gustándonos la Navidad. Buon Natale.

Más allá del temblor Dadá

“[…]Desterrando cualquier pensamiento ingenuo y utópico
sobre el mundo y sobre la capacidad del arte para
cambiarlo —“quien considera que la vida es algo hermoso
y los seres humanos buenos, o bien es un idiota o alguien
con quien has de tener cuidado”—, Serner impugna el
sistema burgués del arte, ridiculiza la grandilocuencia de
la filosofía y la literatura —“vanas asnadas”—, constata el
sinsentido de la vida moderna —“todo es decididamente
una estafa”— y sentencia la muerte del arte —“el arte
fue siempre una enfermedad infantil”— como única vía
para su extensión en la vida. El lenguaje ya no es una
simple herramienta comunicativa: ha de repensarse hasta
ser deformado, ampliado, retorcido y vaciado de su “artisticidad”
para convertirse no en una representación de
la realidad, sino en un arma capaz de destruirla y regenerarla.
La construcción de otra realidad, de otro mundo,
pasa por la puesta en crisis de las ópticas desde las
que éste venía siendo contemplado. Las nuevas realidades
artísticas deberán ser concebidas como experiencias
intensificadas del existir. Experiencias fundadas sobre
la destrucción de las formas artísticas ideológicamente
construidas por una sociedad burguesa en la que se perpetúa
la vida alienada de los individuos.
Como ha explicado Simón Marchán: “Si nos dejamos
seducir por la estética de la destrucción y la negación que
destilaba la náusea dadaísta; si reconocemos que sus comportamientos
estéticos más genuinos son irrecuperables y sus obras son perpetuamente móviles (…), lo menos que podría suponerse es que su recuperación historiográfica
es antidadaísta o incluso irrelevante e irrisoria desde una
perspectiva dadaísta”. A pesar del “presentismo” de la vanguardia,
implícito en su negación de los tiempos pasados
y futuros, ésta estará siempre marcada por una extraordinaria
conciencia de la historia que le permite responder a
las necesidades de su tiempo para pensar otras formas de
vida. En este sentido, la recuperación bibliográfica de los
trabajos de Serner parece absolutamente pertinente para
una necesaria reestructuración de los relatos de la vanguardia
histórica, mucho menos homogéneos y coherentes
de lo que en ocasiones se ha hecho ver. Su fuerza pasada
parece proyectarse hacia un futuro en el que reverbera
con un sentido renovado. Los contextos de producción y
recepción nunca serán los mismos, pero la contestación
implícita en el trabajo de Serner se mantiene intacta en un
mundo que muta a gran velocidad. Y, teniendo en cuenta
que “el mundo desea ser engañado”, el manual para llegar
a ser un embaucador debería convertirse en el libro de cabecera
de todo aquél que desee seguir viviendo en él. […]”
Walter Serner: Más allá del temblor Dadá (extracto del prólogo de Juan Albarrán a ‘Manual para Embaucadores’)

En el Instituto Goethe, en Madrid

Aquí va una imagen de la presentación del Manual para Embaucadores, de Serner, en el Instituto Goethe de Madrid. Fue un momento estupendo, gracias sobre todo a la colaboración de Anna María y Maruxa, de la biblioteca del centro. Volveremos…

El jueves, en el Goethe de Madrid

Juan Albarrán es profesor de la Universidad de Castilla La Mancha. Licenciado y D.E.A. (Diploma de Estudios Avanzados) en Historia del arte con el trabajo Usos performativos de la fotografía en el arte contemporáneo español. Ha realizado colaboraciones para revistas como art.es, Artnotes, DeArte, Trasdós, Goya, Foro de educación y Mombaça, entre otras. Miembro del comité editorial de Brumaria, colaborador del suplemento Artes & Letras Castilla y León (diario ABC), trabaja en una tesis doctoral acerca de las relaciones entre fotografía y prácticas performativas en el arte contemporáneo español.

Luisa Gutiérrez Ruiz, traductora de varios idiomas, entre ellos finés, inglés y alemán, es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y graduada en Filología Alemana por la Universidad de Helsinki. Ha traducido teatro finlandés para niños y jóvenes y ha trabajado como freelance para editoriales finlandesas (WSOY, Otava, Tammi) e instituciones escénicas como el Centro de Información de las Artes Escénicas de Finlandia o el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Para El Desvelo Ediciones ha traducido ‘La partida’, de Rax Rinnekangas, ‘Manual para Embaucadores’, de Walter Serner.

Walter by Alberto

Entre los cosas más interesantes del universo dadá, junto los ready-mades, las veladas en el Cabaret Voltaire, la poesía fónica, el fotomontaje, la general banalización del objeto artístico, está lo que podemos denominar las vidas dadá que soportan todo eso. Así, surgen personajes como Arthur Cravan, quien en 1917, en el famoso Salón de los Independientes de Nueva York, pronunciase por mediación de Francis Picabia, su conferencia Los artistas independientes de Francia y América. A esa conferencia Cravan llegó tarde y borracho. La conferencia consistió en pasear con marcados síntomas de ebriedad por la sala mirando a los asistentes, tambaleándose por los efectos etílicos y esparciendo ropa sucia que sacaba de una maleta. Luego se quitó la suya hasta quedarse completamente desnudo, lanzando un sonoro aullido. Ante el escándalo llegó un tipo de seguridad con el que mantuvo una pelea… pero Cravan media dos metros y era boxeador… al final uno solo de seguridad no fue suficiente. Poco después Cravan, misteriosamente, desapareció para siempre. ¿Francis Picabia? Es enviado a Cuba en busca de azúcar para abastecer al ejercito francés durante la Primera Guerra Mundial, y decide que, antes de cumplir, lo mejor es entregarse a un crucero… Por lo tanto, como vemos, dadá es una forma de vida para sus personajes no sólo un modo de ver el arte, o la destrucción del mismo. Entre los muchos nombres que dan vida al dadaísmo en sus orígenes faltaba en español un texto fundamental: Manual para embaucadores (o para aquellos que pretendan serlo) que aparece estos días publicado por la editorial El desvelo. El autor: Walter Serner. Serner fue un tipo extrañamente dadá. Como apuntase Peter Sloterdijk en Crítica de la razón cínica, “Serner [fue] el más reflexivo de los dadaístas, calculó cómo el odio dadá contra la cultura se orienta en un sentido propio hacia el interior.”  Y eso es lo pretendió llevar a cabo Serner, siendo quizá el más intelectual de un movimiento antiintelectual. ¿Cómo? A través de la implosión del lenguaje. Pero antes veamos algo de su biografía. Walter Serner nació en 1889 en la ciudad alemana de Karlsbad (actualmente en la República Checa) en el seno de una familia judía. Estudió Derecho en Viena, escapó a Suiza en 1914 tras haber firmado ilícitamente un certificado médico para un amigo. Aquí comienza todo. Se hace pasar por médico para firmar documentos que eximan a sus compañeros de ir a la guerra. Esto provoca su huida a Zúrich, donde entra en contacto con Tristan Tzara, Hugo Ball, Emma Hennings, Richard Huelsenbeck, etc. Lo vemos ya en frebrero de 1916 en las veladas del Cabaret Voltaire. Así describe Simón Marchán una de esas veladas: “Durante la misma, mientras V. Eggeling apostaba por una pintura melódica y de contrapunto, Suzanne Perrotet intepretaba ña “ironía musical no-musical del pitorreo del niño gagá”, E. Satie (+ declamaciones), R. Huelsenbeck volvía a leer algunos de sus poemas, Arp realizaba una acción, veinte perosnans recitaban el poema simultáneo de Tristan Tzara La fiebre del macho. Por último, Walter Serner dirigía lo indomable. mientras le echaba una mano al domador de acróbatas en que se había convertido el propio Tzara”. Este es el contexto de Serner. Y la figura de Tzara será importante si queremos hablar de Manual para embaucadores. ¿Por qué? Bueno, básicamente porque el Manual se compone de dos parte, una escrita en 1918 y otra en 1927. La primera parte incluye a su vez el manifiesto dadá que Serner escribiría en 1917 y que como hoy se sabe Tzara hizo suyo, trastocando alguna cosa. Ahora bien, ¿cabe hablar de plagio? Es difícil de saber. Lo cierto es que Tzara pasaría a la historia y Serner quedaría relegado a un segundo lugar. Pero centrándonos en este Manual para embaucadores (o para aquellos que pretendan serlo), que ahora parece por primera vez en español en traducción de Luisa Gutiérrez Ruiz y con prólogo de Juan Albarrán. ¿Qué hallamos en él?

           El libro, como decía, tiene dos secciones: Manual para embaucadores. Manual fundamental y Manual para embaucadores. Manual práctico. La primera parte está firmada en 1918, en Lugano. Esta primera parte se inicia con unos preparativos que todo aquel que quiera que este manual cumpla su objetivo ha de seguir. Sí. No lo olvidemos: es un manual para ser un buen estafador, para ser un cínico, para ser un perfecto dadísta en definitiva. Es quizá un antimanual fundamental. Lo llama fundamental porque aquí lanza la teórica, que no puede separarse de su práctica. La primera parte, pues, es una auténtica locura, porque a parte de lanzar sus consejos, llenos de cinismo, practica un tipo de escritura preformativa, automática, experimentando con el lenguaje, sin olvidar su objetivo: la crítica al mundo burgués, a la política, a los artistas, etc. Es decir, de nuevo: un antimanual dadá. Por ello, el mismo Sloterdijk dice de él: “Serner mira positiviamente en su cabeza y encuentra allí palabras y frases que no producen un contexto. Esta carencia de coherencia la proyecta al mundo que, correspondientemente, ya no puede ser un cosmos. la antisemántica dadaísta pasa a convertirse en una anticosmología. A partir de ahora ella vigilará al hombre mientras compone las cosmovisiones y representaciones de orden. Al principio era el caos en el que los hombres —por debilidad y por hambre de sentido— ensoñaron un cosmos”.  De ese hambre de sentido huye Serner desde el primer momento. Así lo deja claro en el arranque del libro, tras los preparativos: “Alrededor de una bola de fuego corre a toda pastilla una bola de mierda sobre la cual se venden medias de seda para señoras y se habla de Gauguin. Un aspecto en verdad sumamente deplorable que, sin embargo, permite al fin y al cabo ciertas distinciones: las medias de seda pueden ser disfrutadas, Gauguin no.” La segunda parte, el Manua práctico se firma en 1927 e incluye 591 consejos aforísticos de cómo embaucar, estafar o tratar, en general con el mundo. Se divide en trece capítulos donde aconseja acerca de “Hoteles”, “Mujeres” “Hombres”, “Entretenimiento”, “Vestimenta”, etc. Se trata de una visión cínica (y alternativa) a la del pintor de la vida moderna de Baudelaire. Así, escribe, por ejemplo:
408. Nadie es tan tonto como para que, después de tres
días, no logres convencerlo de que es un genio.
409. No hables en voz baja durante demasiado tiempo.
Hace suponer que te has acostumbrado a ello por motivos
indignos. (Sin embargo, por teléfono hazlo siempre).
Etcétera. Etcétera.
        Por la época de la publicación del Manual, la censura conservadora en Alemania empezó a ejercer cada vez más presión con el fin de prohibir los textos de Serner, por considerarlos “un peligro para la moral pública” y a su autor un “proxeneta judío”. El 13 de octubre de 1928, Serner escribió desde Suiza a su amigo el pintor Christian Schad:
       Ya sé, mi querido, que usted desea lo mejor para mí. Pero aquí me odian tanto, se trabaja tanto en mi contra, que ya todo me empieza a parecer asqueroso. Y como no soy hombre de agachar la cabeza, creo que me voy a retirar pronto. Por fortuna, soy de naturaleza feliz. Por estos días duermo largamente y bien, y fumo incontables cigarrillos… Acto seguido, desapareció
     Sobre la desaparición de Serner se dijo que había entrado definitivamente al mundo del hampa, dedicándose a la estafa a nivel internacional, a traficar con mujeres; e incluso se dijo que hasta con heroína. La verdad es más prosaica: en realidad Serner, que no volvió a publicar, se había establecido en Praga. En 1938 se casó con su novia Dorothea Herz y empezó a trabajar como profesor de idiomas en una escuela. Se sabe que la pareja intentó solicitar en 1939 y 1940 de las autoridades alemanas que ocupaban el país permisos para emigrar a Shanghai. Se sabe también que estos intentos fracasaron. Serner, cuyos libros se encontraban desde 1933 en la larga lista de obras “vergonzosas e indecentes” del gobierno nazi, vivió en el gueto de Praga hasta 1942. El primero de agosto de ese año, Walter Serner y su esposa fueron deportados al campo de concentración de Theresienstadt. Allí fueron exterminados en una cámara de gas en fecha desconocida.
      Juan Albarrán, autor del prólogo, expresa a la perfección la pertinencia de esta recuperación: “La recuperación bibliográfica de los trabajos de Serner parece absolutamente pertinente para una necesaria reestructuración de los relatos de la vanguardia histórica, mucho menos homogéneos y coherentes de lo que en ocasiones se ha hecho ver. Su fuerza pasada parece proyectarse hacia un futuro en el que reverbera con un sentido renovado. Los contextos de producción y recepción nunca serán los mismos, pero la contestación implícita en el trabajo de Serner se mantiene intacta en un mundo que muta a gran velocidad. Y, teniendo en cuenta que “el mundo desea ser engañado”, el manual para llegar a ser un embaucador debería convertirse en el libro de cabecera de todo aquél que desee seguir viviendo en él”.

Creo, que a día de hoy, se convierte en una referencia muy recomendable.

Alberto Santamaría

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